La pechuga de pollo es una de las fuentes de proteína más consumidas en el mundo gracias a su bajo contenido graso y su alto valor nutricional. Sin embargo, la forma en la que se cocina puede marcar una gran diferencia en cuanto a su aporte de nutrientes.
Aunque métodos populares como la plancha o el horno son considerados saludables, expertos en nutrición coinciden en que el mejor método para preservar al máximo las propiedades de la pechuga de pollo es la cocción al vapor.
Cocción al vapor: el secreto para conservar nutrientes
Cocinar al vapor permite que el alimento se prepare sin estar en contacto directo con el agua ni con aceites, lo que evita la pérdida de vitaminas hidrosolubles como la B6, B12 y niacina, esenciales para el metabolismo y el sistema nervioso.

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La cocción al vapor mantiene intactas muchas de las proteínas, minerales y vitaminas que otras técnicas, como el hervido, pueden diluir o destruir. Además, no se necesita añadir grasas, por lo que el resultado es un plato más saludable.
¿Cómo lograr una pechuga jugosa al vapor?
El truco está en no sobrecocerla. Una pechuga fileteada puede tardar entre 10 y 15 minutos al vapor. Agregar hierbas aromáticas como romero, laurel o tomillo al agua del vapor puede aportar un extra de sabor sin calorías adicionales.
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Otra ventaja del vapor es su versatilidad: desde dietas fitness hasta planes de alimentación para personas con problemas digestivos, este método es ideal para todos.
¿Y por qué no a la plancha o al horno?
Aunque saludables en comparación con la fritura, la plancha y el horno pueden generar deshidratación si no se controlan los tiempos y temperaturas, lo que puede endurecer la carne y hacerla menos apetecible. Además, si se usan aceites o se hornea por demasiado tiempo, parte del valor nutricional se pierde.