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    SIBO: causas y factores de riesgo de una patología que provoca anemia, estreñimiento y diarrea

    Columnista invitada (*) | El sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado es un frecuente motivo de consulta médica.

    Andrea Lo Bianco
    Por 

    Andrea Lo Bianco

    28 de octubre 2024, 11:25hs
    Ante un fuerte dolor abdominal, se debe consultar a un especialista. (Foto: Adobe Stock)
    Ante un fuerte dolor abdominal, se debe consultar a un especialista. (Foto: Adobe Stock)

    La microbiota intestinal agrupa todos los microorganismos presentes en el sistema digestivo humano, entre ellos bacterias, virus, hongos, arqueas y protozoos, en concentraciones de 10-14 UFC/ml. Un desequilibrio en la cantidad o composición de estos microorganismos, conocido como disbiosis, puede alterar la homeostasis y facilitar el desarrollo de patologías como el SIBO (sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado).

    La microbiota intestinal es el conjunto de bacterias, levaduras, hongos, virus y otros microorganismos. (Foto: Adobe Stock)
    La microbiota intestinal es el conjunto de bacterias, levaduras, hongos, virus y otros microorganismos. (Foto: Adobe Stock)

    El SIBO se refiere a la colonización excesiva del intestino delgado por bacterias que normalmente habitan en el colon. Aunque su diagnóstico aún es objeto de debate, se define clínicamente por una concentración bacteriana superior a 10⁵ UFC/ml. Los síntomas comunes del SIBO incluyen distensión abdominal, sensación de saciedad rápida, dolor en la región abdominal media, diarrea (a veces con esteatorrea), estreñimiento, malabsorción de nutrientes y anemia.

    Causas y factores de riesgo

    Las causas del SIBO son variadas y frecuentemente interrelacionadas. Entre ellas se encuentran:

    • Cirugías abdominales, como el bypass gástrico y la gastrectomía.
    • Hipoclorhidria (baja producción de ácido en el estómago).
    • Alteraciones estructurales en el intestino delgado, incluyendo adherencias y diverticulosis.
    • Enfermedades como la enfermedad de Crohn, el síndrome del intestino irritable (SII), enfermedad celíaca y diabetes, que pueden afectar la motilidad intestinal.

    La prevalencia de SIBO es alta en enfermedades inflamatorias intestinales (EII), afectando hasta al 80% de los pacientes con EII.

    Diagnóstico y tratamiento del SIBO

    El diagnóstico de SIBO se realiza idealmente mediante cultivo de fluido intestinal, pero en la práctica clínica se emplea mayormente el test de aire espirado (TAE), que mide la producción de hidrógeno o metano tras la ingesta de lactulosa.

    Según la American Gastroenterological Association, el tratamiento de primera línea para el SIBO incluye antibióticos de amplio espectro como la rifaximina, el metronidazol o la neomicina, por un periodo de 1 a 2 semanas. En algunos casos, se recetan también fármacos que mejoran la motilidad intestinal.

    Además, se sugiere una dieta antiinflamatoria que reduzca los alimentos fermentativos. La dieta baja en FODMAP (oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentables) ha demostrado ser eficaz, aunque debe implementarse de forma temporal (4-6 semanas) bajo supervisión profesional. Esta dieta se estructura en tres fases:

    1. Restricción (2-6 semanas): se eliminan alimentos ricos en ciertos carbohidratos fermentables, como cebollas, ajos, legumbres, y algunos lácteos.
    2. Reintroducción de alimentos de forma estratégica, dónde los pacientes prueban estos alimentos en pequeñas cantidades para identificar sus tolerancias específicas.
    3. Personalización a largo plazo, según la tolerancia individual.

    El uso de probióticos podría ayudar a restablecer el equilibrio microbiano, mejorar la motilidad intestinal y reducir la producción de hidrógeno y metano, aunque su recomendación específica aún genera debate.

    Lee también Cómo saber si padecemos SIBO y cuáles son los síntomas que nos ponen en alerta

    Se ha demostrado que el manejo del estrés mediante técnicas como la meditación, el yoga y la terapia cognitivo-conductual puede ayudar a reducir los síntomas del SIBO al mejorar la motilidad intestinal y regular el sistema nervioso entérico. Si no se trata, el SIBO puede llevar a complicaciones a largo plazo, como deficiencias crónicas de vitaminas liposolubles (A, D, E y K), deterioro óseo debido a la mala absorción de calcio, y una alteración del sistema inmunológico intestinal.

    SIBO, una condición real, aunque posiblemente sobrediagnosticada

    Su evaluación debe considerarse dentro de un contexto clínico adecuado, siendo críticos en la interpretación de pruebas diagnósticas como el TAE, debido a la posibilidad de falsos positivos.

    El tratamiento antibiótico, combinado con un manejo dietético y de estilo de vida, ha demostrado ser efectivo, aunque se necesita más investigación para clarificar la fisiopatología y optimizar las estrategias de tratamiento y prevención.

    (*) Andrea Lo Bianco (M.N. 12.289 – M.P. 7.288), licenciada en Nutrición, profesora en Ciencias Naturales, Postgrado en Microbita y en patologías Digesto absortivas, docente universitaria.

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