El cuerpo responde a un estímulo físico y provoca, o bien una erección o la lubricación de los genitales femeninos. A primera vista, todo el mundo respondería que esa persona está excitada y desea mantener relaciones sexuales, pero no tiene por qué ser el caso. Y es que a veces el cuerpo responde de forma automática, pero la mente no acompaña. Se trata de una excitación no deseada o sin concordancia.
Pese a que es un hecho conocido por los expertos, no todo el mundo parece entender que una persona esté excitada y sin embargo no quiera mantener relaciones sexuales. Aunque sí se entiende al contrario, cuando una persona desea mantener relaciones, pero su cuerpo no responde como quisiera.
Lo explicaba de forma muy visual la educadora sexual Emily Nagoski, en la charla TED que realizaba el pasado año, en la que ponía de ejemplos a varias parejas que, en la práctica de sus juegos sexuales lograban que ella lubricase, pero no que se sintiera mentalmente excitada. Sin embargo, en vez de tener en cuenta las palabras o los sentimientos de la otra persona, se argumentaba que su cuerpo hablaba por ella.
“Si salivo cuando muerdo una manzana podrida, ¿alguien puede decir: ‘dijiste que no, pero tu cuerpo dijo que sí?”, explica Nagoski en su charla, cuestionando que la única forma real de saber si alguien quiere sexo es preguntando.
Una respuesta física pero no emocional
La explicación de esta excitación física sin concordancia la daba el bioquímico y divulgador científico Pere Estupinyà en su libro S=EX². “En condiciones normales, la excitación física y mental están íntimamente relacionadas, pero en ocasiones alguien puede sentirse mentalmente excitado o excitada y sus genitales no reaccionar en absoluto y en otras producirse una respuesta genital, sin que haya una sensación subjetiva de estar excitado”.
Para entender por qué ocurre hay que tener en cuenta que “la excitación sexual puede desencadenarse tanto por un estímulo mental como por un proceso puramente físico”. Así, recuerda que de hecho, “se generan orgasmos espontáneos durante el sueño, hay casos publicados de orgasmos mientras se hacen ciertos ejercicios gimnásticos o, dependiendo de la altura de su lesión, algunos paralíticos pueden tener erecciones y orgasmos por estimulación genital directa, sin que ninguna información proceda o llegue del cerebro”.
Los casos más complejos de esta excitación no deseada son sin duda los orgasmos involuntarios que pueden llegar a ocurrir durante una violación. En concreto, Estupinyà cita un estudio de 1999 en el que de 158 víctimas de violación, el 21% admitieron que sí habían experimentado respuesta física placentera, pese a que todas, sin excepción, describían el suceso como mentalmente devastador.
Ante estos casos, el bioquímico argumenta que si bien el estrés suele disminuir la respuesta sexual, en contadas ocasiones puede provocar el efecto contrario, precisamente “incrementando el flujo sanguíneo de los genitales y favoreciendo la lubricación”. Quizás como una medida defensiva ante el dolor y como una forma de hacer huir a la mente ante el miedo de la situación.
Si bien esta excitación involuntaria es más común en mujeres, también se han recogido datos de hombres “que han experimentado placer durante abusos forzados”.
Excitarse y desear no es lo mismo
La cuestión de los orgasmos involuntarios durante los abusos sexuales es más compleja que otras excitaciones no concordantes, precisamente por la culpabilidad que genera en la víctima la incomprensión de este suceso.
La controversia que genera este tabú la demostró la viralidad de un hilo abierto por un terapeuta en el foro estadounidense Reddit al respecto, en el que relataba que “he atendido a más mujeres con este problema de las que puedo recordar. A menudo sale a relucir en algún momento durante la terapia, y es extremadamente violento e incómodo para la víctima hablar sobre ello. Sin embargo, una vez que se ha sacado a la luz la víctima puede observar su reacción con honestidad y empezar a sanar”. El hilo recibió más de 4.000 respuestas.
Las claves a esta cuestión las aborda la sexóloga María Esclapez, que expone que “el deseo es un estado mental y la excitación es un estado físico”. De esta forma insiste en que “no tiene por qué haber deseo necesariamente para que se produzca excitación”. La prueba es tan sencilla como que, en un momento de inapetencia o cansancio, “se observe, en video, alguna escena sexual. Al cabo de 10-15 minutos, atendiendo a todo lo que ocurre en esa escena, me gustaría que focalizaran la atención a sus genitales. Es un reflejo, las mujeres habrán lubricado y los hombres probablemente tengan una erección”. Pero eso no quiere decir que necesariamente quieran tener relaciones sexuales en ese momento, ya que para eso influyen otros muchos factores.
De esta forma, la solución es tan sencilla como escuchar lo que dice la otra persona y no fijarse solo en sus genitales. “Cuando le sugieres a la gente la posibilidad de preguntarle a la pareja si quiere mantener relaciones sexuales o si le está gustando lo que se está haciendo, la mayoría no cree que eso ‘proceda’ porque entienden que ‘eso se sabe’ o ‘se nota’, cuando la realidad es que la respuesta fisiológica puede no ser concordante con lo que la pareja desea o piensa”, insiste la experta.
El problema de fondo una vez más es la falta de una educación sexual reglada, ya que como recuerda Esclapez “la educación sexual también explica conceptos como el consentimiento, el consenso, la comunicación, la tolerancia y el respeto”.
Otras situaciones sin concordancia
Por su parte, la también sexóloga Zoraida Granados, expone que hay otras muchas situaciones en las que se puede dar esta excitación sexual no deseada. Un caso más común es la visita al ginecólogo. “Cuando nos están realizando una prueba citológica, examen vaginal o rectal nuestro cuerpo, en estas situaciones de nervios, incluso desconocimiento de los procesos, puede reaccionar lubricando para anticipar y disminuir el dolor o incomodidad”.
Igualmente, Granados insiste en que es tan sencillo de entender como que “existen situaciones en que el contexto nos excita, por ejemplo ver una película porno, leer una novela erótica,…pero eso no implica necesariamente que deseemos tener relaciones sexuales, ni intimar o masturbarnos en ese mismo lugar y momento”, por ejemplo si estamos leyendo en el metro. Algo similar a lo que les ocurre a los hombres con las erecciones que tienen por la noche de forma autónoma.
Al final, se trata de falta de conocimiento sobre nuestra propia respuesta sexual, que no es ni mucho menos tan sencilla y básica como pensamos.
Otro caso relacionado con esta excitación no deseada es la llamada excitación genital persistente. La experta lo define como “una excitación física (genital) excesiva y no deseada, que implica un aumento del riego sanguíneo en los órganos genitales y un aumento de las secreciones vaginales sin deseos de actividad sexual”.
Se trata de casos más extremos en los que “la excitación puede durar horas, días o meses y los orgasmos se producen uno tras otro, pero solo calman los síntomas por un momento para regresar más tarde, por lo que tener una vida normal resulta sumamente problemático”.
Teniendo en cuenta que en estos casos las mujeres que los sufren lo viven con gran angustia, cabe matizar que el hecho de establecer un cuadro clínico para esta excitación hace que pueda ser mejor comprendido para la sociedad, que el caso de un orgasmo involuntario en otro contexto, como puede ser un abuso sexual, aunque la explicación pueda ser similar. Al final, se trata de falta de conocimiento sobre nuestra propia respuesta sexual, que no es ni mucho menos tan sencilla y básica como pensamos.