"Auschwitz empieza donde alguien ve un matadero y piensa: son solo animales"
- Theodor W. Adorno
Así como el racismo y el sexismo, el especismo como forma de opresión es milenario, pero toda injusticia llega a su fin. Las injusticias son insostenibles, sobre todo, cuando una parte de la sociedad lucha para acelerar estos procesos. Nosotros, activistas antiespecistas, abogamos por la liberación animal. Así como no podríamos habernos callado frente a una situación esclavista de humanos hace 200 años, hoy decidimos alzar nuestras voces para hablar por las especies silenciadas.
Todos los días, mundialmente, son asesinados 153 millones de animales terrestres solo para consumo alimenticio. Hablando de la pesca, tenemos 3 mil millones de animales por día asesinados. De esos 3 mil millones, dos tercios son devueltos al mar, muertos, porque son especies no deseadas. Entonces, nos quedan mil millones, de los que el 54% son destinados a alimentar a otras especies que luego son asesinadas para consumo humano, quedándonos solamente 460 millones de animales marinos utilizados para consumo directo. Consideremos entonces la cantidad de humanos que habita este planeta. Solamente en dos días y medio, si este sistema alimenticio fuera dirigido a nuestro exterminio, acabaría con nuestra especie.
// Los animales y la Argentina dicotómica, civilización o barbarie
En el 2012, Philip Low finalizó una investigación que llevó a la "Declaración de Consciencia de Cambridge", firmada por otros doce neurocientíficos de primer nivel, entre ellos Stephen Hawkins. En la declaración concluyen:
" ... el peso de la evidencia indica que los seres humanos no son los únicos que poseen los sustratos neurológicos necesarios para generar conciencia. Animales no humanos, incluyendo todos los mamíferos y pájaros, y muchas otras criaturas, incluyendo los pulpos, también poseen estos sustratos neurológicos”.
En esta declaración, se manifiesta que los animales no humanos poseen sintiencia, por lo tanto estados de consciencia similares a los nuestros, estados del sueño, intereses de vida, subjetividad, etc. Teniendo esto en claro entendemos que los animales deben tener consideración moral y ser sujetos de derecho. El mínimo respeto que les podemos otorgar, y también el más esencial, es el derecho a la vida.
Sumando a la lista de pruebas otorgadas por la comunidad científica, sabemos que la Organización Mundial de la Salud y la Sociedad Argentina de Nutrición, entre otras instituciones y de las agrupaciones más importantes a nivel mundial en materia de salud, han dicho que podemos llevar una alimentación basada en vegetales en toda etapa de nuestra vida, incluso previniendo y revirtiendo enfermedades como el cáncer, la diabetes, las enfermedades coronarias, la osteoporosis, y otras más. Entonces, frente a estas conclusiones científicas no podemos quedar indiferentes. Una de ellas nos dice que no necesitamos comer animales para estar saludables y la otra nos dice que matarlos es cruel, ya que sufren igual que nosotros. Entonces, quitando la necesidad de la ecuación, solo queda el gusto, la tradición y la comodidad.
Todos los días, mundialmente, son asesinados 153 millones de animales terrestres solo para consumo alimenticio.
En cuanto al impacto ambiental, la ganadería genera más gases de efecto invernadero que toda la industria de transporte junta. Alimentar a los animales demanda 16 kg. de comida vegetal por kg. de carne que sacamos de sus cuerpos, comida que podría ser dirigida directamente a consumo humano. Dejando así en claro que cada vez que compramos 1 kg de carne estamos tirando 15 kg de comida a la basura. De esta manera, el 70% de las tierras cultivables del mundo están destinadas a la ganadería (información de la ONU y la FAO).
