El contraste no podría ser mayor: del provocativo “meme” del león tomando una taza de “lágrimas de zurdo” por respuesta a la multitudinaria marcha universitaria del martes, a la imagen del presidente Javier Milei leyendo su discurso desde el barroco Salón Blanco de la Casa Rosada.
Los cuatro integrantes del equipo económico que lo flanqueaban en la cadena nacional del lunes, de pie, firmes y con las manos en posición de defensa en tiro libre y con rostro adusto se veían más amenazantes por la toma de la cámara a la altura de los ojos del Presidente, que estaba sentado.
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La escena lucía sombría
Una guardia pretoriana custodiando a un funcionario leyendo un bando: del meme del siglo XXI a una vetusta puesta en escena del XIX. Si esa cadena nacional previa a la marcha universitaria del martes apuntaba a disuadir manifestantes, tuvo el efecto contrario.
Nada comunica tanto como la forma y el medio: distancia, frialdad, falta de empatía, en la cadena nacional; y falta de registro de la sociedad, en el meme del león y otras reacciones por las redes sociales. “El medio es el mensaje”, sostenía el comunicólogo canadiense Marshall McLuhan, y los mensajes que transmite Javier Milei no están llegando bien a sus audiencias. Usa medios del siglo XX con estética de cientos de años atrás, y los medios del siglo XXI (las redes sociales) le sirven solo para agredir y transmitir mensajes negativos: usa lo peor de los mundos y de la peor manera.
Los expertos en comunicación coinciden pasados algo más de cuatro meses de gobierno en que Milei está muy lejos de ser como presidente ese eximio comunicador de campaña que lo llevó a la primera magistratura. La cadena nacional, la marcha multitudinaria y las reacciones del Presidente terminaron de derribar esta semana el “mito” de que su gobierno es bueno comunicando.
Qué dicen los encuestadores
Un panel de 125 encuestadores, consultores de comunicación política y empresaria y directivos de comunicación de empresas evaluó la capacidad de Milei para comunicar y transmitir sus mensajes y llegó a la conclusión de que es muy deficiente. Solo el 28 por ciento de esos expertos encuestados por la revista Imagen cree que el gobierno de Milei lo está haciendo bien. Por el contrario, el 60 por ciento cree que la contundencia de la marcha de protesta del martes mellará la aprobación del Presidente.
Por lo pronto, el 88 por ciento de los expertos del panel reunido por ese medio especializado en comunicación cree que las reacciones y comentarios de Milei después de la marcha del martes agravaron la crisis o “no aportaron nada valioso”.
Los expertos ya venían pronosticando en las últimas semanas que la aprobación de gestión de Milei -hoy todavía razonablemente alta- bajará irremediablemente.
La última encuesta de la consultora Opina Argentina indica que la semana pasada la evaluación del gobierno nacional volvió a cruzar sus curvas, y del positivo de marzo de 50 por ciento -sobre 48 por ciento de negativo- bajó a 49 por ciento positivo, y el negativo se colocó en 50 por ciento: nada alarmante y que no pueda justificarse con el “margen de error” de toda encuesta. Pero marca una tendencia: si los expertos en el panel de encuestadores están en lo cierto, y el gobierno no pega un “volantazo comunicacional”, la aprobación de Milei seguiría en descenso.
Eso sería una mala noticia para un mandatario que solo tiene por poder político su vínculo con la opinión pública: no tiene casi nada en el Congreso, no cuenta con gobernadores ni intendentes, y su propio partido es ínfimo, y los pocos que lo conforman están todos peleados entre sí.
Los opositores más acérrimos del kirchnerismo, el sindicalismo y los grupos piqueteros se la pasan leyendo encuestas y solo esperan a que esa “brecha” de imagen negativa sobre la positiva se amplíe un poco más para salir al ataque. Esta semana los argentinos que tuvieron la desgracia de transitar el centro porteño tuvieron diversos anticipos del pandemonio piquetero que se está gestando.
