Juan Emilio Ameri ya no es diputado. En tiempo récord fue desplazado luego de que el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, le pidiera al legislador del Frente de Todos la renuncia, con razón indignado por su falta total de decoro en medio de una sesión. Indignación que fue compartida por el presidente Alberto Fernández y, en fin, por todo el oficialismo, aparte de la oposición y la sociedad toda.
Sin embargo, no suscitó en el Frente de Todos otras situaciones escandalosas recientes como el grosero desplazamiento de dos camaristas que confirmaron el procesamiento de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner en un causa de corrupción y de un juez que se aprestaba a juzgarla en otra del mismo tenor, una medida sobre la que esta semana deberá expedirse la Corte Suprema.
// El diputado Juan Emilio Ameri protagonizó un juego sexual en vivo en plena sesión
Tampoco el Frente de Todos se indignó por una cesión de la Cámara baja en la que los diputados presentes estaban ausentes y los ausentes presentes; que temas de enorme relevancia se quieran tratar de modo virtual sin el necesario consenso que debe haber con la oposición o que la vicepresidenta le corte el micrófono a un senador opositor, por no ir más atrás y citar otras situaciones bochornosas.
Más allá de que la actitud de Ameri es tremendamente lamentable –en particular porque trasciende lo meramente sexual y refleja el desprecio hacia la labor parlamentaria, encima en medio de una crisis sanitaria y económica sin precedentes-, el ahora exdiputado por Salta parece haberse convertido en una especie de chivo expiatorio para el oficialismo frente a las demás obscenidades.
Sin embargo, el episodio podría convertirse en una gran oportunidad para repensar los mecanismos de representación política, que hace rato que están en crisis no solo en la Argentina, sino en muchos otros países. Y que posibilitaría que el oficialismo, pero también las oposiciones, sintonizaran mejor con sus electores y se revalorizara el hoy muy cuestionado ejercicio de la política.
Porque una pregunta se abrió paso inmediatamente después del escándalo que protagonizó Ameri: ¿Cómo es posible que una persona con este tipo de conducta llegue a ser legislador nacional? El interrogante se acrecentó cuando se conoció que tenía antecedentes muy poco edificantes: denuncias por acoso y amenazas, y militancia con ribetes violentos en barras de clubes de fútbol.
// Quién es Juan Emilio Ameri, el diputado que protagonizó el “pornozoom” en plena sesión
Uno de los cuestionamientos que se desprendió apuntó a las listas sábanas, donde el elector solo conoce –en el mejor de los casos- a quien las encabeza. Después aparecen “colgados” otros que nadie sabe cómo fueron elegidos, cuáles son sus méritos y, mucho menos, sus ideas y proyectos. Todo en un contexto en el que las elecciones internas son meros trámites y prima el dedazo.
¿Acaso el oficialismo, que ahora se muestra tan indignado por el episodio que protagonizó Ameri, está dispuesto a debatir la eliminación de las listas sábana? ¿Cambiará su actitud luego de que en las reformas políticas que se intentaron infructuosamente en los últimos años se resistió a muchos de los cambios propuestos, entre ellos la supresión de las mismísimas listas sábana?
Se dirá que la supresión de las listas sábana implicaría una atomización de los partidos políticos, desdibujando su ideario y propuestas. A lo que habría que responder que hace rato que los partidos están desdibujados y por culpa de los políticos. Además, siempre se pueden estudiar fórmulas, quizá mixtas que permitan votar por el partido y por el candidato.
Lo que está claro es que el caso Ameri fue un mazazo a la imagen de la actividad política -agravado por una crisis que la pandemia profundizó- y que constituye una oportunidad para tomar decisiones superadoras, que trasciendan la mera actitud de rasgarse las vestiduras.