En los últimos años se aceleró un cambio de paradigma: las generaciones más jóvenes empezaron a valorar la longevidad, la energía diaria y la calidad de vida, y descubrieron que la alimentación es una de las llaves más concretas para alcanzarlas.
La Argentina no fue la excepción. Primero crecieron la conciencia y la curiosidad por comer mejor; después llegó la respuesta de la industria, que comenzó a ofrecer productos con menos azúcares, sal, grasas o harinas, y sumó etiquetas como “natural”, “orgánico” o “libre de gluten” para acompañar una demanda que ya estaba instalada.
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En diálogo con TN, la licenciada en Nutrición Alejandra Raichuni (MN 931) explicó cómo evolucionó esta tendencia y por qué la idea de que “comer sano es caro” no siempre se condice con la realidad. “La creencia de que solo la gente adinerada come saludable surge del consumo de ciertos productos específicos, como suplementos o comidas gourmet”, señaló. Esa percepción, dice, tiene algo de cierto, pero no es condicionante de una alimentación equilibrada.
Según Raichuni, “una dieta basada en alimentos esenciales (como legumbres, cereales integrales, frutas y verduras de estación, huevos) suele ser más económica y sostenible que una basada en ultraprocesados o comidas rápidas. El obstáculo principal no pasa por el dinero, sino por otros dos factores que pesan más: el tiempo para cocinar y la falta de educación alimentaria”.
“El principal obstáculo no es sólo el dinero, sino el tiempo para cocinar y la educación alimentaria” contó la necesidad de tener una educación alimentaria básica, no sólo para concientizar sobre la alimentación, sino también para saber reemplazar alimentos.
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Entender cómo reemplazar ingredientes es clave. Por ejemplo: el salmón puede sustituirse por sardinas, caballa o semillas de chía; los frutos del bosque por frutas de estación; las harinas especiales por harina integral o avena molida; y los snacks energéticos por frutos secos o yogur natural.

Las opciones low cost
A la hora de elegir, el presupuesto, el conocimiento y el tiempo disponible terminan marcando el rumbo. Los alimentos frescos requieren cierta planificación; los ultraprocesados, en cambio, ofrecen inmediatez.
Sin embargo, existen opciones accesibles que funcionan como base de una alimentación nutritiva. Algunos ejemplos son:
- Legumbres: lentejas, garbanzos, porotos, soja, frijoles.
- Cereales integrales: arroz integral, avena, fideos integrales.
- Tubérculos: Papa, Batata, Boniato.
- Huevos (son una fuente de proteína altísima y económica).
- Frutas y verduras de estación.
- Aceites esenciales: Oliva, Girasol o Maíz (para cocinar).
Para Raichuni, todo este movimiento dio lugar a un fenómeno evidente: “Este es el boom comercial que vemos hoy”. La industria detectó el potencial del cambio cultural y amplió su oferta, con productos “saludables” para satisfacer la demanda de aquellos que comenzaron a preguntarse cómo vivir más y mejor.
La oferta se transforma
La mutación no solo ocurre en los hogares: también se refleja en las góndolas. Las empresas del sector ampliaron su propuesta para acompañar un cambio de hábitos que ya es evidente entre los consumidores. Distintas marcas incorporaron opciones más prácticas, accesibles y nutritivas para quienes quieren mejorar su alimentación sin complicarse.
Marcas como Bimbo sumaron productos alineados con esta tendencia, como pan integral sin azúcares ni grasas añadidas.
Para los defensores del “picoteo” entre comidas, también hay novedades. Mientras antes las únicas opciones rápidas solían ser papas fritas, galletitas o productos ultraprocesados con más grasas trans y azúcares que nutrientes, ahora el antojo culposo también tiene su versión renovada: los snacks saludables.
En ese contexto surgen propuestas como las de Nutriveg, una empresa argentina que asegura que snackear también puede ser sinónimo de alimentarse bien. Sus productos van desde barras de frutos secos hasta granolas y pochoclos sin TACC, sin conservantes y 100 % vegetales.
Los supermercados también cumplen un rol clave. Carrefour consolidó su espacio “La Dietética”, que ya incluye más de 1900 productos (200 de ellos desarrollados bajo marcas propias) con alternativas sin gluten, sin lactosa, reducidas en sodio y azúcar, veganas y orgánicas. En paralelo, DIA expandió su línea de alimentos listos y económicos: vegetales congelados, ensaladas frescas y wraps integrales que permiten resolver comidas rápidas.

En las estaciones de servicio como Spot! de AXION también se observa el cambio: incorporaron platos listos sin TACC elaborados bajo protocolos estrictos, sumaron yogures con granola y frutas listas, y reorganizaron su góndola para destacar opciones saludables para quienes están de paso y necesitan resolver su alimentación rápido y fácil.
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El fenómeno alcanza incluso a productos que antes eran considerados gourmet. Los hongos ganan espacio en la mesa diaria: productores como Hongos del Pilar señalan que champiñones y portobellos se popularizaron por su aporte nutricional —proteínas, vitaminas del grupo B y fibra— y su versatilidad en la cocina. El crecimiento sostenido del consumo refleja un cambio cultural que la industria acompaña con más variedad y precios accesibles.
La clave: el equilibrio alimentario
“La alimentación es la medicina preventiva más efectiva. Es vital por las funciones que provee”, sostiene Raichuni. Entre ellas, menciona la cognición, el estado de ánimo, el sistema inmunológico y la prevención de enfermedades crónicas. “Cambiar la forma de alimentarse impacta de manera directa en la energía diaria, en la salud digestiva y en la construcción de una relación más positiva y menos adictiva con la comida”, enumera.

La nutricionista insiste en que la sostenibilidad a largo plazo no se logra con prohibiciones estrictas, sino con equilibrio y moderación. “Está bien darse gustos de vez en cuando”, apunta. Dietas demasiado rígidas suelen derivar en culpa, frustración y atracones; el objetivo, en cambio, es que la alimentación sea un hábito posible de sostener en el tiempo.
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En un contexto donde la información es accesible y las alternativas crecen, la alimentación saludable dejó de ser una moda para convertirse en una decisión consciente. La industria acompaña, pero el cambio empieza en cada persona: entender qué comer, cómo hacerlo y por qué importa.
Con educación alimentaria, planificación y equilibrio, es posible sostener una dieta más accesible y compatible con la vida diaria. Comer mejor no solo transforma el presente: es una inversión en salud futura.
Informe: Constanza Macieri