La ONU anunció hace pocos meses la urgencia climática en cuanto a los gases de efecto invernadero producidos por la industria ganadera. Es necesario reducir un 90% el consumo de productos animales para el año 2030 para evitar llegar al punto de no retorno en orden de calentamiento global y así prevenir el desencadenamiento de catástrofes ambientales que anuncian una ciudad de Buenos Aires bajo el agua para dentro de 30 años, el hielo del Ártico completamente derretido, desertificaciones y climas extremos. Esto llevaría a una inmensa cantidad de refugiados, superior que la de todos los refugiados por guerras en la historia. En lineamiento con esa alerta, el Senado Nacional declaró la emergencia climática y ecológica hace pocos días.
Nosotros, activistas veganos convocados por Direct Action Everywhere Buenos Aires y Acción Animal decidimos entrar a la pista central de la Expo Rural en pleno evento porque encontramos necesaria la visibilización de la explotación animal. Porque, justamente, este espacio es un centro de naturalización de la tortura y el asesinato que viven los animales utilizados para consumo humano, donde las familias llevan a sus hijos e hijas que desde chicos ven a los animales dentro de jaulas, mordiendo las cadenas. Ven a los animales encerrados y siendo montados. Y cuando los ven, no ven a los animales entrando al matadero. Ven animales cepillados, los animales de exposición.
Los animales que vemos nosotros, en el marco de las vigilias de Buenos Aires Animal Save en las puertas de los mataderos, entran con prolapsos anales, tumores, lastimados, golpeados, temblando de miedo, gritando y también muchas veces tirados en el piso, exhaustos, sin poder aguantar el viaje. Por eso, digo: nuestra intervención pacífica busca visibilizar estas prácticas que tenemos sobre otras especies, criadas para ser asesinadas, torturadas toda su vida.
La Expo Rural, así como es para el campo una ventana para mostrar sus costumbres, fue para nosotros una ventana para mostrar la verdad. Nuestros activismos son no-violentos, siguiendo la ideología de Gandhi y Luther King. Decidimos irrumpir en el evento levantando carteles en la pista central, sin agredir a ninguna persona presente en la pista ni en las gradas. Consideramos que no es violento, más allá de que la irrupción comenzó con más de 40 personas ingresando a la pista central, porque la verdadera violencia es la que necesita ser dicha; porque si nosotros por el simple "respeto" al evento no decimos la verdad, entonces ¿quién la dice? Porque la verdad es que la ley avala el sometimiento de especies enteras hasta su muerte, porque nosotros no podemos pertenecer a la masa silente; porque la verdad nos quema el pecho y tenemos la responsabilidad moral de decirla, de informar a la gente, porque el conocimiento es poder. Si una ley es injusta, lo moralmente correcto es desobedecerla.
Decidimos entrar a la pista central de la Expo Rural en pleno evento porque encontramos necesaria la visibilización de la explotación animal.
Entramos a la pista central sabiendo que podíamos correr peligro con respuestas violentas de los concurrentes o participantes, pero nunca imaginamos este tipo de respuesta. Nos corrieron con los caballos, nos pegaron con fustas, tiraron a compañeros al piso y los patearon, los revolearon, los pisaron con caballos, nos amenazaron con cuchillos. Nosotros habíamos entrado y ya nos estábamos yendo, siempre comunicando que estábamos ahí por los animales y que ya terminábamos.
Hubo compañeros y compañeras que recibieron golpes de fusta en la cara. Además, la seguridad privada nos acompañó hasta la salida pateándonos los tobillos intentando provocarnos, mientras nos decían "la próxima cobran". Entonces, ahora me pregunto, ¿si fueran perros y gatos, la Expo Rural existiría en nuestro país? En China es habitual comerlos, acá sería un escándalo. Porque la diferencia es cultural, está en nuestra percepción, no en la realidad. Actuemos en consecuencia de nuestra moral y alineemos nuestras acciones. Si estamos en contra de la explotación animal, no la financiemos. Hasta que la última jaula esté vacía, nos van a escuchar.
(*) Estanislao Kuron es activista vegano y coordinador del Buenos Aires Animal Save.