Hace mucho tiempo, es difícil registrar cuánto, que la política argentina no arroja al mercado un producto con repercusión internacional como Javier Milei. Tiene una enorme repercusión en las redes.
Esa repercusión, hay que reconocer, está ligada a la afinidad ideológica entre un líder político como Milei, que predica la existencia de una vida pública sin Estado, con una vieja tradición, por lo menos de 20 o 25 años, de todo el ecosistema informático, digital, de Silicon Valley, cuyos líderes empresariales piensan lo mismo. Un mundo manejado por el software, manejado por redes.
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Esto potencia Milei a través de muchos divulgadores, empresarios que reproducen sus mensajes, el más conocido es Elon Musk.
Ahora, hay otra razón por la que Milei se vuelve llamativo fuera de la Argentina y es su excentricidad. Su excentricidad en la forma de expresarse y también su excentricidad física.
Se han escrito un par de artículos, uno muy interesante en The Guardian, el diario británico, acerca de un tema que a mí me inhibe un poco tocar, que es la relación entre pelo y populismo.
La idea de líderes populistas como Boris Johnson, como Donald Trump, como Beppe Grillo, que fue tal vez el fundador de esta corriente con 5 Stelle en Italia, y la idea de una melena revuelta, frondosa, disparatada, que llama la atención, que sugiere que ahí hay ideas no convencionales, que el que la lleva es no convencional.
Esto ha llamado mucho la atención en estos líderes y, sobre todo, en Milei. Lo que no sabíamos -lo que por lo menos yo no esperaba- es que aparecieron imitadores de Milei ahora en la región.
Aparece un candidato a lo que los brasileños llaman vereador, que sería un concejal entre nosotros. Este año, en octubre, noviembre, hay elecciones municipales en Brasil, de Florianópolis, y hay un candidato que se llama Ademar Rodrigues Meireles y dice “yo soy el Milei brasileño”. Tiene la cabellera de Milei, usa una peluca que tiene las patillas de Milei.
Rodrigues Meireles estuvo en Buenos Aires, se puso la banda presidencial argentina y dice “yo quiero ser el Milei brasileño”. Obviamente, está alineado con Bolsonaro y pertenece al partido que lo llevó al poder, el Partido Liberal.
Este personaje toma la bandera de la popularidad de Milei y la lleva a Brasil. Si miramos el ranking de presidentes de América Latina, el presidente argentino no es profeta en su tierra, no tiene la mayor popularidad de los presidentes mejor rankeados.
La consultora de opinión pública CB se encarga de examinar cuál es el ranking de presidentes con mejor imagen pública en sus países, no fuera de sus países. Según la encuesta más reciente, el ranking lo encabeza Daniel Noboa, presidente de derecha en Ecuador, uno de los maldecidos por Maduro junto con Milei.
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Sigue Lula da Silva, que si bien está en caída, es el segundo. El tercero es Luis Lacalle Pou, que viene ascendiendo -año electoral también en Uruguay- y Javier Milei es el cuarto. El quinto es Santiago Peña, el presidente de Paraguay.
Pareciera que el presidente argentino tiene -como les pasa a tantos presidentes- más repercusión afuera que dentro de su país, donde su imagen es llamativa no por lo elevada, sino por lo estable.
Hace mucho tiempo también que no aparece en la Argentina un presidente que arranque el mandato y llegue, seis meses después, con el mismo volumen, con el mismo caudal de consenso por parte de la opinión pública.