La autoestima es la percepción y valoración subjetiva que una persona tiene de sí misma, basada en la aceptación personal y en el autoconcepto, es decir, cómo se ve, siente y evalúa en relación con sus experiencias, habilidades y relaciones interpersonales.
La autoestima resulta muy importante en nuestra vida porque repercute en el carácter y en el sentido que otorgamos a nuestro valor personal, según explica el psicólogo español Miguel Ángel Rizaldos, quien añade que, de este modo, afecta a nuestra manera de estar, de actuar en el mundo y de convivir con los otros. “Tu manera de pensar, de expresar y sentir tus emociones, de decidir y de comportarte está directamente influenciada por la autoestima que tenés”, dice.

Nuestra autoestima está muy relacionada con el modo en el que sentimos que se nos valora, se nos quiere y se nos aprecia por parte de los demás y también con cómo nos valoramos, aceptamos y queremos.
El experto indica que, cuando logramos tener una autoestima sana, nos sentimos bien con quien somos, apreciamos nuestra propia valía y sentimos orgullo de nuestras habilidades y metas alcanzadas. Por el contrario, cuando la autoestima está baja, sentimos que no le gustaremos a nadie o que nadie nos aceptará o consideramos que nada nos sale bien.
La técnica del espejo
Cualquier persona puede tener problemas con la autoestima a lo largo de la vida, especialmente durante la adolescencia, ya que es cuando estamos descubriendo quiénes somos y cuál es nuestro lugar en el mundo. En la edad adulta, también estamos expuestos a sufrir por problemas de autoestima, cuando pasamos por periodos críticos de nuestra vida como una separación o una pérdida de trabajo.
La buena noticia es que la autoestima no resulta inamovible ni fija de por vida y, cuando sentimos que es baja, podemos aumentarla, entre otras cosas con la técnica del espejo que está basada en la observación personal de cada uno.

Con la ayuda de un espejo podemos mejorar nuestra autoestima y, por medio de varias preguntas, podremos guiarnos observándonos, haciendo nuestra propia introspección y expresando lo que vemos en el espejo cuando nos miramos. Antes de empezar, se recomienda que recopilemos una información previa que sería responderse preguntas como las siguientes:
- ¿Cuándo te mirás en el espejo te ves lindo/a?
- ¿Pensás que tenés cosas buenas que aportar a los demás? ¿Cuáles?
- ¿Creés que les gustás a tus amigos, familiares y compañeros de trabajo tal y como eres?
- ¿Qué cambiarías de tu apariencia?
- ¿Cuándo te sentís y te ves bien, te sentís más seguro de vos mismo?
¿Cómo llevarla a la práctica?
Una vez hayamos respondido a estas preguntas, será hora de ponerse frente al espejo e ir respondiendo a estas preguntas:
- ¿Qué ves en el espejo?
- ¿Cómo es la persona que te mira desde el espejo?
- ¿La conocés?
- ¿Qué cosas buenas tiene esa persona?
- ¿Qué cosas malas tiene quien te mira desde el espejo?
- ¿Qué es lo que más te gusta de esa persona?
- ¿Cambiarías algo de la persona del espejo?
Debemos hacer el esfuerzo de ver todas las características positivas que tiene la persona que vemos en el espejo, es decir, nosotros, y así aprenderemos a reconocerlas. Tal vez, nos podemos impresionar cómo nos decimos cosas positivas que percibimos de nosotros mismos y que con frecuencia no reconocemos, ni valoramos.
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También sería bueno apoyarnos en la información que den de nosotros amigos o familiares: saber si estamos de acuerdo con lo que opinan de nosotros o qué cosas ven ellos en nosotros que no tengamos en cuenta. Con esta técnica, podremos saber cuál es la imagen de nosotros mismos, cómo nos percibimos, qué impresión creemos dar y trabajar sobre los aspectos más relevantes y potenciar aquello que vemos más positivo.



