Hay historias que impactan, nos conmueven y quedan grabadas en el inconsciente colectivo, aunque silenciadas por el tiempo. Muchas de esas historias, como la de Patricio Meza, merecen ser rescatadas, paso a paso, porque aún hoy nos siguen sacudiendo los cimientos al transmitirnos su mensaje de fe en la ciencia y, especialmente, en las propias fuerzas internas. Una combinación que, a la hora de sortear los momentos límites, parece ser infalible y muy necesaria.
Patricio, el tren y un trágico cambio de destino
La familia Meza es numerosa, está compuesta por Sergio y Marcelina, 8 hijos y 11 nietos. Patricio es el tercero en la línea de descendencia. En 2001, tenía 16 años y, por entonces, estudiaba y ayudaba a su papá con el trabajo en la bicicletería familiar. El martes 27 de noviembre, estaba arreglando la moto de un cliente y necesitaba reemplazar un repuesto. Apenas pasado el mediodía, se montó en su bici y fue en busca de una pieza nueva, pero al pasar por las vías del ferrocarril de Del Viso, su destino cambió: un tren lo atropelló. Patricio voló 6 metros y todo su cuerpo impacto sobre el suelo. El accidente le dio un giro brutal al futuro de este adolescente que había empezado a descubrir un mundo de sensaciones y de amistad, especialmente a través de la lectura de libros como El Principito, que le generaban asombro y admiración.
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Cuando llegó la ambulancia, y según los médicos, Patricio estaba en una posición extraña, tenía el brazo muy torcido y en el lugar había mucha sangre, pero él aún respiraba. Un minuto después tuvo un paro cardiorrespiratorio. Pasaron otros dos minutos y volvió a tener latidos cardíacos y, a partir de aquí, comenzó su otro derrotero, la lucha por sobrevivir, por revertir los daños físicos y emocionales que había sufrido y empezar de nuevo en una nueva oportunidad que le daba la vida.
El peor de los diagnósticos vs la esperanza
Estuvo internado en el hospital de Pilar, el diagnóstico era severo: el tren lo había golpeado en la nuca y esto le produjo un traumatismo de cráneo encefálico (TEC), y entre otras lesiones, una fractura de cráneo y edema. Estaba en coma 4, con muerte clínica, su estado era irreversible. Sin embargo, ninguno de los inquietantes partes médicos logró apagar la luz de la esperanza, Sergio y Marcelina tenían la convicción interior de que pronto Patricio despertaría de la pesadilla.
Lo trasladaron, pasó de este hospital al Austral donde estuvo en terapia intensiva, sin respuesta a los estímulos dolorosos, no se despertaba con nada. Los médicos dijeron que su estado era catastrófico, es decir, que estaba en la antesala de la muerte. Portaba un virus respiratorio que mutaba permanentemente y no lo dejaba en paz y padeció, por intercurrencia, neumonía y requirió cirugía pulmonar. Lentamente, mediante diferentes tratamientos lograron que Patricio estuviera estable, el riesgo de la muerte estaba un poco más lejos, pero aún el cuadro era grave.
Marcelina recuerda que “ya no nos decían que iba a morir, toda su parte clínica se estaba resolviendo, pero el resto estaba ahí, era una incógnita…”
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Entre la tercera y cuarta semana, Patricio tuvo apertura ocular. Los médicos sabían que esto podía ocurrir, pero eso no significaba que fuera a recuperarse. Para la familia fue la señal que estaban esperando: ahora sí, Pato iba a superar y salir de la pesadilla.
Estuvo seis semanas internado en el Austral, durante la última, empezó a interactuar más y cuando entraba la familia a la habitación su frecuencia cardíaca aumentaba. “Pato me escuchaba, él me escuchaba, yo estaba segura”, dice su mamá.
No importaba lo qué dijeran los médicos, ellos seguían su intuición, ese hilo que los conectaba directo al corazón de su hijo. Marcelina empezó a leerle el cuento de Los tres árboles, uno de sus preferidos, pero un día lo perdió, entonces siguió con El Principito.
Dos pacientes luego de un trauma pueden presentar los mismos síntomas, pero no necesariamente presentaran la misma evolución, hay algunas lesiones que son reversibles y otras no, y de la misma manera las lesiones reversibles pueden presentar una recuperación total o parcial y tardar desde días hasta años en evolucionar.
“En los útlimos tiempos, Patricio había descubierto el placer de la lectura y, mientras yo hacía las tareas domésticas, solía seguirme por toda la casa compartiéndome lo que estaba leyendo, especialmente, los capítulos que hablaban sobre la amistad”.
