De acuerdo con investigadores del Instituto de Neurología de Londres, el bostezo provoca una actividad neuronal en los pliegues del lóbulo parietal que estimula la atención, la reflexión y la memoria.
Lo primero que hay que hacer en casos de extrema ansiedad es “parar y respirar”, recomienda Ferran Cases, conferenciante, escritor y divulgador especializado en la prevención y el control de la ansiedad, autor de “El pequeño gran libro de la ansiedad”.
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Nuestro cuerpo es una máquina perfecta y preparada para todo, ya que tiene dos maneras de respirar de manera natural para combatir la ansiedad: el bostezo y el suspiro.
Ambas respiraciones tienen algo en común en su mecanismo y funcionan de la siguiente manera: inspiración corta y suave, pequeña apnea (suspensión de la respiración) y espiración larga y en lo posible produciendo un ruidito final, según explica Cases, en uno de sus videos didácticos.
Algo más que un bostezo
El bostezo resulta de una gran inhalación y una gran exhalación, por eso nos relaja con tanta profundidad: está asociado a la calma y al bienestar. Como lo expone la medicina china, es un proceso energético que transforma las preocupaciones en autorreflexión; la ansiedad, en atención y la hiperactividad, en recuperación de la memoria.
La respiración del bostezo se convierte en una especie de masaje revitalizador del esófago, el estómago, el intestino grueso y el delgado, los riñones, el páncreas, la vesícula biliar, el bazo y el aparato urinario.
Bostezar ayuda a enfriar el cerebro
Un grupo de investigadores liderados por el psicólogo Andrew Gallup de la Universidad Estatal de Nueva York concluyó que el acto de bostezar ayuda a enfriar el cerebro.
Existe la teoría de que los ciclos de sueño, la excitación cortical y el estrés están asociados a los cambios de temperatura del cerebro, y que el bostezo sirve para mantener la temperatura balanceada y a tono con el exterior. De ser así, el bostezo debería verse afectado con los cambios de temperatura exterior.
Uno de los autores, Jorg Massen, explica que este fenómeno se debe a que si bostezar sirve para enfriar el cerebro, no es de mucho uso aspirar el aire cuando la temperatura exterior es igual a la corporal.
Del mismo modo, no debe ser tan necesario -e incluso puede ser perjudicial- abrir la boca cuando el aire está congelado.
Este trabajo refuerza otras investigaciones que sugieren que el mecanismo subyacente de bostezar, tanto espontáneo como contagioso, es para regular la temperatura del cerebro.