“El tipo de trabajo que hacemos hoy y la naturaleza de los problemas que enfrentamos requieren de más pausas, no de menos”. “”Las máquinas trabajan a velocidad constante. Cuanto más rápido mejor. Pero lo que funciona bien para las máquinas no funciona bien para las personas. Nos estamos adaptando a las máquinas y nos regimos por sus mismos patrones: se juzga a las personas por lo rápido que responden, no por sus respuestas”, dice en su libro Pausa. No eres una lista de tareas pendientes Robert Poynton.
“No sos una lista de tareas pendientes” ¿Cuántos de nosotros deberíamos tatuarnos esta frase en cada brazo para recordarnos que necesitamos empezar a desintoxicarnos de esta adicción de hacer y de resolver? Ser eficientes nos da identidad. Nos sentimos en paz si cumplimos y si además pudimos adelantar algo, la satisfacción momentánea y el autorrespeto, nos abrazan. Sin embargo, bien sabemos que esta forma de vivir trae profundas consecuencias. En medio de este hacer sin parar, muchas veces nos perdemos estar presentes en situaciones fundamentales y en nosotros mismos.
Estar muy ocupada ya no es un valor, es un vicio de personalidad que desde hace tiempo no me gusta mostrar.
Para muchas personas, “estar siempre disponible” aún es un valor. Estar siempre ocupado, les genera una cuestionable sensación de progreso, de responsabilidad, de importancia.
Leé también: Incertidumbre, caos y confusión: ¿si yo cambio, todo cambia?
¿Cuántos de nosotros hemos estado ahí? Levanto mi mano. Las anécdotas de situaciones de excesiva disponibilidad son interminables. Por años solía jactarme de eso. Responder mails y WhatsApp de trabajo los fines de semana me hacía sentir bien. Hoy, en ocasiones lo sigo haciendo, pero como ya me da vergüenza, los programo para el lunes. No quiero que se note que estoy trabajando y que otra vez no supe parar. Estar muy ocupada ya no es un valor, es un vicio de personalidad que desde hace tiempo no me gusta mostrar.
Somos muchos los que “a tiempo” estamos pegando la vuelta y entendemos que esos consejos gritados e imperativos que nos dicen cómo hackear la vida, esos cantos de sirena sobre la productividad personal y las falsas recetas de gestión del tiempo, nos aturden y hacen que nos sintamos desolados, agotados, insuficientes y de a poco vayamos perdiendo el sentido.
“Una vida sin pausas no es saludable: influye en cómo nos sentimos. Y si no paramos, la vida se va a encargar de parar y hacerlo y las consecuencias no siempre serán las mejores. Además del costo en salud y cordura, está todo lo que nos perdemos en el camino. Si no nos detenemos, nos perdemos la vista o el camino que tomamos. Nos han entrenado para pensar así”, dice Poynton . En su libro, nos hace una invitación casi urgente a encontrar un ritmo propio, en lugar de aprender herramientas para hacer más eficiente nuestro tiempo, de reconectar con nuestra creatividad y nuestra salud mental.

“Aprender a hacer pausas, a ir más despacio, y ser capaces de parar, puede abrirnos otras ventanas y nuevas posibilidades con nosotros mismos y los demás. Las pausas tienen que ser una forma de vida. Tenemos que cuestionar lo que nos ha traído hasta aquí y preguntarnos a qué le estamos dando nuestro tiempo”, dice el autor que además de ser licenciado en Psicología y filosofía es reconocido mundialmente por diseñar experiencias de aprendizaje para la Universidad de Oxford y por acompañar procesos de transformación en personas de alta exigencia y alto rendimiento.
¿Qué es una pausa y por qué nos hace bien?
“Una pausa es una apertura. Permite e invita a muchos otros tipos de posibilidades. Cuando aprendemos a hacerla parte de rutina, algo cambia.
“En una pausa somos capaces de cuestionar las prioridades, de explorar nuevas ideas y de recuperar la comunicación con nosotros mismos”, dice Poyton y explica que no importa la duración. Una pausa puede ser un momento, una semana, un mes o un año sabático. Lo importante es que ese tiempo venga desde dentro, no desde fuera, y que sea una elección.
“Aunque a veces parezca que cuando nos pausamos estamos retrocediendo, en realidad no es necesariamente así. Hay muchas pausas activas, que son parte de la acción, no se oponen a ella”, explica.
Él nos describe como “marionetas de un mundo que compite por nuestra atención, y el resultado es que nosotros nos hemos adaptado a la tecnología en vez de la tecnología a nosotros” y se pregunta: “¿Qué consecuencias tendrá para el ser humano esa desconexión con su esencia, ese vivir en contra de su naturaleza?”.
Leé también: ¿Tenemos que hacer más o necesitamos quitar aquello que nos pesa y nos sobra?
Poyton dice que ahora, más que nunca, estamos siendo guiados por el tiempo lineal, por el ‘cronos’, y nos recuerda que además, hay otro tiempo que fluye distinto, el que tiene otra calidad, el tiempo de vida que los griegos llamaban “Kairos”.
Hace algunos años, escribí sobre esto en una publicación que titulamos “Kairos. El tiempo sin tiempo. De la inspiración a la oportunidad”.

Tal como dice el autor, “cada uno de nosotros podemos descubrir qué tipo de pausas son las que necesitamos. Es un proceso de exploración y en esa misma exploración hay gran parte del beneficio. Hay que encontrar el propio ritmo. Es esencial y no es nada fácil, pero es un trabajo bonito”. Por supuesto, nos comparte algunas ideas para tratar de que la pausa sea fértil y son las que imaginamos: la meditación, la contemplación, cualquier tipo de manualidades. También le dedica una explicación al impacto que tiene “pensar caminando” en la incorporación de nuevas ideas, y por supuesto a respirar. Nos aconseja que nos demos un respiro, literalmente. “Tomar el aire te cambia física y mentalmente, rompe el círculo vicioso de la prisa y el pánico. El ejercicio de tomar aire, de crear una pausa entre el estímulo y la reacción es fundamental. Quien lo practica sabe que de esta forma es posible, interrumpir hábitos automáticos y recuperar la claridad mental”.
“El espacio vacío es fértil, como lo es el silencio. Pero también ante el silencio solemos sentirnos incómodos, así que lo rompemos”, afirma Python y agrega: “Si uno se silencia, si le das espacio al otro, siempre te devolverá algo valioso”.
Si le damos espacio al otro, y a lo otro, agregaría, si aprendemos a escuchar, a observar, a serenarnos internamente y a esperar que un acontecimiento o una emoción adquiera una forma más equilibrada, una dimensión más real, evitaremos dolores, finales abruptos, reacciones desmesuradas, y seremos testigos de cómo en nuestra vida empiezan a suceder una concatenación de hechos, de una frecuencia diferente, para nosotros y para todos con quienes nos relacionamos de alguna forma.
Que así sea.