Por algo la comunicación del presidente Milei reviste un carácter estratégico. Santiago Caputo, el joven a cargo de la comunicación del gobierno, es de alguna forma el administrador del poder del Presidente. Fue un genial asesor de campaña electoral. ¿Estará a la altura del desafío de cuidar la imagen del Presidente?
El recuerdo de Cristina Kirchner
El problema de la cadena del lunes y las reacciones destempladas del Presidente a la marcha del martes no termina en la estética fallida de la escenografía y la falta de empatía y calidez de las respuestas de Milei. El mandatario trajo el recuerdo de la expresidenta Cristina Kirchner y sus permanentes cadenas intrascendentes cuando apeló al mismo recurso, interrumpiendo la programación de los medios de comunicación.
¿Habrá querido imponer su agenda, como lo hacía abusivamente casi todos los miércoles a la noche la expresidenta cuando se sentía “ninguneada” por los medios periodísticos?
El medio es el mensaje: Kirchner le marcó una impronta muy negativa a ese “medio cadena nacional”. ¿Caputo (Santiago) notará ese sentimiento social en sus focus group?
Pero también el contenido del mensaje del discurso del Presidente fue de alto riesgo.
Al igual que lo hacía Cristina Kirchner, Milei usó la cadena para autocelebrar un “triunfo” demasiado módico: un superávit presupuestario de 0,2 por ciento del PBI en el primer trimestre. ¿Es un superávit fiscal sostenible en el tiempo? ¿Qué pasa si en los próximos trimestres no se repite la “hazaña histórica”? El superávit del primer trimestre tiene mucho de “dibujo”: el gobierno nacional dejó un verdadero tendal de deudas impagas con proveedores que venían de la gestión anterior. Muchos acreedores ya están hablando de un default liso y llano de deuda interna de miles de millones de dólares con proveedores de todo tipo.
A eso se suma un parate casi absoluto de obra pública. ¿Cuánto tiempo se puede parar la obra pública completamente? Hay algunas obras que pueden hacer y financiar privados a cambio de peajes, concesiones o privatizaciones -y lo pueden hacer mucho mejor que el Estado. Pero el grueso de la obra pública es parte del presupuesto estatal incluso en Estados Unidos, porque nadie las haría.
Además el Presidente no dice si cumplirá su promesa electoral de dolarizar. Por lo pronto no queda claro cuándo levantará el cepo cambiario, tan tóxico para la economía.
Si lo hiciera, desaparecería automáticamente la nueva “vaca lechera” fiscal: el exótico “impuesto País” y, como la recaudación cae por la profunda recesión de la economía, el ínfimo superávit se convertiría en un brutal déficit.
Los números autocelebrados por cadena nacional el lunes por ser -efectivamente- el primer trimestre con superávit en décadas también barrieron deudas “debajo de la alfombra”: no está contabilizado el fallo del tribunal de la jueza Loretta Preska, en Nueva York, por el que la Argentina debe pagar 16.000 millones de dólares a los accionistas de YPF estafados por el ministro de Economía Axel Kicillof en la confiscación ordenada por el gobierno kirchnerista una década atrás. Tampoco contempla el fallo de la Corte Suprema a favor de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que ordena devolverle la coparticipación que le quitó el anterior gobierno de Alberto Fernández.
La propia marcha multitudinaria contra los recortes a los presupuestos universitarios, que hizo dar marcha atrás al gobierno con sus números, sienta un precedente: ¿cuánto tardarán otros sectores en rebelarse contra el plan “motosierra y licuadora”?
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El equipo de comunicación del Presidente no aprendió del error garrafal que cometió en el verano con los fideicomisos, el capítulo “misterioso” que hizo caer la primera versión de la ley Bases: la sociedad se fue enterando recién después -ya tarde- de los “curros” que escondían muchos fideicomisos. Quizás las auditorías a las universidades -que solo las puede pedir el Congreso- tendrían que haber estado antes para justificar recortes.
Quizás el secreto todavía no revelado al equipo de comunicación de Milei esté en ese principio tan antiguo de la comunicación, que se podría “reversionar” así: explicar primero, aplicar la motosierra y la licuadora, después y -solo como tercer paso- celebrar el superávit fiscal.