Después de balbucear excusas, el diputado Ameri le echó la culpa a la tecnología. La misma que le permite ser uno de los pocos privilegiados que en este país hoy tienen trabajo y lo hacen remotamente. “La velocidad de internet en el interior es mala” dijo.
Le recuerdo al diputado que, con lo que ahorra en no tener que ir al Congreso, podría contratar un enlace de backup. “Pensé que se había perdido la comunicación”, remarcó.
Es menester recordar a los diputados que si la conexión se corta, deben llamar a la mesa de ayuda, para volver a entablar la conexión. Que si fuera verdad que se le cortó la conexión, era medio difícil que la mesa de ayuda se enterara mientras él tenia una teta en la boca.
Debió dejar el sostén en su lugar y llamar inmediatamente al soporte para seguir brindando sus servicios a nuestra nación. El problema es que la tecnología funciona. Y nos deja ver cada día más el desinterés de la clase política. La tecnología es impiadosa, no esconde.
Podemos grabar, buscar, verlos desde casa. Cada palabra, cada movimiento, cada acto hoy es público gracias a la tecnología. La tecnología evoluciona y lo que no tiene calidad, se muere, se extingue y se olvida. Cientos de aplicaciones vanguardistas hoy casi no las recordamos, ya que la evolución las sepulta y entierra.
Debió dejar el sostén en su lugar y llamar inmediatamente al soporte para seguir brindando sus servicios a nuestra nación.
Ese proceso hace que solo lo mejor de la tecnología sobreviva y por un corto plazo, hasta que otra lo supere. Lamentablemente, la política no está basada en la tecnología. De lo contrario, el diputado Ameri nunca hubiera llegado a echarle la culpa.
(*) Julio López es periodista especializado en tecnología y redes sociales.
