La obesidad se ha convertido en una preocupación creciente a nivel mundial debido a sus efectos devastadores en la salud, especialmente en órganos vitales como los riñones y el hígado.
Entre los daños que produce en los riñones, podemos mencionar:
- Inflamación renal. La obesidad provoca una inflamación crónica que daña directamente los tejidos renales, comprometiendo su función.
- Desequilibrio hormonal. La alteración de hormonas como la insulina y la leptina en personas obesas contribuye al deterioro de la función renal.
- Acumulación de grasa. El exceso de grasa alrededor de los riñones afecta su funcionamiento, lo que agrava aún más el riesgo de daño renal.
Además, la obesidad suele estar asociada con enfermedades como la diabetes y la hipertensión arterial, ambas conocidas por causar daños renales de manera independiente. La combinación de estos factores resalta la importancia de controlar la obesidad para proteger la salud renal y prevenir la progresión hacia la enfermedad renal crónica (ERC) o incluso la enfermedad renal terminal (ERT).
Hígado graso, la nueva pandemia no infecciosa
El hígado graso, o esteatosis hepática, es otra grave consecuencia de la obesidad y los trastornos metabólicos, y está alcanzando proporciones epidémicas a nivel mundial. Según la Endocrine Society, aproximadamente 1 de cada 4 personas en el mundo, es decir, cerca de 2 mil millones de personas, padece hígado graso.
Esta condición está fuertemente vinculada con la obesidad, la diabetes y la hipertensión y aumenta significativamente el riesgo de aterosclerosis, infartos de corazón y accidentes cerebrovasculares (ACV). La prevalencia de hígado graso ha aumentado dramáticamente en los últimos 40 años, impulsada por el consumo excesivo de alimentos y bebidas ricos en azúcares añadidos y grasas saturadas, así como por el sedentarismo, un estilo de vida cada vez más común en la población.
Leé también: Presentan un avance crucial en la lucha contra la enfermedad cardiorenometabólica
La detección temprana del hígado graso es crucial para prevenir la progresión hacia formas más graves de enfermedad hepática. Un diagnóstico preciso requiere un enfoque combinado que incluya historia clínica, pruebas de laboratorio, estudios de imagen y, en algunos casos, biopsia hepática.
Desde cambios en el estilo de vida hasta la cirugía metabólica
Para combatir los efectos de la obesidad en el hígado y los riñones, es fundamental implementar cambios en el estilo de vida.
- Aumentar la actividad física
- Optar por alimentos integrales en lugar de procesados
Abordar los patrones de alimentación emocionales son estrategias clave. En algunos casos, los medicamentos contra la obesidad, bajo la guía de un médico, pueden ser efectivos.
La cirugía metabólica, incluida la cirugía bariátrica, ha demostrado ser una intervención efectiva para mejorar la salud renal en pacientes con obesidad, incluso en aquellos con enfermedad renal crónica terminal. Esta cirugía no solo reduce el deterioro de la función renal, sino que también mejora las posibilidades de éxito en un trasplante de riñón y en los resultados postoperatorios. Además, se ha visto que es una opción segura para donantes de riñón obesos, aumentando así la disponibilidad de órganos para trasplante.
El impacto de la obesidad en la salud renal y hepática es una preocupación urgente que requiere atención inmediata. La combinación de cambios en el estilo de vida, medicamentos y, en algunos casos, cirugía, puede ofrecer un enfoque integral para mitigar los daños y mejorar la calidad de vida de los pacientes afectados.
(*) La dra. Susana Fuentes (M.N. 92.619) es especialista en clínica médica y diabetología. Integra el Equipo de Cirugía Bariátrica y Metabólica del Hospital “El Cruce” de alta complejidad.
