Este año no podía llegar a su fin de otra manera que no fuese con un eclipse. Cuando creíamos que la intensidad y los desafíos no podían ser mayores ahora, se precipita en el cielo. Un tiempo inédito ¿Más? Más.
Diciembre está lleno de eventos astronómicos. Muchos de ellos producen fascinación, otros angustia. Para las personas que suelen ver más allá de lo evidente es un momento de serena expectación.
Este domingo y lunes se podrá ver en todo el mundo la lluvia de meteoros de las Gemínidas. Desde la tierra percibiremos este fenómeno como rayos de luz amarillos y en ocasiones, verdes y azules.
Unas semanas después, el 21 de diciembre, seremos testigos de la tan esperada conjunción entre Saturno y Júpiter. Como si esta alineación no fuese suficientemente importante, el 21 es además, el solsticio de verano, lo que significa que es el día de mayor luz para los que vivimos por estas latitudes. Por otra parte, también es el momento en que la Tierra se alinea con el Sol central de la Galaxia. Millones en el mundo, consideran este día como el verdadero inicio de la Era de Acuario. Es un evento tan interesante que merece desarrollarse en muchos más párrafos que los hasta aquí escritos.
Antes que suceda este movimiento, el lunes 14, habrá un eclipse total de sol visible en la Patagonia. Este evento, que ha despertado una vez más un gran interés colectivo, durará 24 minutos. La luna cubrirá por completo al Sol, durante dos minutos y 10 segundos.
“Como es arriba es abajo y como es adentro es afuera”. Este principio hermético existe y nos rige -lo sepamos o no- desde el principio de los tiempos.
Desde la génesis misma de la palabra, eclispe en griego procede del sustantivo ekleipsis que significa, abandono, deserción, desaparición.
En la Antigüedad, el tiempo de eclipses era temido, por desconocimiento, por manipulación de la información a la que sólo accedían los “eruditos” y porque para muchas culturas, como la mapuche, el fenómeno era percibido como la muerte del Sol. Por un momento, la Tierra quedaba a oscuras.
Las palabras no son inocentes. Crean realidad, nos dan sentido. A veces se despliegan en un sinfín de significados y otras sintetizan una incansable variedad de emociones y procesos.
Para las personas capaces de percibir como aquello que sucede “arriba” impacta en nuestras conciencias, en la energía y en los experiencias individuales y colectivas también será un antes y un después.
Desde el lenguaje astronómico, un eclipse solar ocurre cuando la luna pasa entre la Tierra y el Sol. Como este será un eclipse total de sol, el diámetro de la luna se verá mayor que el diámetro del sol. La luna bloqueará toda la luz solar y así viviremos un pequeño momento de oscuridad durante el día.
Definido desde el lenguaje esotérico un eclipse es un un portal evolutivo, un momento de aceleración de los procesos y un reset. Cada uno de ellos precipita un instante en el que se puede destapar con mayor facilidad aquello que estaba en sombra. Para muchos, es tiempo de revelación. En los eclipses, los invitados de honor a la fiesta son las Luminarias, la luna y el sol, que simbolizan el alma y la conciencia, para describirlo sintéticamente. Ocurren siempre en los lugares en donde están transitando los nodos del karma, aquellos que refieren a nuestra misión. Por eso también se los considera como una oportunidad de reajuste, una posibilidad de cambio de dirección.
Los que saben aconsejan quietud externa e interna y hacer oídos sordos al marketing espiritual que pretende pervertir cada movimiento con un rito instragrameable.
Los días de eclipse y de tanto movimiento, necesitan atravesarse en paz y en contacto con nosotros mismos. Otra vez, se propicia una oportunidad de regresar a ese adentro del adentro que recuperamos en la pandemia, por elección o por obligación.
Diciembre es de por sí, un mes sobreestimulado. Para algunos se vuelve inquietante por la convención de ser el cierre de año y por la pulsión colectiva que nos lleva a tener que hacer balances. Diciembre es el estrés de las fiestas y los ecos de otros diciembres trágicos. Es un mes sensible y excesivo.
Por eso, es aún más aconsejable no tomar grandes decisiones, no reaccionar a cada estímulo, ni hacer grandes movimientos.
Un eclipse es también el momento intermedio entre una larga inspiración y una exhalación de alivio. Nos retenemos. Por un instante, nos dejamos suspender.
Durante estos meses, para atravesar las experiencias que tuvimos que vivir, sostuvimos un exceso de atención o un desborde de desolación. En un ritmo frenético o en un tiempo sin fin, estuvimos contenidos, esforzados y haciendo demasiados procesos a la vez. Intentamos entender cómo llegamos hasta aquí, de qué se trata todo esto y por momentos dimos torpes manotazos de ahogado para sostenernos a flote. Sufrimos demasiada exigencia pretendiendo anticiparnos al mundo posible que aún está por emerger. Pronto podremos exhalar y soltar finalmente en paz todo lo que ya no tiene razón de ser, todo lo que cayó por su propio peso, todo lo que se terminó por su propia naturaleza.
Vaciarse, por un momento, es quizás la mejor forma de hacerle lugar a aquello que espera por nosotros.
Siempre hay algo más grande guiándonos. De pronto, de forma inesperada, la Gracia, una bendición, la magia de la vida, un atajo, un golpe de suerte, el buen karma o Dios, nos ayuda a encontrar una dirección o una nueva forma de caminar hacia ella.
Este tiempo también es poesía, como los párrafos de Fernando Pessoa que con su dulzura amarga y contundente clama: “Llega un momento en que es necesario abandonar las ropas usadas que ya tienen la forma de nuestro cuerpo, y olvidar los caminos que nos llevan siempre a los mismos lugares. Es el momento de la travesía. Y si no osamos emprenderla, nos habremos quedado para siempre al margen de nosotros mismos”.
Un movimiento como este, para quien pueda estar en contacto consigo mismo y en serena expectación es una oportunidad, también, de recuperar la fe en que todo está sucediendo así, de la única forma en que puede suceder para nuestro más alto bien y el de todos a la vez.
La certeza de ello, muchas veces nos reencaja el alma en el cuerpo y una nueva fuerza renovada emerge y nos vuelve a poner de pie ante la vida que espera para seguir desplegándose.
Que así sea