El estrés es uno de los factores de riesgo psicológico más perjudiciales para nuestra salud física y mental, pero tiene un antagonista, con el que comparte ciertas características en cuanto a los patrones de activación física se refiere, pero que resulta beneficioso para el bienestar físico y emocional, se trata del eustrés (o estrés positivo) y, si lo experimentamos, estar estresado puede convertirse en una fuente de satisfacciones, tal y como apuntan algunos estudios.
“El estrés es un proceso emocional que se inicia cuando aparece un incremento de las demandadas externas y el individuo debe hacerles frente. Para ello, el organismo inicia un proceso completamente sano y adaptativo, que es el proceso de estrés, liberando una serie de recursos físicos y biológicos que cubran dichas demandas. Se considera, por lo tanto, que el estrés es un proceso adaptativo y de emergencia”, dijo Vanesa Fernández López, psicóloga española especialista en emociones.
![Es importante relejarse y no magnificar los problemas. (Foto: Adobe Stock).](https://tn.com.ar/resizer/v2/es-importante-relejarse-y-no-magnificar-los-problemas-foto-adobe-stock-YGUH5AXAVNDDXFDTPVMJV4777Q.jpeg?auth=a0f7b5518e9acbff60696a2769dbc179656dc010adc20a42f7bfe1df43180fd6&width=767)
Además, indicó que, tradicionalmente, se creía que todas las personas reaccionaban igual al estrés y que existía, por lo tanto, un patrón unitario semejante en todos los individuos cuando debían dar respuesta a una situación estresante. Se hablaba entonces del Síndrome General de Adaptación (SGA), enunciado por Selye en 1976 y que se divide en tres fases:
- Fase de alarma: cuando aparece la situación estresante, por ejemplo, una discusión de pareja, el organismo libera recursos como el aumento de la frecuencia cardiaca, tensión muscular, etcétera, para hacer frente al estrés.
- Fase de resistencia: cuando el estresor se mantiene, por ejemplo, una mala relación de pareja, el organismo mantiene los niveles de activación para seguir haciendo frente al estresor.
- Fase de agotamiento: el organismo no puede mantenerse eternamente con unos niveles de estrés elevados sin controlar, por lo que pueden aparecer en esta última fase los problemas de salud física, mental y de relación social.
Síntomas del estrés y del eustrés
A los cambios físicos que desencadena el estrés como insomnio, cefaleas o disfunciones sexuales, hay que sumarles aquellos que lo retroalimentan e influyen en nuestra conducta diaria: las sensaciones y pensamientos negativos que genera el estrés en general.
Entre ellos se destaca la sensación de indefensión, abatimiento, frustración, cansancio, irritabilidad, inseguridad, baja autoestima, ira, sentimiento de culpa, etcétera, todo ello acompañado por una sensación de bloqueo mental de la persona que dificulta la capacidad de toma de decisiones y que, por lo tanto, incrementa aún más las situaciones de estrés.
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Si bien el eustrés conlleva prácticamente los mismos cambios físicos que el estrés, a nivel emocional supone experiencias bien distintas: sentimiento de satisfacción, vitalidad, energía, sensación de crecimiento personal, optimismo e incremento de la autoestima y del sentimiento de confianza en uno mismo.
La clave para diferenciar los síntomas del estrés y del eustrés es hacer una introspección y darse cuenta de si lo que nos agobia y estresa es algo que deseamos o no, de esta manera podremos diferenciarlo de manera rápida. El eustrés, por lo tanto, está acompañado de emociones positivas, además nos llena de una sensación placentera de impaciencia, como por ejemplo en el caso del eustrés en la espera de un hijo o de la compra de una casa. Estas sensaciones no sólo pueden mejorar nuestra calidad de vida, sino suponer también un factor protector para la salud.
Consejos para experimentar eustrés en lugar de estrés
Las personas no nacemos sabiendo a gestionar el estrés para convertirlo en eustrés o estrés positivo. Existen cursos o terapias estructuradas que pueden enseñarte a hacerlo, siendo las intervenciones de gestión del estrés algunas de las más extendidas en la actualidad. Por tu parte, también podés introducir cambios en tu vida que te permitan controlar el estrés malo y convertirlo en estrés bueno. Para ello, aquí tienes seis consejos fáciles de poner en práctica y experimentar eustrés en lugar de estrés:
- Controlar los pensamientos negativos que te restan competencia. Por ejemplo, en lugar de pensar en todo lo que necesitarías saber para afrontar una situación estresante, centrate en lo que ya sabés y planteate cómo adquirir las habilidades y conocimientos de los que todavía no dispones.
- Tratar de ser la primera persona con la que debemos contar para tomar decisiones importantes en la vida. No creas en otros que consideras más fuertes que tú, ni delegues en ellos. La primera opinión es la tuya y debes tomar siempre tus propias decisiones, ya que será a nosotros a quien nos afecten las consecuencias positivas o negativas de las mismas.
- No magnifiquemos los problemas: intentá dar una importancia relativa a las cosas. Es muy importante, además, que nos centremos en cómo resolver los problemas más que en cómo nos están afectando. Por ejemplo, si nos llevamos mal con un compañero de trabajo, plantearle cómo podemos actuar para que la situación resulte lo más llevadera posible, en lugar de estar quejándonos a terceros.
- Incorporar técnicas de relajación y actividad física en tu vida, además de tener unos hábitos saludables en cuanto a alimentación y sueño se refiere. Eliminar los tóxicos de nuestra vida en la medida de lo posible (alcohol, tabaco, etcétera). Si tenemos sueño o estamos cansados escuchar al cuerpo y descansar lo necesario.
- Proponerse disfrutar de los pequeños buenos momentos del día a día: el bienestar emocional no depende tanto de los grandes proyectos como de saborear placeres cotidianos –como una sobremesa o un paseo en buena compañía, o pasar un rato agradable leyendo, viendo una película, o jugando o charlando con tus hijos–, que a veces nos pasan desapercibidos mientras pensamos en las vacaciones o el plan del próximo fin de semana.
- Convertir las dificultades en un reto personal y felicitarnos cada vez que consigamos hacer algo que a priori nos parecía complicado, o que nunca antes habíamos intentado. Procurar seguir aprendiendo cosas nuevas, porque no solo nos sentiremos más preparados para afrontar los problemas que nos surjan, sino que también contribuiremos a desarrollar las capacidades cognitivas.