Las muelas de juicio, también llamadas terceros molares, suelen aparecer entre los 17 y 25 años. En la mayoría de los casos, su irrupción viene acompañada de molestias, infecciones o falta de espacio en la boca. Esto ha llevado a que durante décadas se generalice la práctica de extraerlas, muchas veces de manera preventiva, incluso antes de que aparezcan complicaciones.
Sin embargo, expertos como el doctor Enrique Solano, español catedrático de la Universidad Alfonso X El Sabio, advierten que esta práctica está siendo revisada. “La indicación de extraerlas ya no es sistemática. Hoy se evalúa cada caso según los síntomas, la posición del diente, el acceso para la higiene y si hay riesgo de patologías”, explicó.
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Cuando la muela erupciona en una posición funcional, no afecta a otras piezas y puede mantenerse limpia, no hay razón para retirarla. En cambio, si genera inflamación, apiñamiento dental, caries en la pieza contigua o infecciones, la extracción sigue siendo el camino indicado.
Una pieza con valor biológico inesperado
Más allá de los aspectos odontológicos clásicos, hay una novedad que pone a las muelas de juicio en otra categoría: su potencial en medicina regenerativa. Recientes investigaciones del Centro Nacional de Investigación de Ingeniería de Biomateriales de China revelaron que las muelas de juicio contienen células madre mesenquimales con capacidad para regenerar tejidos, algo que podría aprovecharse en tratamientos de hueso, piel y hasta nervios.

Estas células, presentes en la pulpa dental, tienen propiedades muy similares a las extraídas de médula ósea, pero con una obtención mucho menos invasiva. La posibilidad de conservar las muelas extraídas y criopreservarlas para su uso futuro está cada vez más cerca de convertirse en una opción viable.
“Las muelas de juicio, que antes se descartaban sin más, pueden ser fuente de vida en un futuro cercano”, afirman los investigadores. Esta perspectiva pone en discusión la práctica rutinaria de desechar estas piezas sin considerar su valor biológico.
Cuidar lo que antes se descartaba
Algunos bancos dentales en países como Estados Unidos y Japón ya ofrecen el servicio de almacenamiento de dientes por su contenido de células madre. En estos casos, la muela se extrae en condiciones controladas, se procesa y se conserva en frío para un eventual uso terapéutico. Aún no es una práctica extendida, pero marca una tendencia: lo que hasta ahora era basura clínica, podría convertirse en una herramienta médica.
Esto no significa que todas las muelas de juicio deban conservarse, pero sí que el enfoque médico está cambiando. La recomendación de los especialistas es clara: cada caso debe evaluarse individualmente, con criterios médicos, anatómicos y, ahora también, biotecnológicos.
El rol clave del diagnóstico temprano
Una revisión periódica con el odontólogo permite anticiparse a las posibles complicaciones. Mediante estudios como radiografías panorámicas, el profesional puede determinar si la muela de juicio representa un riesgo, si es viable conservarla o si conviene programar su extracción.

El seguimiento a tiempo es clave para evitar que un proceso simple se convierta en una urgencia quirúrgica. Pero además, en este nuevo escenario, también permite decidir si vale la pena preservar ese tejido con fines médicos.
Lo que viene: odontología regenerativa
Aunque todavía está en fase experimental, el uso de células madre provenientes de piezas dentales promete abrir una nueva era en la medicina personalizada. Reparar huesos dañados, tratar enfermedades autoinmunes o incluso regenerar neuronas son algunas de las aplicaciones que ya se están estudiando con resultados prometedores.
En este contexto, las muelas de juicio pasan de ser un dolor de cabeza a una posibilidad terapéutica. Como tantas veces ocurre en ciencia, lo que antes se descartaba sin pensar, hoy podría ayudar a salvar vidas.