Se han publicado, recientemente, datos que confirman aún una fuerte inercia inflacionaria. La canasta básica alimentaria, por un lado, llegó a los $92.415, en enero. Quedó evidenciado un fuerte guarismo interanual, según el INDEC, de la canasta básica alimentaria y la canasta básica total en un 296,4% y 264,9%, respectivamente.
Asimismo, por otro lado, las subas de tarifas de luz llegan hasta 150% en el AMBA. A partir de abril, se actualizarán con base en una fórmula compuesta por un 55% índice de salarios, 25% índice de precios internos al por mayor y 20% índice de precios al consumidor. Además, el subte por encima del 300% y algunos peajes un 150%. El subte pasaría a costar $574 y los peajes de las autopistas 25 de mayo y Perito Moreno se irán a $2.276 en hora pico. En mayo, se definiría un segundo tramo de incrementos y el subte volvería a subir en junio.
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Un salto inflacionario esperable
En este marco, conocimos la inflación de enero. La misma se colocó en un 20,6% (254,2% interanual), uno de los valores más altos de los últimos años. No obstante, es una cifra que marca una desaceleración frente a diciembre (4,9%). Los sectores con mayores incrementos fueron “Bienes y servicios varios” (44,4%), “Transporte” (26,3%) y “Comunicación” (25,1%). Los que registraron una menor variación fueron “Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles” (14,0%), “Prendas de vestir y calzado” (11,9%) y Educación (0,9%). Regulados se quedó con el mayor aumento de las categorías (26,6%), seguido por el IPC Núcleo (20,2%) y Estacionales (16,2%).
Con un salto inflacionario esperable, de avanzarse con un plan de estabilización, es condición necesaria una estructura de precios relativos lo menos distorsionada posible. En efecto, algunos rubros comenzaron a corregir, pero otros no. Es por ello que en los próximos meses probablemente se siga evidenciando una inflación elevada.
El plano financiero
En el plano financiero, hubo varias novedades. Luego de una contracción de los bonos soberanos hard dollar (post ley Ómnibus fallida), restituyendo la suba generada desde que se le dio media sanción al proyecto general, los bonos volvieron a subir, recuperando lo perdido.
Esto puede leerse como un nuevo voto de confianza para llevar adelante ciertas reformas. Primeramente, los resultados fiscales ayudan. ¿La contracara? El achicamiento en la brecha cambiaria, que volvió a niveles superiores al 30%, cuando había superado el 50%.
El tipo de cambio real sigue en un proceso de apreciación de prácticamente 29% desde la devaluación. El incentivo exportador es superior, dado que se dispuso que se puede liquidar el 80% en el mercado oficial y un 20% al contado con liquidación, lo que deja un tipo de cambio implícito de $887, aproximadamente. Se subraya que el volumen operado en el mercado libre de cambios creció enérgicamente (u$s520 millones). Esto puede explicarse por la liquidación de exportaciones, que indirectamente afectan las cotizaciones de los dólares financieros.
Por último, la Serie 2 del BOPREAL, recaudó en una semana u$s1.440 millones, de un total de u$s2.000 millones de monto máximo a colocar. Para este bono, que empieza a amortizarse de manera más rápida (en 12 cuotas mensuales, comenzando en julio), la prioridad recae en las micro y pequeñas empresas. Además, luego de la última licitación del Tesoro, se busca expandir plazos de vencimiento de deuda.
Dos desafíos
En síntesis, la corrección de precios relativos es fundamental para estabilizar. Pero, más allá de esto, se presentan dos desafíos:
- La coordinación entre agentes. No serviría de nada una corrección si es desordenada. Avanzar en algún tipo de acuerdo entre sindicatos y empresarios sería deseable para poder llegar al objetivo.
- La situación social. Con un escenario de pobreza e ingresos cayendo desde 2017, pensar en una corrección sin una política social que acompañe puede volverse poco factible.
(*) Federico Pablo Vacalebre es profesor de la Universidad del CEMA