En cambio, Sergio le cantaba al oído el tema que más le gustaba, Pequeño gigante, el de Sergio Denis, ese que los unía: “Ayudame, a quererte siempre, a escucharte siempre, ayúdame, a pintar la casa de luz y esperanza, ayúdame…”. Y comenzaron a sacarle medicación para generar el despertar, el que no sería de un día para el otro, pero que mantenía encendida la luz de la esperanza de los Meza.
El despertar de Patricio Meza
El 5 de marzo de 2002, lo trasladaron a FLENI, el instituto de rehabilitación de Escobar. Técnicamente estaba en estado vegetativo, con desconexión total con el mundo que lo rodeaba, aunque con períodos de vigilia y sueño. Una batería de médicos, enfermeras, terapistas ocupacionales, kinesiólogos, fonoaudiólogos, musicoterapeutas y psicólogos cognitivos intervinieron en el programa de estimulación multisensorial y farmacológico al que Patricio fue sometido.
Mediante estímulos visuales, auditivos, somatosensoriales, gustativos y olfatorios sistematizados acompañados de estimulación farmacológica, evaluaron su grado de procesamiento cerebral y de respuesta a órdenes simples. Usaron también estudios de imágenes como la resonancia nuclear, tomografía, estudios funcionales (resonancia magnética funcional–fMRI) y de neurofisiología.
Marcelina no dejaba de hablarle y hablarle, ella notaba que en esos momentos su frecuencia cardíaca aumentaba. No era una sensación, los monitores, con sus gráficos y sonidos, lo confirmaban. Los médicos empezaron a pensar que quizá Patricio estaba teniendo algún grado de procesamiento cerebral y de conexión con el medio que no estaban visualizando clínicamente. Entonces, sobrevino un estudio científico que comparó su grado de procesamiento cerebral ante estímulos diferentes: la voz de su madre, un estímulo de impacto emocional y la de alguien no familiar.
A modo de ritual, la voz de Marcelina leyendo el capítulo 21 de El Principito quebraba el silencio e inundaba la habitación y, en esos momentos, en el cerebro de Patricio se activaba el área relacionada con la emoción. Dos semanas después de su llegada al centro de rehabilitación, un día, cuando Sergio hizo una broma, Pato despertó lanzando una carcajada. Ya no se trataba de una percepción, ni de la intuición: estaba de nuevo acá, conectado a la realidad.
Melania Ron, jefa de Terapia Ocupacional (M.N. 925) del mismo centro, que participó del tratamiento de Pato sostiene que “dentro de los desórdenes de conciencia hay diferentes clasificaciones: coma, estado de mínima conciencia, síndrome de vigilia sin respuesta o emergencia del estado de mínima conciencia. La investigación hoy da sustento a que los estímulos personales (fotos, videos, voces de familia, amigos, etcétera.) logran otro nivel de respuestas que si estimulamos con objetos no significativos para la persona. La tecnología hoy en día es una herramienta que utilizamos para poder detectar estos niveles de respuesta cuando utilizamos estimulación significativa para la persona”.
En 2004, el resultado de esta experiencia basada en el caso de Patricio, realizada por el equipo de investigación del área de Rehabilitación, Imágenes, Neurología Cognitiva y Neuropsiquiatría de FLENI, fue publicada en el Journal of Neurology, Neurosurgery and Psychiatry.
¿Es común esta respuesta de Patricio? ¿Toda persona con un traumatismo de cráneo grave debe realizar rehabilitación? ¿Se puede esperar la misma evolución que en su caso? Mariano Pirozzo (M.N. 119.938), jefe de Neurocirugía de la clínica La Sagrada Familia, desde su amplia experiencia opina que “No todos los accidentes y enfermedades generan el mismo tipo de lesiones a nivel del sistema nervioso central. Dos pacientes luego de un trauma pueden presentar los mismos síntomas, pero no necesariamente presentaran la misma evolución, hay algunas lesiones que son reversibles y otras no, y de la misma manera las lesiones reversibles pueden presentar una recuperación total o parcial y tardar desde días hasta años en evolucionar”.
“Lo que hay que destacar es que es muy difícil predecir en todos los casos cómo responderá cada paciente por lo que siempre que se pueda se debe realizar un tratamiento multidisciplinario de rehabilitación”, agregó.
