Las científicas del Conicet Daiana Capdevila y María Eugenia Segretin recibieron el “Premio Ben Barres”, el prestigioso reconocimiento internacional que otorga la organización sin fines de lucro “eLife”, por sus estudios sobre patógenos.
“Recibir este premio es una gran alegría porque nos da recursos necesarios para hacer más experimentos e impulsar así nuestra línea de investigación”, afirma Capdevila, jefa del Laboratorio Fisicoquímica de Enfermedades Infecciosas en la Fundación Instituto Leloir, FIL. Y agrega: “El premio refleja lo que creo que es necesario en ciencia: valorar los desarrollos no como cosas en el vacío, sino como el producto del esfuerzo colectivo en un contexto que plantea dificultades particulares”.
“El reconocimiento nos permitirá acceder a las tecnologías de vanguardia para abordar el objetivo de la investigación que llevo adelante, además de generar un contexto interesante para el establecimiento de nuevas colaboraciones y futuros desafíos”, afirma Segretin, investigadora en el Instituto de Investigaciones en Ingeniería Genética y Biología Molecular Héctor Torres.
Este instituto, que depende del Conicet, investiga por ejemplo la base molecular de la interacción entre las papas y el patógeno que causó la gran hambruna irlandesa de mediados del siglo XIX y continúa provocando estragos en el agro.
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Sobre el premio
Fundada por el Instituto Médico Howard Hughes, de los Estados Unidos; la Sociedad Max Planck, de Alemania y el Wellcome Trust, del Reino Unido, eLife brinda apoyo económico a proyectos de investigación liderados por grupos invisibilizados en la ciencia ya sea por género, etnia u origen.
“Este premio busca rescatar la ciencia de calidad que hacemos todas las personas invisibilizadas en el sistema científico, las personas que comienzan sus carreras independientes, mujeres que no vivimos en países que invierten grandes sumas de dinero en ciencia, de distintos orígenes y personas con discapacidades”, detalló a la agencia Télam Daiana Capdevila.
Capdevila señaló que “es la segunda vez que se da este subsidio, que justamente lleva el nombre de Ben Barres, un reconocido neurocientífico trans fallecido en 2017, que luchó para eliminar las dificultades que el sistema científico impone a esos colectivos”.
Barres nació con el nombre de Bárbara, en Standford, en 1954. Se destacó en sus estudios, avanzó en la investigación y logró publicar seis trabajos. Pero en un concurso perdió contra un hombre que sólo había publicado un trabajo y se sintió discriminado. En 1997, eligió hacer la transición de género, convirtiéndose en el primer científico abiertamente trans de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, en 2013.
Uno de los requisitos para postular al premio es haber publicado un avance científico relevante en “eLife”, una revista de acceso abierto y altos estándares de calidad cuyo editor en jefe fue, hasta 2019, el premio Nobel Randy Schekman, sucedido en el cargo por Michael Eisen, investigador de la Universidad de California y del Instituto Médico Howard Hughes (HHMI), con sede en Chevy Chase (Maryland), Estados Unidos.
En 2018, Capdevila y colegas publicaron un trabajo en esa revista que describe cambios a nivel atómico que ocurren en una proteína llamada AdcR presente en el neumococo (Streptococcus pneumoniae), un patógeno que figura en la lista de prioridades de la Organización Mundial de la Salud para el desarrollo de nuevos fármacos. Causa desde infecciones del oído y sinusitis hasta neumonías y meningitis, dos de las principales causas de morbilidad y mortalidad en niños y adultos mayores.
En 2018, Segretin también participó como coautora en un trabajo publicado en “eLife” y liderado por colegas del Reino Unido en el Imperial College London, en Londres, y The Sainsbury Laboratory, en Norwich. En este trabajo, se describe cómo una proteína efectora de Phytophthora infestans (llamada PexRD54) es liberada al interior de la célula vegetal para manipular su maquinaria interna en beneficio propio y en detrimento de la planta.