“En este momento justo entran colaboradores míos. Estoy acá trabajando y acompañando a Fabiola”. Alberto Fernández atendió a Radio 10 desde el sanatorio Otamendi donde el lunes a la madrugada nació su hijo Francisco. Se suponía que se tomaría el día por el parto, pero ya se ve que no: está al teléfono con Jorge Rial y le anuncia que más tarde llamará al presidente francés, Emmanuel Macrón. Ojalá a los colaboradores los reciba en el pasillo y no en la habitación en la que la primera dama se recupera de una cesárea.
“Estoy trabajando a distancia”, resume Fernández. Hay que concederle que no es el mejor momento para una pausa por paternidad: esta semana se conocerá el índice de inflación de marzo en medio de presiones para un cambio de gabinete y con la relación con la Vicepresidenta todavía quebrada. Pero la realidad es que si se tomara la licencia que le corresponde por ley tampoco tendría mucho tiempo más: Argentina está entre los países que menos tiempo concede a los varones cuando son padres. El peor de la región.
Si pensáramos al Presidente como un trabajador estatal le corresponderían cinco días, más del doble que los dos días que tiene cualquier otro papá del sector privado. Muchas empresas han ampliado estas licencias, también algunos sindicatos a través de convenios colectivos, pero la realidad de la mayoría de los hombres es que deben juntar francos, vacaciones y ahorros si es que quieren estar presentes después del nacimiento de sus hijos. Y lo deseable es que quieran: para ellos, para la madre, pero principalmente para el bebé.
Cuestión de tiempo
Fue uno de los anuncios ante la Asamblea Legislativa en la apertura de sesiones de marzo: licencias igualitarias para reducir la brecha de género. El proyecto está listo, trabajado en conjunto entre las carteras de Trabajo y Mujer, Géneros y Diversidad. Pero aún no fue presentado. “Tal como están hoy, las licencias le dicen a los varones que en el hogar son menos que un colaborador”, planea Lucía Crimi Obon, directora Nacional de Cuidados.
La legislación actual tiene 48 años y no contempla realidades cada vez más frecuentes para las familias argentinas: ni adopciones, ni madres no gestantes, ni familias diversas. Cuidar se transforma en un privilegio, pero también en una carga cuando se hace en soledad y sin alternativas.
Crimi Obon está convencida de que es justo, pero además beneficioso: “Está probado que mejora la distribución de las tareas, baja la discriminación por género en el mercado laboral, aumenta la calidad de vida del varón y sin lugar a dudas es mejor para les niñes que tienen a más personas para su cuidado”, asegura la funcionaria.
Por ahora, no será el caso de los Fernández-Yañez.
Papá Presidente
“Hay muchos rumores de cambios en el gabinete”, indaga Rial y el presidente responde rápido: “Ahora lo que tengo que pensar es en el cambio de pañales”. Hay risas, pero siguen las preguntas: “¿Se los cambia?”. Fernández responde algo ambiguo. Dice el presidente: “Participé de la primera puesta”. Yo no entiendo bien a qué se refiere, pero en la radio igual lo felicitan. Por cambiar un pañal o algo así.
Está claro que el Presidente (y Fabiola) tendrán ayuda. Pero el cuidado de bebés no se trata solamente de pañales.
“Socialmente la presencia del papá todavía no está vista como algo fundamental ni necesario”, asegura Matías Criado, psicólogo e integrante de la campaña Paternar, que promueve paternidades más presentes y reclama por mayores licencias. “Hay que dejar de pensarnos solo como proveedores y también como prestadores de cuidado. Muchas familias que tienen los recursos económicos tienen a otros que cumplan ese rol. Seguramente haya un equipo que acompañe a Fabiola y a Francisco pero al no tomarse tiempo él queda afuera de esa experiencia que podría interpelarlo como varón”, marca Criado.
El Presidente que se ha jactado de “derribar el patriarcado” no pudo todavía mandar su proyecto al Congreso. Es evidente también que la fiesta en Olivos durante la cuarentena estricta dejó un humor social particular en torno a la Primera Dama. Fernández es pionero en ser padre durante un mandato presidencial pero el de Yañez quizás sea el embarazo menos capitalizado de la historia política reciente.
Quién quiere cuidar
Lucía Cirmi Obón adelanta un punto central camino a la equiparación de las licencias de maternidad y paternidad: “La experiencia mundial indica que debe ser obligatorio para varones como lo es para las mujeres por las presiones que existen cuando un derecho depende de la decisión del trabajador”.
Es que así como hay familias que buscan extender la presencia del varón en casa juntando vacaciones o generando “colchón” económico para parar en caso de cuentapropistas, hay sectores que rechazan la idea de que el cuidado equitativo sea una necesidad.
Andrés Arbit, publicista y creador de la agrupación Privilegiados, cuenta las respuestas que tienen cuando lanzan campañas que reclaman por la extensión de las licencias: “Notamos mucho la idea de que el varón que se quiere tomar la licencia es un vago, que se va a tirar a chanta o se va a ir a jugar al fútbol. También plantean que no hace falta, desestimando el trabajo arduo que es tener a un bebé”. Otros lo saben, pero encuentran en el trabajo la excusa perfecta para escapar a esas tareas y mantener los roles tradicionales de género.
Debería ser un reclamo activo de los varones, pero interpela también a los feminismos: la desigualdad en las tareas de cuidado es el origen de la brecha en el mercado laboral que nos pone a las mujeres detrás de los varones. Nivelar la cancha es necesario para nosotras, para ellos y para quienes ahora mismo están llegando a este mundo.
