Hasta aquí, el apoyo social a Javier Milei se basó principalmente en su promesa de apagar el incendio de la inflación y en la contundencia y audacia con que encaró esa tarea.
Desde hace unos meses, y así lo indican las encuestas, la sociedad le está pidiendo algo más: que su gobierno haga posible la recuperación de los ingresos y del empleo. Con las credenciales ganadas por su gobierno en el rol de bombero, la expectativa en que pueda hacer también de Papá Noel fueron creciendo. Y el presidente no quiso defraudarla.
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Un tren de progreso a toda máquina
Así que en la noche de su primer cumpleaños en la Casa Rosada, brindó la respuesta: anunció lo que se viene, un tren de progreso a toda máquina, de cuyos beneficios van a quedar excluidos solo los malos argentinos, “la casta”, y quienes por alguna equivocada percepción de la situación se nieguen a subirse a él.
El giro en la estrategia resulta oportuno y necesario. Pero el modo en que se lo ejecuta luce un poco exagerado. Puede que lo sea, al menos, el combo de buenas noticias que el gobierno cree estar en condiciones de ofrecer, si logra que se realimenten entre sí: crecimiento de la actividad, reducción de impuestos (o su lisa y llana eliminación), liquidación del cepo, alza de salarios, continuidad de la baja en la inflación.
Todo suena muy bien. Pero habrá que ver si una cosa no complica la otra. Si la salida del cepo no dispara problemas aún más graves en el frente cambiario y la cuenta corriente. Si con la reactivación no se extravía rápidamente el superávit comercial. Si se pueden incrementar las reservas, bajar la deuda de corto plazo y equilibrar el tipo de cambio todo al mismo tiempo. Si el crecimiento es todo lo robusto que se anuncia, o se sigue destruyendo más empleo del que se crea. Si mantener en el tiempo los recortes de gastos aplicados a los apurones y transitoriamente durante el año que termina no se vuelve un creciente dolor de cabeza durante el próximo.
Como sea, a partir de ahora su gestión se va a evaluar con el tamiz del cumplimiento de estas sus nuevas y optimistas promesas, no de las de ajustar y recortar. Y puede que Milei descubra que dar buenas noticias es a veces más complicado que imponer las malas.
Pero, convengamos, el festejo de cumpleaños no hay derecho a aguárselo a nadie.
Adversarios aliados
Y es cierto también que, para que el plebiscito en que anunció va a convertir las próximas elecciones le dé buen resultado, Milei seguramente va a seguir contando a su favor con todos los demás actores en competencia.
Quienes, tal vez porque querían verlo feliz cuando soplara su primer velita, nunca como en estos días se dedicaron a ratificar eso de que el presidente tiene por principales aliados a sus adversarios.
En el día que él eligió para autocelebrarse, los kirchneristas en particular pusieron lo mejor de sí para ensalzar el festejo: se reunieron en Moreno para una foto de familia que resultó todo un cuadro del atraso y el fracaso. Por algún motivo misterioso, tal vez por un hábito adquirido el año pasado de siempre querer ayudar al libertario, Sergio Massa entendió que justo esa era la mejor ocasión para reaparecer en público, con sus compañeros de aventura y su mejor sonrisa falsete. Compartió con ellos, encima, más que nada sus diferencias, su convivencia incómoda y recelosa por una torta para repartir que se les va ahicando, y una declaración que hace las mieles a la polarización que Milei necesita.
Según los capos kirchneristas, todo lo que ha pasado este último año es una desgracia, que prometen suprimir y dejar en el olvido si la gente los vota. Lo que sugiere que piensan volver, entre otras maravillas, a la inflación de un año atrás.
Es harto evidente ya que las lamentaciones del kirchnerismo por la polarización reinante, la virulencia del presidente y los giros más duros del derechismo libertario son puras lágrimas de cocodrilo: estuvieron veinte años trabajando para tener enfrente una derecha como esta; durante la crisis del campo y en la competencia feroz contra el macrismo no hicieron otra cosa que anunciar al lobo, como el pastorcito; hasta que el lobo vino y les ganó. Y es esto último, que les haya ganado, lo único que realmente lamentan de la polarización. Lo demás lo celebran, porque es lo que les permite aparentar que tienen algo para ofrecer a la sociedad, disimulando sus vicios y fracasos, y mantener una mínima cohesión, como la que mostraron en esa foto de Moreno.
Jamón del sándwich
Lo que deja al resto de los opositores como el jamón del sándwich, casi sin nada que decir ni hacer. A lo que ya ellos por sí mismos parecieran sin ganas siquiera de intentar refutarlo.
Un problema que también durante este cumpleaños de Milei se hizo más patente, y debió alimentar su entusiasmo. Porque se volvió ostensible que los dispersos grupos que aún representan al centro político, y no solo han dejado de ser una alianza, ya no son tampoco partidos, no atinan siquiera a coordinarse para una foto como la de Cristina y los suyos. Cuando tenían además una buena oportunidad de hacerlo: la apuesta oficial por volverlos por completo irrelevantes, negándose a tratar y negociar el presupuesto para 2025 también en las sesiones extraordinarias del Congreso.
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Es que Mauricio Macri ha descubierto algo tarde que su apuesta por una alianza con LLA nunca iba a funcionar, y no parece tener a mano ninguna estrategia alternativa, tras haberse apurado a dinamitar Juntos por el Cambio y jibarizar su partido. Los radicales siguen abocados a retomar el hábito de despedazarse, con el mismo entusiasmo con que lo practicaron hasta 2015. Y los peronistas disidentes naufragan una vez más entre la enésima frustración con la promesa de que se nacionalice el cordobesismo y la dispersión interminable del resto de sus expresiones.
¡¿Cómo Milei no va a entusiasmarse con las posibilidades que se le abren para recorrer el país, ahora ya no con la motosierra, sino con un trineo cargado de regalos?!