El gaslighting es un tipo de abuso psicológico que puede presentarse en distintos ámbitos de la vida: en relaciones de pareja, en el trabajo, en la familia e incluso en entornos sociales. Se trata de una estrategia de manipulación que busca sembrar dudas en la víctima sobre sus recuerdos, pensamientos y emociones, haciéndola sentir confundida, insegura y aislada.
Leé también: Síndrome de Casandra, el mal de las personas que sienten que no son tenidas en cuenta
Si bien el término ha ganado popularidad en los últimos años, su origen se remonta a 1938, cuando se estrenó la obra de teatro Gas Light, posteriormente llevada al cine. En la historia, un hombre manipulaba a su esposa apagando y encendiendo las luces de la casa y luego negaba haberlo hecho, con el objetivo de que ella creyera que estaba perdiendo la razón.
Cómo opera el gaslighting en las relaciones
Este tipo de manipulación es frecuente en relaciones tóxicas, especialmente de pareja. En muchos casos, el agresor oculta su abuso con actitudes encantadoras o socialmente aceptadas, lo que dificulta aún más que la víctima y su entorno reconozcan lo que está ocurriendo.
“El gaslighting es una forma de abuso emocional en la que una persona usa tácticas inconscientes para controlar a otra”, sostiene la psicóloga y autora Marny Lishman (Estados Unidos). “La víctima puede sentirse desestimada, invalidada y con dudas sobre su propia percepción de la realidad”.
El agresor suele recurrir a frases como:
- “Estás exagerando, eso nunca pasó”.
- “Siempre malinterpretás todo”.
- “¿Otra vez con lo mismo? Sos demasiado sensato”.
Estos comentarios buscan minimizar los sentimientos de la víctima y hacerle creer que es ella quien está equivocada.
Los efectos psicológicos del gaslighting
El impacto de este tipo de manipulación puede ser devastador. Las víctimas suelen experimentar ansiedad, depresión, pérdida de autoestima y dificultad para confiar en los demás. En casos más graves, puede derivar en trastorno de estrés postraumático (TEPT).
“Los efectos pueden variar de leves a graves, pero siempre dejan secuelas”, afirma la psicóloga estadounidense Darlene Lancer. “Entre los síntomas más comunes se encuentran la confusión, el aislamiento, la autoinculpación y la sumisión ante el agresor”.
Un estudio de la Línea Nacional de Atención sobre Violencia Doméstica en Estados Unidos reveló que el 74% de las mujeres víctimas de violencia doméstica habían sufrido gaslighting por parte de su pareja.
Además, investigaciones sobre el trastorno narcisista de la personalidad (TNP) indican que este tipo de comportamiento es común en personas con tendencias narcisistas, lo que sugiere que el gaslighting no es un hecho aislado, sino una estrategia deliberada utilizada en muchas relaciones abusivas.
La importancia de un entorno de apoyo
El gaslighting no solo afecta a la víctima, sino también a quienes la rodean. Muchas veces, amigos y familiares pueden ser manipulados para dudar de la persona afectada.
“Es clave contar con vínculos sociales sanos que permitan reconocer la manipulación”, sostiene Betjan. “Cuando estamos expuestos a la violencia psicológica de manera constante, nuestra identidad y confianza se ven socavadas”.
Detectar este tipo de abuso es el primer paso para salir de él. Buscar apoyo en seres queridos y acudir a un profesional de la salud mental puede ser fundamental para recuperar la seguridad en uno mismo y reconstruir la autoestima.
El gaslighting es una forma de violencia invisible pero real. Identificarlo y ponerle un límite es clave para evitar sus consecuencias emocionales a largo plazo.
