Muchos padres y madres atraviesan una etapa en la que sus hijos chiquitos comen muy poco, rechazan alimentos nuevos o aceptan solo dos o tres comidas. Lejos de ser una rareza, la selectividad alimentaria es una etapa normal del desarrollo. Según el Child Mind Institute (Estados Unidos), “la mayoría de los niños experimenta una fase de quisquillosidad para comer entre los 2y los 6 años”.
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Esto se debe, en parte, a que en esa etapa su apetito disminuye de forma natural tras el crecimiento acelerado del primer año. También influye su deseo de controlar algo por sí mismos, y la comida se convierte en uno de esos terrenos de batalla. Para la nutricionista chilena Yocelyn Contreras, “lo importante es no convertir la alimentación en una lucha, sino en una experiencia agradable donde se respeta el ritmo del niño”.

Presionar, amenazar o chantajear con la comida suele ser contraproducente. Según el portal Health Matters del NewYork-Presbyterian Hospital (Estados Unidos), los chicos tienen que comer lo que necesitan, no lo que los adultos quieren que coman. “Forzarlos solo crea asociaciones negativas con la comida”, explican.
Entre las recomendaciones clave para familias, destacan:
- Evitar distracciones: comer sin pantallas ayuda a que el niño registre mejor el hambre y la saciedad.
- Mantener horarios regulares: establecer rutinas claras que favorezcan la confianza y el apetito.
- Incluirlos en la cocina: tareas simples como lavar vegetales o mezclar ayudan a que se interesen por los alimentos.
- Ofrecer variedad, sin forzar: presentar nuevos alimentos junto a otros conocidos, sin presión, puede generar mayor aceptación con el tiempo.
“La exposición repetida y sin presión a un alimento es una de las estrategias más efectivas. A veces, necesitan hasta 15 intentos para aceptar algo nuevo”, sostiene la psicóloga infantil española María del Campo , especialista en conducta alimentaria infantil.
Cuándo hay que consultar con un profesional
Si bien la selectividad es común, hay señales que pueden indicar un problema más profundo. Según el portal Child Mind, se recomienda buscar ayuda profesional cuando:
- El niño deja de crecer o baja de peso.
- Tiene miedo o ansiedad extrema ante ciertos alimentos.
- Vomita o se atraganta con frecuencia.
- Rechaza grupos completos de alimentos (como frutas o proteínas).
En estos casos, un equipo interdisciplinario compuesto por pediatras, nutricionistas y psicólogos puede ayudar a detectar si se trata de un trastorno de alimentación selectiva y acompañar adecuadamente.