A pesar de las transformaciones y acontecimientos de los últimos dos meses, la imagen del gobierno nacional y sus máximas figuras sigue en mínimos históricos. Hace exactamente dos meses, el 3 de agosto, Sergio Massa se convirtió formalmente en el ministro de Economía. Desde entonces, el gobierno del Frente de Todos viene ensayando un giro pragmático, que describimos en nuestra columna del sábado.
Este giro lo llevó a acercarse a los Estados Unidos, nombrar a Gabriel Rubinstein como secretario de Programación Económica, la creación del efímero “dólar soja” (es decir, de las amenazas al campo para que liquiden, se pasó a un incentivo material concreto), reducir partidas presupuestarias en áreas sensibles como salud, vivienda y educación, anunciar (esta vez de manera definitiva) recortes a los subsidios energéticos y, por lo tanto, aumentar tarifas. Se trata de una agenda que evidentemente no resuelve los problemas de fondo, pero incorpora un tono promercado que el Frente de Todos antes no tenía.
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Fueron dos meses no solo de cambios en materia económica, sino también de acontecimientos que trastocaron el escenario político. Con la asunción de Sergio Massa, el presidente Alberto Fernández quedó relegado a un rol de menor trascendencia (sin antecedentes en la historia argentina), mientras el flamante ministro de Economía asumía un lugar destacado en lo que hace a la gestión y Cristina Kirchner conservaba la centralidad política. En el kirchnerismo, algunos especulaban con la posibilidad de que el lamentable atentando que sufrió la vicepresidenta renovará el lazo con la sociedad y generará una mejora de su imagen. A su vez, Massa aún espera que los resultados en materia económica le permitan catapultarse como eventual candidato del oficialismo en 2023.
El oficialismo y las encuestas
Sin embargo, el último sondeo realizado por D’Alessio IROL – Berensztein muestra que, a pesar de todo lo ocurrido, el gobierno y sus máximos dirigentes continúan con niveles de aprobación mínimos desde su llegada a la Casa Rosada.
La evaluación de la gestión, que ya venía muy deteriorada, cayó en julio 2022 (cuando alcanzó su peor registro), coincidiendo con el empeoramiento de la situación económica y la disparada de los precios. En junio, la inflación mensual había sido del 5,3%, al mes siguiente se disparó al 7,4%, y en agosto fue del 7%. Además, las previsiones del Banco Central ya adelantan que en septiembre volverá a ubicarse en torno al 7%. Evidentemente el régimen de alta inflación en el que ingresó la Argentina, y por ahora no logra salir, impide que el gobierno nacional recomponga su imagen. Hace dos años, en septiembre de 2020, el 44% de los argentinos calificaba a la gestión como buena o muy buena, hoy esa cifra ha caído 20 puntos porcentuales.
Lo paradójico es que no fueron los votantes de Juntos por el Cambio los que hicieron caer la aprobación del gobierno nacional, sino que fueron los propios votantes del Frente de Todos. La evaluación que los opositores hacen de la gestión se mantiene sin cambios hace dos años: prácticamente todos la rechazaban entonces y todos la rechazan hoy.
En cambio, la desaprobación entre los votantes del oficialismo ha ido en ascenso. En septiembre 2020, el 85% de los electores del Frente de Todos consideraban que la gestión era buena o muy buena. Dos años después se redujo al 66%. En suma, es la desaprobación de los votantes oficialistas lo que ha hecho caer la imagen del gobierno nacional hasta alcanzar los mínimos actuales.
Por su parte, el sondeo de D’Alessio IROL – Berensztein muestra que la imagen de Cristina Kirchner se mantiene prácticamente sin cambios desde noviembre de 2021 (cuando sufrió una caída significativa). Es decir, ni el giro pragmático de los últimos dos meses (que incluyo el aval para la llegada de Massa a la cartera de Economía), ni el intento de atentado que sufrió, impactaron de forma positiva o negativa en su imagen: el efecto ha sido nulo. La vicepresidenta sigue conservando un 28/29% de imagen positiva, que parece ser un núcleo duro que mantiene a pesar de lo que haga o deje de hacer. Pero tampoco ha logrado recuperarse.
La inflación, en el centro de la escena
A su vez, el sondeo pone de manifiesto que tanto los votantes del Frente de Todos como los de Juntos por el Cambio señalan a la inflación como el tema que más les preocupa (los primeros con el 90%, los segundos con el 94%, valores que no difieren demasiado). El resto de los temas que completan la lista de los 10 temas que más preocupan varía entre oficialistas y opositores, pero en la cúspide ambos coinciden.
Precisamente, de un lado y del otro de la grieta están mirando lo que pasa con la inflación. Todo lo demás es una menor importancia relativa. Mientras el gobierno no logre mostrar resultados concretos en esta materia será difícil que pueda recuperarse. El giro pragmático en materia económica solo será útil para el oficialismo si la inflación se reduce, y lo hace significativamente, para que los argentinos sientan el alivio en el bolsillo. Si eso no ocurre, el gobierno seguirá viendo como los precios van hacia arriba y su imagen hacia abajo, y junto con ella sus chances electorales en 2023.
Los votantes y la posible eliminación de las PASO
No obstante, tampoco es un camino allanado para Juntos por el Cambio. De hecho, los planes de la oposición se han complicado en las últimas semanas debido a que el gobierno tiene la intención de eliminar las PASO. Los gobernadores del peronismo son los primeros interesados, ya que pretenden monopolizar la definición de las listas sin interferencias externas (en especial, sin intromisiones del kirchnerismo). De concretarse, Juntos por el Cambio deberá buscar un nuevo mecanismo para definir sus candidaturas sin que se generen conflictos que pongan en riesgo la unidad.
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En D’Alessio IROL – Berensztein consultamos a los argentinos respecto a esta posibilidad. El 27% dijo que está a favor de eliminarlas, al 26% le parecería correcto siempre y cuando se haga después de las elecciones y el 43% está en contra de dicha propuesta. Entre los votantes del Frente de Todos, el 63% está de acuerdo en que se eliminen ahora o después de los comicios.
La situación es paradójica, siendo que las PASO fueron creadas a instancias de Néstor y Cristina Kirchner en 2009, y ahora será un gobierno de su propio color el que las elimina con el apoyo de buena parte de sus votantes. Los mismos dirigentes que antes vociferaban acerca de sus virtudes, ahora buscan acabar con ellas. Es que en estos años las primarias se han convertido en una herramienta útil para la oposición (lo fue en 2015 y prometían serlo en 2023). Los votantes de Juntos por el Cambio también lo entienden así: 6 de cada 10 preferirían que no se eliminen, y solo 1 de cada 10 le parece correcto que se supriman ahora. A su vez, entre los votantes de la izquierda y libertarios, la mayoría quiere eliminarlas.
Sin PASO, hay posibilidades de que las disputas internas en Juntos por el Cambio aumenten. A la oposición le costará aprovechar electoralmente la debilidad del gobierno si las diferencias por las candidaturas escalan a un punto tal de poner en riesgo la unidad. Todos, oficialismo y oposición, tienen problemas que resolver de cara a las elecciones de 2023.