La experiencia que vivimos en Chernobyl fue, es y será absolutamente inolvidable. Con el equipo con el que trabajamos durante una semana (David Santistebe, Maximiliano Heiderscheid y Federico Romero) pudimos comprobar la presencia de la tragedia.
¿Qué significa esto? Que las radiaciones están en todas partes. El dosímetro nos fue indicando el detalle. En algunos lugares los niveles eran de 36, 40 ó 41, cifras que se permiten. En otros, de 100, 200 y hasta 700, números que están por arriba de la norma del lugar.
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La tragedia se evidencia en la ciudad fantasma de Pripyat. Allí los edificios, muchos de ellos cubiertos por una vegetación de una gran exuberancia, demuestran los restos de la vida que hubo. Era una ciudad de élite y privilegiada: tenía cine, teatro y hasta supermercados, algo que solamente había en pocas ciudades de la Unión Soviética.
Esto da la pauta de lo que significó esa ciudad fantasma en costo de vidas, proyectos, sueños e ilusiones. Muchos de los que vivían allí, murieron. Aquellos que sobrevivieron están en el presente expuestos a una vida de frustración.
¿Qué representa ese sarcófago gigante, en donde aún está la evidencia de la radiación? Es una catástrofe, pero también representa un engaño al que fueron sometidos todos aquellos a los cuales se les ocultó la verdad.
No solo la de la tragedia, sino la de la causa que estuvo motivada por un error humano que expuso la precariedad de la construcción de aquellas centrales nucleares a las que se promocionaba como de una técnica superior pero que les faltaba todo.
Eso que le faltaba los hubiera protegido aún a los que fueron responsables. A todos les costó la vida, los sueños, los proyectos y las ilusiones.