La pérdida total del olfato después del COVID-19 se da hasta en el 40 por ciento de los casos, según la Sociedad Británica de Rinología. Previo al coronavirus, había en el mundo alrededor de un cinco por ciento de personas que no olían, de acuerdo a datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
A juzgar por lo observado y documentado, esta anosmia post coronavirus, (tal como se denomina la pérdida del olfato) ocurre en ausencia de congestión nasal o rinorrea, lo que contrasta con otras enfermedades respiratorias, señalan la presidenta de la sociedad, Claire Hopkins y sus colegas, que escribieron un informe en Lancet Infectious Diseases.
"El paciente transita por esta discapacidad y, más allá de la incomodidad lógica, lo grave es que se pierde el estado de vigilancia o de alerta que brinda el sentido del olfato: no puede, por ejemplo, sentir el olor del humo en un incendio", advierte a Con Bienestar la doctora Stella Maris Cuevas, otorrinolaringóloga y experta en olfato (M.N. 81.701).
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Si bien ya está claro que la pérdida de la capacidad olfatoria puede ser un aviso de contagio de COVID-19, ahora estudian los tiempos de recuperación de este sentido una vez superada la enfermedad.
"Los datos que se manejan es que entre el 30 y el 85 por ciento de los afectados por el SARS-CoV-2 presentan alteraciones de olfato y de gusto. Si bien no hay todavía evidencia científica suficiente, se espera que el COVID-19 afecte este sentido de forma similar a otras anosmias virales que prolongan la pérdida hasta un par de meses luego del alta médica", sostiene la especialista.
El camino hacia la recuperación del sentido
"La mayoría de los pacientes recuperan la capacidad de oler, de saborear o de degustar en el transcurso de la enfermedad. Algunos comienzan a oler de manera distorsionada. Esto resulta muy molesto y se conoce con el nombre de disosmia. Es un indicador de buen pronóstico, porque progresivamente van recuperando el sentido. A otros, les puede quedar la secuela y su recuperación en algunos casos, será muy lenta", indica Cuevas.
La especialista asegura que el hecho de no oler, aísla al paciente, lo deprime y le produce frustración. Su vida diaria puede verse complicada en los siguientes aspectos:
- No saben si hay escape de gas.
- No detectan si se está quemando algo.
- No reconocen una comida en mal estado.
- No pueden trabajar en ciertas ocupaciones o profesiones. Por ejemplo, en el campo de los perfumes o cata de vino / yerba / té.
La recuperación demandará un tratamiento con neurorregeneradores (antioxidantes), complejos vitamínicos y en algunos casos se necesitará de una terapia especial.
"Como el cerebro tiene neuroplasticidad, es decir capacidad para aprender, se realizan ejercicios usando olores conocidos y significativos para la persona, en especial aquellos que le evoquen recuerdos de seres queridos, situaciones o lugares. El progreso dependerá siempre del estado cognitivo del paciente, y el aprendizaje irá ampliándose de acuerdo a la respuesta", finaliza Cuevas.