La extensión de las restricciones y la suspensión de las clases presenciales en el AMBA obliga a las instituciones educativas a incorporar nuevamente la virtualidad como alternativa. Esto constituye un verdadero desafío que implica una adaptación por parte de los padres, que deberán encontrar un equilibrio entre las tareas hogareñas, el trabajo remoto y la educación de sus hijos), y de los niños por segundo año consecutivo.
¿Se puede aprender en un aula virtual?
La educación emocional y su desarrollo en los niños desde la primera infancia es uno de los elementos constitutivos centrales a analizar para responder a esta pregunta. Este proceso de continuo desarrollo de las emociones los ayuda a obtener diferentes habilidades y capacidades para expresarse y comprender las emociones de los demás. Pero, ¿se puede lograr esto a través de una pantalla?
Nuestros niños son la primera generación en el siglo 21 que interactúa de forma permanente con dispositivos digitales. No sólo utilizan este tipo de recursos con mayor naturalidad, sino que forman parte de su identidad individual y colectiva, y constituyen un espacio de formación, intercambio social e interacción con sus pares.
La utilización de dispositivos electrónicos tiene sus ventajas y desventajas. Sin embargo, el punto fundamental es integrar estos recursos a nuestra vida diaria. En este sentido, de ninguna manera podemos incorporarlos como un reemplazo a los espacios tradicionales. El intercambio real en un espacio educativo, sobre todo en los más pequeños, promueve la sensación de pertenencia a un grupo de pares, estimula la adquisición del lenguaje y permite incorporar las normas por parte de terceros como figuras de autoridad por fuera de los padres.
// Coronavirus: cómo evitar que los nenes pasen todo el día pegados a las pantallas
Sin embargo, la virtualidad demuestra ser una alternativa real en contextos adversos, y esto no es del todo negativo. Tanto la interacción como la descarga de contenido en el marco del aprendizaje puede ser un recurso que fomente el desarrollo cognitivo y el conocimiento de los más pequeños. Pero el acompañamiento y el asesoramiento de un adulto responsable es determinante en la incorporación de hábitos saludables que promuevan una integración de los recursos digitales apropiadamente.
Los dispositivos digitales forman parte de la identidad individual y colectiva de nuestros hijos.
En contexto de pandemia, la Asociación Argentina de Pediatría dio algunas recomendaciones a las familias. Por un lado, se recomienda evitar una postura inflexible sobre la utilización de dispositivos, incrementando períodos de receso que fomenten el descanso visual. En línea con esto, los padres deben establecer un ambiente de confianza en el hogar: deben entender las necesidades de sus hijos y acompañarlos según su nivel de madurez, para que puedan acceder a contenidos seguros y aptos para su edad y puedan expresar sus inquietudes y plantear su punto de vista.
Ahora bien, también es importante la gestión del tiempo y la rutina por fuera de lo digital.
Pausemos la conectividad
La niñez y adolescencia se caracterizan por ser etapas en las cuales se establecen los cimientos de los comportamientos que definirán el estilo de vida de esos jóvenes. Sin embargo, la tecnología ha modificado los momentos de ocio de los niños y adolescentes. Ante esto, surge una nueva necesidad: la de limitar el tiempo de uso de pantallas. La falta de límites claros promueve factores perjudiciales para la salud como son una composición corporal pobre, un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares y una disminución de la autoestima.
Incluso en contextos adversos, es recomendable la implementación de una amplia variedad de alternativas de actividades para realizarse por fuera de las pantallas. El intercambio con sus amistades, por ejemplo, promueve el desarrollo saludable de la mente y el cuerpo integralmente.
// Cómo evitar la fatiga visual por la exposición a las pantallas
En conclusión, los padres y los educadores juegan un rol protagónico en la educación y el desarrollo de los niños. En este sentido, construir un buen ejemplo se presenta como un punto de partida clave: empecemos por analizarnos a nosotros mismos, para que luego nuestros hijos adopten aquellas costumbres que en el largo plazo los beneficiarán.
(*) El licenciado Federico Toledo es responsable de la Licenciatura en Psicología de la UADE.