Deformación profesional le llaman a aquellas cosas que debido a nuestra profesión las observamos, entendemos o aplicamos diferente que el resto de las personas. El running, hay que decirlo, produce hermosas deformaciones profesionales.
Una de las más curiosas es la manera en que la ciudad (o las ciudades) cambian frente a nosotros al empezar a correr. En mis primeros pasos como corredor, yo me daba cuenta, y cualquiera puede hacerlo, que lo que inicialmente busca un corredor son lugares sin semáforos ni cruces de calles.
Eso nos lleva a las plazas, pero menos de un 1 Km de recorrido queda rápidamente convertido en una rutina claustrofóbica. Entonces, vienen los parques, que aseguran ya algo más de distancia. Pero cuando correr se vuelve algo cotidiano, toda la ciudad adquiere otro sentido.
Las calles son observadas de otra manera, las pendientes son un desafío y vamos conociendo poco a poco cada metro, cada vereda, cada obstáculo y dificultad. Conocemos hasta qué esquina debemos tomar abierta o cerrada.
Aprovechamos todo al máximo. Vemos la ciudad, conocemos la ciudad, vivimos la ciudad. Parece un eslogan municipal o de agencia de turismo, pero es la verdad. Obviamente que quien corra muchos kilómetros por día no va a correr por la ciudad, excepto algunas avenidas de grandes veredas.
Yo vivo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Específicamente en Palermo. Pero antes, viví en otros barrios, y aún más atrás en el tiempo, también corrí en la provincia de Buenos Aires. Claro que he corrido por otros lugares del país en algunas carreras, en los finales, mayormente, porque se suele viajar más para correr trail que calle.
Cuando el trabajo me ha llevado a otras provincias, he corrido por sus parques, he conocido sus calles. Siempre es importante saber por dónde se corre, asesorarse con la gente del lugar.
A medida que corremos en una ciudad la vamos dominando, conociendo bien. Nos sorprendemos cuando descubrimos que algo que para nosotros parecía muy lejano hoy no es ni la mitad del fondo que tenemos que hacer.
Muchos corredores se criaron en pequeñas ciudades a las que uno recorre de punta a punta muchas veces en un entrenamiento. Nos aprendemos cada curva y cada vereda, cada sombra y cada canilla si las hay. Incorporamos mentalmente la distancia entre un punto de referencia y otro.
Siempre es más fácil correr en un parque, pero salvo que uno viva justo pegado al lugar, al menos unas cuadras deberán hacerse para llegar a ese punto. ¿A cuánto está el lector de su lugar de entrenamiento? Seguro que lo sabe perfectamente.
// 5 consejos para correr en días de mucho calor
Muchos piensan que por pasar corriendo uno no ve las cosas, pero la intensidad de correr produce una forma de impresión en nuestros sentidos que hace que uno asocie las imágenes a momentos de forma más perdurable. Conocer la ciudad es conocer cada truco del recorrido. Incluso la pendiente de cada cuadra. Saber cómo cortar camino o como alargarlo. La ciudad nos pertenece al correr por ella.
Por Santiago García.