Cómo se produjo la reconexión neuronal en el cerebro dañado de Patricio
Según Pirozzo, “el cerebro responde en primera instancia resolviendo las lesiones orgánicas de la misma manera que lo hace el resto del cuerpo, disminuyendo el edema, reabsorbiendo la sangre, cicatrizando… todos estos aspectos son el target de la atención medica en primera instancia, luego existen algunos mecanismos de neuroplasticidad, que es la capacidad del sistema nervioso de modificarse para formar conexiones nerviosas en respuesta a la información nueva, a la estimulación sensorial y esto es a donde apunta la rehabilitación”.
“La rehabilitación tiene el desafío de detectar de forma precoz estos niveles de respuestas e implementar diferentes estrategias de estimulación para maximizarlos. Dentro del daño cerebral adquirido hay predictores de recuperación, la edad, la causa de la lesión, el nivel de asistencia médica recibido al momento del traumatismo son primariamente los predictores de la recuperación sumado con los mecanismos de plasticidad cerebral” añade la terapista.
Al cabo de un año de tratamiento de rehabilitación, Patricio pudo mover una de sus manos. Permaneció en FLENI hasta los 24 años, y durante todo ese tiempo fue dejando diferentes huellas: la de la perseverancia, la del optimismo, la de amar la vida por sobretodo.
Ron explica que “la evidencia científica nos dice que la motivación tiene un rol muy importante en la rehabilitación, pero cuando hablamos de daño cerebral adquirido no solo es la motivación de la persona, sino la importancia del contexto, su familia, amigos, comunidad y todos los que forman parte, la cultura, los valores también juegan un rol importante durante todo el proceso de rehabilitación”.
Y agrega: “Realizar una actividad por más simple que nos pueda parecer (llevarse la mano a la boca) probablemente sea un desafío muy grande para una persona que emerge de un estado de mínima conciencia, pero si a esta acción, llevarse la mano a la boca le ponemos una motivación (por ejemplo, comer un chocolate) el desafío es diferente y como profesionales sabemos que los logros van a ser mayores”.
La evolución
Cuenta Marcelina que Patricio le dijo que durante la pesadilla que pasó se “sentía atrapado, sin poder expresar lo que sentía”. Y ahora que había logrado liberarse mediante risas y episodios de llanto desconsolado, era el momento de lograr una mayor evolución.
Estuvo otros seis años en INECO sometido a una terapia cognitivo- conductual que le dio “muchas pilas”. Y, según Marcelina, como no todos los lugares de rehabilitación son eternos, terminó una etapa para empezar otra.
En noviembre de 2019, se fueron a San Carlos de Bariloche. Ahí está CENEBA, el centro de rehabilitación de Guillermo Giustozzi, su primer kinesiólogo y con quien Pato tenía buen feedback. Además, el lugar le cambió la energía. Todo resultó muy positivo para su evolución ya que estaba en una meseta y pudo avanzar.
La pandemia retuvo a Patricio en Buenos Aires y pasó varios meses muy complicados, con acompañamiento terapéutico online y a la espera de poder volver y quedarse en la ciudad patagónica.
Hoy Patricio tiene 37 años, aún no puede caminar ni gatear, pero sí puede hablar, pararse y pasarse a la silla de ruedas, todo lo hace con cierto “delay”. Logró terminar la escuela secundaria, hizo algo de computación y terminó la carrera de Comunicación Social en la Universidad Austral.
A veces se anima a escribir y a dibujar, su vieja pasión. Además, tiene un nuevo emprendimiento en el que trabaja junto a su acompañante terapéutico: el cultivo de cactus.
Nada lo detiene, a todo le pone mucha garra. “Su brazo derecho le funciona lento. El izquierdo tiene una distonía y, por momentos, temblor, pero él sigue intentando, sigue…”, dice con emoción Marcelina.
“Desde el momento en que la persona comienza a recuperar el contacto con el mundo que lo rodea la rehabilitación comienza a ser más activa por parte del paciente. En este punto la fuerza de voluntad juega un rol fundamental”, amplia Pirozzo.
Patricio sabe que su misión se está cumpliendo porque está mostrándole el camino a quienes padecen problemas similares a los de él. Quizá no haya advertido que él es el pequeño gigante de la canción que le cantaba su papá, es como El Principito del libro que le leía su mamá, ese ser extraterrestre que en su vínculo con el terrenal zorro, aprendió que lo esencial es invisible a los ojos y que no hay tiempo perdido en lo que se está cultivando, que todo es un proceso y que lo importante es el objetivo final.