En estos años, los que somos autores de textos hemos adquirido competencias relacionadas con la gestión del conocimiento y la elaboración de textos no lineales, que nos permiten almacenar, recuperar, organizar y crear la información, para hacerla accesible y coherente. La mayoría de este tipo de usuario, que supera la consulta o la búsqueda, considera que sus textos tendrán una difusión controlada pero con riesgos razonables.
Estos “riesgos razonables”, se relacionan directamente con el plagio que, convengamos, es más fácil de cometer en la virtualidad, más aún con normativas insustanciales o inexistentes. Con la posibilidad de la selección, un texto puede ser copiado, pero también desarmado, cambiado parcial o totalmente, traducido con una rapidez inhumana, cortado y pegado y hasta eliminado. Por supuesto, hay formas de paliar esta situación con filtros o programas de protección a los derechos de autor, como las conocidas Creative Commons, que en ocasiones parecen un tanto insuficientes.
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El riesgo de plagio
El riesgo de plagio y su concepción ha evolucionado en los últimos tiempos; al principio, cuando se ofrecía a un autor subir sus textos a Internet, la primera pregunta era por el tema del plagio; ahora es la última o nunca se formula.
La oportunidad de “compartir”, que aparece tan fácil al final de un contenido, es una manera velada y casi informal de permitir la libre consulta que puede redundar en un plagio. Esta posibilidad, que en ocasiones sorprende por lo accesible, responde a una concepción de Internet y de su espíritu que da preponderancia a la formación de la sociedad del conocimiento, o sea, la esencia de la Wikipedia: construir el conocimiento entre todos.
Trabajar en cooperación y colaboración se toma como valor; existe la presunción de que todos serán respetuosos de la autoría más allá del romanticismo de las explicaciones.
El texto impreso es seguro
Una vez que se publica, al texto impreso solo le queda la fe de erratas si tiene alguna equivocación; no se puede corregir, ni para bien ni para mal; es necesaria una nueva versión que será tan sólida como la anterior.
El texto electrónico tiene un autor “opaco”, es una versión nunca definitiva. Por supuesto, existen técnicamente muchas formas de evitar la copia, la intervención, los cambios, pero muchas veces hay maneras de “engañar” el programa y de copiar lo que no se puede copiar, en parte o parcialmente. Pero el “no se puede” de los informáticos, cada vez es menos creíble. Y no estoy hablando de hackers, sino de gente tan inofensiva como nosotros, que hemos adquirido un adiestramiento autónomo, en muchos casos hijo de la necesidad surgida en la pandemia.
Y si hablamos de autor, hablamos de plagio. El tema del plagio, por lo menos en estos textos electrónicos adquiere una dimensión diferente: es inadmisible, sigue siéndolo, la pura intención de copiar sin reconocer la fuente, la búsqueda del fraude y la estafa, pero es necesario revisitar las intenciones y empezar a comprender los nuevos sistemas de producción de textos polifónicos y cooperativos.
El límite del plagio no son las 1000 palabras del texto impreso; en el texto electrónico debe haber un sinceramiento de las fuentes; darse cuenta de que hay que citar no copiar.
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Lo que pasa es que existe la sensación de que ante la virtualidad, que convierte a los textos en inestables, lo que se lee no tiene autoría, y lo que se escribe, ¿se da por perdido?
(*) La magister Haydee Nieto es asesora del vicerrectorado de Investigación y Desarrollo de la Universidad del Salvador