La ashwagandha (Withania somnifera), conocida también como ginseng indio o cereza de invierno, es una planta originaria de la medicina ayurvédica india utilizada desde hace más de tres mil años.
En los últimos años, su consumo se disparó en Occidente, impulsado por la cultura del bienestar y por su difusión en redes sociales como suplemento “natural” para combatir la ansiedad, mejorar el sueño y aumentar la energía.
Hoy se la encuentra en cápsulas, polvos, infusiones y, combinada con otros adaptógenos, en bebidas o snacks saludables. Sin embargo, aunque muchos usuarios aseguran sentirse mejor, la evidencia científica sigue siendo limitada.
Qué dice la ciencia
De acuerdo con una revisión publicada en 2025, que analizó nueve ensayos clínicos con 558 participantes, la ashwagandha mostró una reducción leve pero significativa de los niveles de cortisol, la hormona del estrés, y una mejora en la calidad del sueño en adultos con insomnio leve. Otro ensayo con 150 participantes halló que 120 mg. diarios del extracto estandarizado mejoraban el descanso nocturno tras seis semanas de consumo.
Sin embargo, los especialistas advierten que la mayoría de estos estudios es de corta duración y con pocos participantes. Además, muchos carecen de doble ciego (cuando ni los voluntarios ni los investigadores saben quién recibe el suplemento o el placebo), un estándar clave para validar los resultados.

“Aunque puede tener beneficios, la evidencia no es suficiente para afirmar que funcione como tratamiento general contra la ansiedad o el estrés”, señala el informe de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) de Estados Unidos.
La advertencia de una médica divulgadora
La doctora Isabel Viña Bas, médica y divulgadora española especializada en Nutrición, publicó en redes sociales una advertencia sobre el uso indiscriminado de este suplemento: “Se habla de sus beneficios para el insomnio, el estrés o la testosterona y aunque puede ser útil en algunos casos, no es para todo el mundo. Si la probaste y no te fue bien, no estás haciendo nada mal: simplemente puede que no sea para vos”
Viña remarcó que su objetivo no es demonizar la planta, sino visibilizar sus efectos secundarios y el riesgo de tomarla sin supervisión profesional.
Los posibles efectos secundarios
Entre los efectos adversos más comunes, se describen el malestar gastrointestinal, la somnolencia y la apatía o anhedonia —una pérdida del interés o placer en las actividades cotidianas— cuando se consume en exceso. También puede interactuar con medicamentos y no se recomienda durante el embarazo o en personas con hipertiroidismo.

“La ashwagandha puede agravar problemas hepáticos de base o causar sedación, especialmente en dosis altas”, advierte Viña. De hecho, Dinamarca prohibió su venta en 2023 ante casos de daño hepático y preocupación por posibles efectos sobre las hormonas reproductivas y tiroideas. Alemania y Francia emitieron alertas sanitarias y Polonia limitó su dosis máxima a tres gramos diarios.
La otra cara de la tendencia
Más allá de la controversia científica, la ashwagandha se ha convertido en un símbolo del bienestar moderno. Se promociona como un ritual de autocuidado: mezclada con leche vegetal, en batidos postentrenamiento o infusiones de “energía natural”.
Pero, como recuerdan los expertos, “natural no siempre significa inocuo”. Los suplementos alimentarios no están regulados como los medicamentos y pueden llegar al mercado sin ensayos clínicos exhaustivos.
En palabras de la divulgadora, “el conocimiento es poder. Si algo no te sienta bien, existen otras alternativas seguras para manejar el estrés y dormir mejor.”
Qué tener en cuenta antes de consumirla
Los especialistas recomiendan consultar con un médico o nutricionista antes de incorporar cualquier suplemento, especialmente si se toman otros fármacos o se padecen trastornos hormonales. Además, destacan que la terapia cognitivo-conductual, el ejercicio regular y la higiene del sueño son estrategias con eficacia comprobada para reducir la ansiedad y mejorar el descanso.
“Hay otras formas de cuidar la salud emocional que sí tienen respaldo científico, y eso no debería perderse de vista”, concluyen los expertos.



