En un mundo donde la salud y la longevidad están influenciadas por numerosos factores, un reciente estudio publicado en The Lancet Public Health confirma una disparidad alarmante: los graduados universitarios en Estados Unidos viven, en promedio, 11 años más que aquellos que no completaron la escuela secundaria.
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La investigación, realizada por el Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud (IHME) de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington, se basa en datos de 3.110 condados del país entre 2000 y 2019 y refleja cómo la educación impacta directamente en la esperanza de vida.
Una brecha en aumento
El informe revela que en las últimas dos décadas la diferencia en la expectativa de vida según el nivel educativo pasó de 8 a 11 años. Mientras los graduados universitarios experimentaron un aumento de 2,5 años en su esperanza de vida, alcanzando los 84,2 años, aquellos sin diploma de secundaria vieron estancada su expectativa en 73,5 años, posicionándose en el puesto 137 a nivel mundial si fueran considerados como un país independiente.
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“En Estados Unidos, una mayor formación académica se traduce en mejores oportunidades laborales, mayores ingresos y menor exposición a riesgos para la salud”, señaló la investigadora estadounidense Laura Dwyer-Lindgren, autora principal del estudio. “Esto coloca a las personas en una mejor posición para acceder a atención médica de calidad y mantener un estilo de vida saludable”.
Geografía y desigualdad
El análisis también muestra marcadas diferencias según la región. Mientras en el centro de Colorado se registró una alta expectativa de vida para todos los niveles educativos, en el sudeste del país, los Apalaches y Dakota del Sur, las tasas fueron significativamente menores, especialmente entre quienes no terminaron la escuela secundaria. En estos últimos casos, la esperanza de vida osciló entre los 57,9 y los 90,1 años, una brecha de más de 32 años entre los condados con mejores y peores indicadores.
Los inmigrantes también desempeñan un papel clave en esta ecuación. En California, por ejemplo, las personas sin diploma de secundaria mostraron mejoras significativas en su esperanza de vida en comparación con otras partes del país, lo que podría explicarse por la gran población migrante del estado. “Los inmigrantes suelen tener una mayor longevidad que los nativos, probablemente debido a los factores que determinan quién puede emigrar y a qué oportunidades accede”, detalla el estudio.
Educación, género y empleo
El informe también destaca una diferencia de género en la expectativa de vida según el nivel educativo. Las mujeres sin secundaria tenían una esperanza de vida de casi 72 años, mientras que la de los hombres era de apenas 68. Además, la brecha de longevidad entre los menos y más educados creció más entre los hombres que entre las mujeres durante los 20 años analizados.
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Los investigadores advierten que esta brecha creciente en la esperanza de vida refleja inequidades estructurales que van más allá de la educación. “El acceso a trabajos mejor remunerados, la estabilidad laboral y el acceso a la salud son factores que están directamente relacionados con el nivel educativo, y esto repercute en la longevidad”, concluye el estudio.
Con estos datos sobre la mesa, la investigación plantea interrogantes sobre cómo reducir estas desigualdades y qué políticas públicas podrían implementarse para cerrar la brecha en la esperanza de vida, garantizando un acceso equitativo a la educación y la salud.