“Aunque no podemos adivinar el mundo que será, bien podemos imaginar el que queremos que sea” Eduardo Galeano.
Defender la alegría, sostener la certeza de que todo este movimiento nos dejará en un mejor lugar y mantenernos en la superficie es un desafío diario.
Lo que nos viene de afuera nos obliga a hacer un entrenamiento constante para no creer que esos mundos posibles están ya determinados y que lo único que nos espera es más muerte, más peligro y más dolor.
El tiempo de incertidumbre no termina. Se demora en llegar un presente y una visión de futuro que nos alivie las preguntas y que nos contenga para encontrar ese nuevo lugar en el cual hacer pie y construir lo nuevo con la certeza de que estamos a salvo.
Si nos distraemos, nos toman las voces que vaticinan caos, enfermedad y catástrofes, y nos alejamos de aquello que en verdad nos sostiene. Nuestras conversaciones se vuelven monotemáticas, incentivan el miedo y reafirman el peligro. Empezamos a actuar solamente de forma preventiva y a la defensiva de amenazas posibles creadas por otros, o imaginarias. Nos empezamos a sentir presos, y presas.
Nos anulamos en nuestra capacidad de ver lo bueno, las posibilidades, las nuevas formas que están empezando a emerger, los impulsos de una nueva reconexión con la vida y lo que sí está bien.
Muchas veces un refugio infalible es el silencio. Otras, es un abrazo, una mirada cómplice, una conversación sobre el bien que nos recuerde lo importante. Un refugio es la meditación, reencontrar el orden en nuestra casa, hacer un simple movimiento de mejora, un acto de solidaridad, una sonrisa a un desconocido y cualquier palabra benevolente reparadora para otro y por favor, que así sea también para nosotros mismos.
Lo que siempre nos salva es el arte. Hay arte en la vida cotidiana. Todo es una creación. Tenemos la capacidad de aprender a mirar lo que nos rodea y lo que nos sucede con otros ojos. Necesitamos recordar que todo es sagrado y rebelarnos contra aquello que nos quiere convencer de que el mundo está perdido y que nosotros naufragamos en él.
A veces, cuando estamos drenados, cansados, tristes y vencidos, podemos hacer pie en las visiones de otros y recuperar la poesía.
Hay demasiadas voces hablando, vaticinando el caos, criticando cada intento de mejora, señalando la carencia y reforzando esa odiosa idea de que todo tiempo pasado fue mejor.
También hay quienes nos transmiten otras visiones de mundos posibles que nos devuelven al corazón. Eso también es refugio y resistencia.
Refugio y resistencia es también no olvidarnos de que tenemos derecho a soñar. En esos sueños despiertos, también hay potencial de creación de algo nuevo que es posible de ser manifestado.
Hace más de 20 años, el gran maestro Eduardo Galeano publicaba un texto necesario. Así como Maturana estaba convencido de que la Declaración de Derechos Humanos estaba incompleta porque le faltaban tres derechos fundamentales, el periodista y escritor uruguayo reclamaba uno más que le daría sentido a todos los que sí estaban enunciados.
Para Humberto Maturana, era fundamental sumar el derecho a equivocarse, a cambiar de opinión y a irse sin que nadie se ofendiera.
Para Galeano, ninguno de los derechos humanos descritos en la declaración de las Naciones Unidas, podría existir si no sumábamos el derecho a soñar.
El Derecho a soñar
“Vaya uno a saber cómo será el mundo más allá del año 2000. Tenemos una única certeza: si todavía estamos ahí, para entonces ya seremos gente del siglo pasado, y, peor todavía, seremos gente del pasado milenio. Sin embargo, aunque no podemos adivinar el mundo que será, bien podemos imaginar el que queremos que sea. El derecho de soñar no figura entre los treinta derechos humanos que las Naciones Unidas proclamaron a fines de 1948. Pero si no fuera por él, y por las aguas que da de beber, los demás derechos se morirían de sed”. Con estas palabras, Galeano reclamaba frente a la falta. Después, el uruguayo enunciaba estas posibilidades para mejorarnos la vida.
Deliremos, pues, por un ratito. El mundo, que está patas arriba, se pondrá sobre sus pies:
- En las calles, los automóviles serán pisados por los perros.
- El aire estará limpio de los venenos de las máquinas y no tendrá más contaminación que la que emana de los miedos humanos y de las humanas pasiones.
- La gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor.
- El televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia y será tratado como la plancha o el lavarropas.
- La gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar.
- En ningún país irán presos los muchachos que se nieguen a hacer el servicio militar, sino los que quieran hacerlo.
- Los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas.
- Los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas.
- Los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos.
- Los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas.
- El mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra por siempre jamás.
- Nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión.
- Los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle.
- Los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos.
- La educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla.
- La policía no será la maldición de quienes no pueden comprarla.
- La justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda.
- Una mujer, negra, será presidenta de Brasil, y otra mujer, negra, será presidenta de los Estados Unidos de América. Una mujer india gobernará Guatemala, y otra, Perú.
- En Argentina, las locas de la Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria.
- La Santa Madre Iglesia corregirá algunas erratas de las piedras de Moisés. El sexto mandamiento ordenará: “Festejarás el cuerpo”. El noveno, que desconfía del deseo, lo declarará sagrado.
- La Iglesia también dictará un undécimo mandamiento, que se le había olvidado al Señor: “Amarás a la naturaleza, de la que formas parte”.
- Todos los penitentes serán celebrantes, y no habrá noche que no sea vivida como si fuera la última, ni día que no sea vivido como si fuera el primero.
Que así sea