La escena es conocida para cualquier deportista: segundos antes de competir, el cuerpo se tensa, la respiración se acelera y la adrenalina entra en acción. Ese estado puede potenciar el rendimiento, pero también jugar en contra. La ansiedad, el nerviosismo y el temor al error suelen impactar negativamente en la precisión, la toma de decisiones y el control motor.
Una investigación liderada por la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) demostró que complementar el entrenamiento físico con sesiones de entrenamiento mental basadas en neurofeedback puede mejorar el autocontrol emocional y reducir el estrés asociado a la competencia deportiva.
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El trabajo fue publicado en Cuadernos de Psicología del Deporte y estuvo a cargo de las investigadoras Lourdes Carrascón, psicóloga clínica y del deporte, y Mercè Boixadós, profesora e investigadora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, integrantes del grupo BDLab (Behavioural Design Lab) del eHealth Center de España.
Cuando la cabeza bloquea al cuerpo
La investigación parte de una observación frecuente en el ámbito deportivo: atletas con alto nivel técnico que ven deteriorado su rendimiento en situaciones de presión. Carrascón, con años de experiencia acompañando deportistas profesionales, detectó un patrón repetido.
“Quería enseñarles cómo el nerviosismo los bloqueaba, mientras que cuando estaban tranquilos eran capaces de ejecutar su rutina”, explicó la investigadora, quien desarrolló el estudio en el marco de su doctorado bajo la dirección de Boixadós.
El desafío era doble: mostrar de manera objetiva el impacto del descontrol emocional sobre el desempeño y, al mismo tiempo, encontrar una herramienta concreta para ayudar a reducirlo. La respuesta apareció en el uso del neurofeedback, una técnica de autorregulación cerebral que permite a las personas observar y modificar su actividad cerebral en tiempo real.
Cómo funciona el entrenamiento con neurofeedback
El estudio incluyó a 60 arqueros y arqueras de entre 18 y 70 años, pertenecientes a distintos clubes de tiro con arco de Cataluña. Todos participaron en 20 sesiones de neurofeedback, organizadas en dos etapas.
En la primera fase, los deportistas utilizaron una diadema con sensores que registraban la actividad cerebral alfa, un tipo de onda asociada a estados de relajación, bienestar y menor estrés. Esa información se mostraba en una pantalla mediante una gráfica, lo que permitía a los participantes observar cómo cambiaba su estado mental y aprender a regularlo de forma voluntaria.
En la segunda etapa, el entrenamiento incorporó un componente lúdico. La pantalla fue reemplazada por un auto en miniatura controlado por una placa de Arduino, que solo se movía cuando el deportista lograba alcanzar niveles óptimos de relajación y aumentaba su actividad alfa.
“Introdujimos un componente de gamificación para mejorar la motivación y favorecer la adherencia”, explicó Carrascón. Y agregó: “Ver que podían controlar su actividad cerebral y que eso hacía que el coche se desplazara era una recompensa inmediata y muy estimulante”.
Menos errores y mejor gestión emocional
Los resultados mostraron mejoras claras en el autocontrol emocional y en la experiencia subjetiva de los deportistas durante la competencia. Tanto las investigadoras como los preparadores físicos observaron cambios concretos en el desempeño.
Los atletas se mostraban menos tensionados y cometían menos errores típicamente asociados a la ansiedad, como disparos precipitados o ajustes repetidos de la postura. También lograban gestionar mejor los momentos previos al disparo, una instancia clave en disciplinas de alta precisión como el tiro con arco.

Sin embargo, el estudio no encontró una reducción estadísticamente significativa en los niveles de ansiedad medidos. Según Carrascón, esto no invalida los resultados: “Los datos apuntan a una tendencia clara de mejora; con una muestra mayor o programas más prolongados, probablemente podríamos observar reducciones significativas de la ansiedad”.
Más allá del deporte competitivo
Aunque la investigación se centró en deportistas, sus conclusiones abren la puerta a otras aplicaciones. Las autoras sostienen que este tipo de entrenamiento basado en la autorregulación emocional y la gamificación podría ser útil en contextos no deportivos.
Según señalan, podría aplicarse para gestionar el estrés y la ansiedad laboral, mejorar el bienestar en entornos profesionales exigentes y favorecer una mejor regulación emocional en la vida cotidiana.
La idea de fondo es clara: entrenar la mente, al igual que el cuerpo, puede marcar la diferencia. Y hacerlo de manera consciente, medible y motivadora parece ser una herramienta con cada vez más respaldo científico.



