José Viña, uno de los mayores referentes mundiales en longevidad saludable, no promete inmortalidad. Pero sí asegura, con décadas de investigación encima, que la forma en que vivimos impacta directamente en cómo envejecemos. “Ya estamos en el camino de retrasar e incluso revertir la aparición de daños asociados al envejecimiento”, afirma.
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Desde su laboratorio en la Universidad de Valencia, Viña lidera investigaciones pioneras en envejecimiento saludable, fragilidad y prevención del alzhéimer. También dirige la Cátedra de Gerociencia de la Universidad Católica San Antonio de Murcia.

“Cuidarse no es un acto de egoísmo, es una forma de altruismo. Si uno no se cuida, alguien más tendrá que hacerlo”, sostiene el especialista.
Cuatro pilares para llegar bien a los 90
Lejos de las fórmulas mágicas, Viña identifica cuatro pilares fundamentales para una longevidad saludable:
- Nutrición óptima, no mínima: “La dieta debe adaptarse a cada etapa de la vida. A medida que envejecemos, necesitamos más proteínas porque las nuestras se deterioran más rápido de lo que se regeneran”, afirma. En Europa, el 40% de los mayores de 65 años tiene déficit proteico.
- Ejercicio multicomponente y social: caminar no basta. Se trata de mantener fuerza, equilibrio y flexibilidad con rutinas adaptadas a la edad. “Una señora de 90 años no debe hacer lo mismo que un hombre de 65. Además, hacer actividad física en grupo potencia sus beneficios”.
- Gestión del estrés y calidad del sueño: en un mundo hiperconectado, dormir bien es un desafío. “Vivimos bajo luz azul de pantallas, que impide la liberación natural de melatonina. La clave está en preparar el sueño como se hacía antes: menos luz, más calma”.
- Suplementos inteligentes: aunque lo ideal es obtener nutrientes de la dieta, Viña recomienda un multivitamínico general para mayores con bajo apetito o poco acceso a frutas, verduras o proteínas.
Además, destaca el valor de las actitudes emocionales positivas. “Las personas agradecidas viven más. La gratitud, la empatía y el contacto humano protegen frente al estrés crónico”, dice.
El envejecimiento se acelera por contaminación y soledad
Aunque la esperanza de vida aumentó en las últimas décadas, Viña advierte que la calidad de vida no necesariamente acompaña ese incremento. Hoy, muchas enfermedades crónicas se presentan antes. ¿La causa? Un combo peligroso: mal manejo del estrés, sedentarismo y exposición constante a contaminantes.

“La contaminación por plásticos, gases y hasta la lumínica altera nuestros sistemas a niveles sutiles pero sostenidos. Eso, sumado al estrés crónico, envejece más rápido al organismo”, advierte el investigador.
También pone foco en los cambios sociales: “El individualismo extremo y la falta de comunidad nos aíslan. Salimos a la calle como hormigas, sin contacto humano. Y eso no solo afecta el ánimo: también acorta la vida”.
¿Es posible vivir 125 años?
Aunque algunos estudios sugieren que podríamos alcanzar edades récord, Viña es cauto. “La longevidad máxima humana ronda los 110 a 118 años. No creo que lleguemos pronto a los 150. Pero sí podemos aspirar a llegar a los 90 o 100 con independencia y buena salud”, asegura.

Uno de los avances más prometedores, explica, es la medición de la edad biológica a través del reloj epigenético, que analiza la metilación del ADN. “Nos permite saber si alguien tiene 60 años biológicos aunque cronológicamente tenga 70, o viceversa. Eso cambia todo: podemos intervenir antes”, dice.
Viña insiste en que el mayor avance será entender cómo retrasar la fragilidad cognitiva, etapa previa al Alzheimer. Su equipo trabaja en eso: “La prevención es lo único que tiene sentido hoy frente a enfermedades neurodegenerativas”.