Uno de los principales síntomas de los ataques de pánico, ansiedad o crisis nerviosas son la falta de aire, los mareos y la sensación de que sobreviene un ataque cardíaco. Con la pandemia por COVID-19, aumentaron en el país las consultas cardiológicas por palpitaciones debido al estrés, cansancio, miedo, incertidumbre, aislamiento, angustia, ansiedad y soledad, entre tantos otros factores que desencadenaron el aislamiento y el pánico social generalizado por la enfermedad, sumado a la situación económica del país. Ahora, ¿pueden realmente los ataques de pánico dañar el corazón? La respuesta es “sí”.
Con Bienestar dialogó sobre esta problemática, que afecta a tres de cada diez personas en el mundo (alrededor del 30% de la población global) y a unos 6 millones de argentinos, con el cardiólogo Hernán Provera (M.N. 112.732), que aseveró que el estrés es uno de los principales problemas de la población global. En ese sentido, explicó que “el ataque de pánico es un episodio de estrés agudo y, por lo tanto -de no tomar cartas en el asunto y buscar ayuda profesional para poder controlarlo-, puede terminar perjudicando la salud cardiovascular”.
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Provera señaló que el estrés -padecido aproximadamente por 8 de cada 10 argentinos- “es un factor de riesgo para las enfermedades del corazón, al mismo nivel que la hipertensión, el tabaquismo, la obesidad y la diabetes, por citar algunos ejemplos. Si no se controla, puede generar daños coronarios graves”, advirtió. El especialista no desestimó los ataques de pánico que, si bien no suelen tener un desencadenante físico, sí provocan deterioro en el organismo.
“El ataque de pánico es un extremo del trastorno de ansiedad y, por lo tanto, estrechamente relacionado a la patología cardíaca”, precisó el especialista tras revelar que por lo general -y cuando se lo experimenta- el paciente siente a su corazón y se asusta.
“La aparición de la ansiedad, tristeza y desesperación debido al coronavirus y otros asuntos naturales de la vida del ser humano, han potenciado este trastorno. Al estar tantas horas encerrados entre cuatro paredes, ésta es una reacción habitual e instintiva de las personas y su cuerpo. El miedo, uno de los sentimientos más presentes en estos momentos, es una emoción desagradable, pero a la vez saludable, necesaria y adaptativa. Es una respuesta lógica de nuestro propio organismo y que, además, se ve incrementada al no ser de carácter individual sino colectivo”, argumentó.
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En esa misma línea, explicó que todas esas emociones tienen la función de “preservar la vida y movilizarnos para defendernos ante una amenaza o peligro, en este caso el virus que acecha al mundo. Sin embargo, no podemos permitir que el miedo o la falta de certezas nos paralicen”. A su vez, añadió que “es normal experimentar estas reacciones en un contexto como el actual”, aunque sugirió que esta etapa sea aprovechada para cuidar las emociones y aprender a regularlas mejor. Por último, advirtió prestar atención a las señales del cuerpo y, en caso de presentar un ataque de pánico, consultar con un profesional de la salud.
¿Qué es un ataque de pánico?
Un ataque de pánico es un episodio repentino de miedo intenso que provoca reacciones físicas graves cuando no existe ningún peligro real o causa aparente. Quien lo padece siente que pierde el control de su cuerpo o que está teniendo un ataque cardíaco. La sensación más comentada entre aquellos que lo sufrieron alguna vez es que se siente “como que uno se va a morir”.
Muchas personas tienen solo uno o dos ataques en toda su vida y el problema puede desaparecer cuando se resuelve una situación estresante de índole personal o profesional. Sin embargo, en caso de padecer ataques inesperados y recurrentes, es posible que se esté sufriendo del “trastorno de pánico”.
A pesar de que estos ataques en sí mismos no ponen en riesgo la vida de las personas, pueden provocar mucho miedo y afectar, de manera significativa, la calidad de vida de la gente y, consecuentemente, el corazón. Si bien suelen aparecer sin previo aviso, con el paso del tiempo pueden volverse recurrentes y desencadenarse a causa de situaciones con común denominador.
Algunas investigaciones sugieren que la reacción natural de nuestro cuerpo de luchar o huir del peligro está relacionada con los ataques de pánico. Por ejemplo, si un oso nos persiguiera, nuestro cuerpo reaccionaría de manera instintiva. La frecuencia cardíaca y la respiración se acelerarían inmediatamente, ya que el cuerpo se prepara para una situación potencialmente fatal. Muchas de las mismas reacciones suceden cuando se padece un ataque de pánico. Sin embargo, se desconoce por qué ocurren cuando no hay un peligro evidente.
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Síntomas
Los ataques de pánico suelen comenzar de forma súbita, sin advertencia. Pueden aparecer en cualquier momento: cuando estás conduciendo, en un centro comercial, en una reunión social sin preocupaciones o en medio de una reunión de negocios. Pueden ser ocasionales o recurrentes. Pese a tener muchas variantes, los síntomas suelen alcanzar su punto máximo en apenas minutos. Cuando desaparece, la persona queda fatigada y exhausta. Algunos de los síntomas son:
- Sensación de peligro o fatalidad inminente.
- Miedo a perder el control o a la muerte.
- Taquicardia y palpitaciones.
- Sudor.
- Temblores o sacudidas.
- Falta de aliento u opresión en la garganta.
- Escalofríos.
- Sofocos.
- Náuseas.
- Calambres abdominales.
- Dolor en el pecho.
- Dolor de cabeza.
- Mareos, sensación de desvanecimiento o desmayos.
- Sensación de entumecimiento u hormigueo.
- Sentimientos de irrealidad o desconexión.
Uno de los peores aspectos de los ataques de pánico es el miedo intenso a que se repitan. Ese terror es tan fuerte que suele llevar a las personas -por asociación e instinto- a evitar determinadas situaciones y lugares que le rememoran aquella mala experiencia.