Parecen un poco robóticas, pero las mascaras de diodos emisores de luz son la nueva cara del cuidado de la piel y brindan una experiencia de gabinete a un producto que cualquiera puede usar en casa.
Los fabricantes de mascaras dicen que pueden mejorar el acné, reducir las líneas finas que aparecen con el envejecimiento, igualar el tono de la piel y darle un brillo general. Esto se hace simplemente sentándose con el dispositivo puesto durante unos minutos, dejando que la luz ilumine el rostro.
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“En la clínica, los beneficios van desde el rejuvenecimiento de la piel (producción de colágeno, líneas finas y arrugas, pigmentación) hasta la curación (uso de luz infrarroja cercana)”, dice Laurence Newman, experto en tecnología de la salud y el bienestar, de Francia. Reducir la inflamación tiene más beneficios que simplemente reducir el enrojecimiento: cuando se usa en ciertas áreas del cuerpo, la fototerapia puede ayudar a reducir el dolor e incluso curar tejidos más profundos.
El tipo de tratamiento y su efecto dependerá del color de la luz empleada, el cual está directamente relacionado con la franja de longitud de onda. Los más comunes son luz LED roja, azul y verde, aunque la mayoría de estas máscaras incluyen muchas más opciones:
- Luz roja: una de las más populares por su poder de penetración profundo que tiene un impacto en la producción de colágeno, es decir, ayuda a difuminar las pequeñas arruguitas y las líneas de expresión.
- Luz azul: es antibacterias, lo que significa que es beneficiosa para el acné (o antiacné), especialmente porque también reduce la inflamación y acelera la curación. La luz led azul también tiene efecto purificante.
- Luz verde: la mejor contra las manchas por su efecto en las células productoras de melanina. El efecto del led verde es especialmente eficaz con la hiperpigmentación de todo tipo, ya sea por la edad o el sol.
- Luz blanca: combina todos los colores y, por lo tanto, sus beneficios. Destaca su efecto glow e iluminador.
- Luz naranja: recomendada para tratar pieles apagadas y con falta de luminosidad.
- Luz amarilla: la que usarán las pieles con rosácea por su capacidad para reducir sus principales síntomas. También se recomienda en caso de quemaduras solares.
- Luz cian: tiene efecto antiinflamatorio, por lo que es la indicada para reducir el acné y afecciones como las rojeces.
- Luz morada: conocida por su poder regenerador, es la más efectiva con las cicatrices y pequeñas marquitas de acné.
Glynis Ablon, dermatóloga y profesora clínica asociada de la UCLA (en Estados Unidos), afirma haber observado efectos espectaculares en sus pacientes sometidos a terapia con luz azul. “Lo que notarán, sólo con estos LED, es que su acné mejora, que el nivel de lesiones inflamatorias se reduce y que su piel en general empieza a tener mejor aspecto”.
En cambio, la luz roja y la casi infrarroja tienen longitudes de onda más largas que pueden dirigirse a las células de la piel o penetrar más profundamente en el organismo. Según Barolet, cuando la luz de esta gama penetra en las células, “desencadena una reacción en cadena” en las mitocondrias. Este proceso metabólico produce varias moléculas importantes, como ATP y óxido nítrico, que son fundamentales para funciones corporales básicas como la producción de energía y un flujo sanguíneo sano.
¿Valen la pena las máscaras LED?
“Depende de cuánta publicidad estés viendo”, señala el doctor Steven Daveluy, dermatólogo certificado y director de programas del Departamento de Dermatología de la Universidad Estatal de Wayne. “Existe alguna evidencia preliminar de que pueden ser útiles, pero la evidencia es limitada”.
Se necesitan estudios más amplios que comparen directamente las máscaras LED con los tratamientos tradicionales, remarca Daveluy, aunque puede ser normal que solo se realicen estudios más pequeños cuando algo es nuevo.
Si bien los beneficios como la mejora de los signos del fotoenvejecimiento y el aumento del colágeno pueden tardar algunos meses, la luz roja puede calmar la inflamación en una sola sesión de 10 minutos, el período de exposición recomendado por los dermatólogos.
“Tiene una base científica real y funciona clínicamente”, afirma Zakia Rahman, profesora clínica de dermatología de la Facultad de Medicina de Stanford (EE. UU.); “pero no va a tener el nivel de efecto espectacular que tendrían tratamientos más agresivos en un entorno médico”.
