Un tratamiento de cuatro semanas de sesiones psicológicas puede reducir drásticamente el dolor de espalda crónico para muchos pacientes durante al menos un año, sugiere un estudio.
La investigación es la primera en evaluar la terapia de reprocesamiento del dolor (PRT), un tratamiento que asume que en algunos pacientes el dolor a largo plazo no se deriva de una lesión corporal. En cambio, se cree que es causado por el cerebro que se vuelve demasiado sensible a los estímulos que normalmente no causarían molestias.
El trabajo publicado en la revista JAMA Psychiatry, proporciona algunas de las pruebas más sólidas hasta ahora de que un tratamiento psicológico no farmacológico puede brindar un alivio potente y duradero.
Como explica Yoni Ashar, uno de los investigadores involucrados en el estudio, “durante mucho tiempo, tal vez demasiado, se pensó que el dolor crónico dependía solo de problemas físicos reales. Y, de hecho, la mayoría de los tratamientos todavía se basan en esta creencia”. Este tratamiento se basa en la premisa de que el cerebro puede generar dolor en ausencia de una lesión o después de que una lesión se haya curado, y que las personas pueden desaprender ese dolor. “Nuestro estudio muestra que funciona”, determina.
Las vías neuronales del dolor
Aproximadamente el 85% de las personas con dolor de espalda crónico tiene lo que se conoce como “dolor primario”, lo que significa que los estudios diagnósticos no pueden identificar una fuente corporal clara, como daño tisular, osteoartritis o degeneración del disco.
La creciente investigación sugiere que las vías neuronales que fallan son al menos parcialmente responsables del malestar: diferentes regiones del cerebro, incluidas las asociadas con la recompensa y el miedo, se activan durante los episodios de dolor agudo. Y entre los pacientes con dolor crónico, ciertas redes neuronales están sensibilizadas para reaccionar de forma exagerada incluso a estímulos leves.
La solución al dolor puede estar en el cerebro
La terapia de reprocesamiento del dolor (PRT) fue desarrollada por el psicólogo Alan Gordon y se basa en educar al paciente sobre el papel del cerebro con respecto al dolor crónico. Esto se hace ayudándolos a reevaluar la sensación de malestar físico cuando está relacionado con movimientos que generalmente tienen miedo de hacer. También los ayuda a lidiar con las emociones que generalmente no hacen más que aumentar el dolor. ”Esto no sugiere que el dolor no sea real o que todo esté en la cabeza. Esto significa que si las causas están en el cerebro, también podría haber soluciones”, explica el autor del estudio.
Cómo se llegó a la conclusión
En el trabajo se examinaron los datos de 151 adultos con una edad promedio de 41 años con dolor bajo a moderado, que habían sufrido durante un promedio de 10 años. El equipo de investigadores con sede en Estados Unidos utilizó tomografías y evaluaciones de seguimiento para probar si la terapia ayudó o no a los pacientes.
A un grupo se le dio una turno con un médico seguido de ocho sesiones de PRT durante cuatro semanas. A otro grupo se le administró un medicamento ficticio como inyección y a un grupo final se le dio atención estándar.
Encontraron que después de un año, el 66% de las personas en el grupo PRT estaban “libres de dolor” en comparación con el 20% en el grupo placebo y el 10% que recibieron el estándar habitual de atención.
Los autores enfatizan que el tratamiento no está destinado al “dolor secundario”, que tiene sus raíces en una lesión o enfermedad aguda.