El encuentro se perfilaba como formal, sin voltaje político. Porque los obispos a través de sus máximas autoridades iban a cumplir con el ritual anual de llevarle los saludos navideños al Presidente de la Nación de turno. En todo caso, el dato político era que después de haber suspendido ese gesto el año pasado -disgustados por el empeño que estaba poniendo Alberto Fernández para que el Congreso legalizara el aborto- los miembros del Episcopado volvían ahora a tener puentes.
Sin embargo, la reunión -realizada el miércoles en la Casa Rosada- trascendió el gesto de cortesía. Si bien fuentes del Gobierno se limitaron a destacar ni bien se fueron los obispos el deseo de la Iglesia de restablecer los lazos, un comunicado que la Conferencia Episcopal difundido un par de horas después reveló sorpresivamente que le habían transmitido a Alberto Fernández un verdadero rosario de preocupaciones sobre la situación del país.
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En un párrafo se lee: “Los obispos manifestaron percibir un aumento de la violencia, en parte por el enojo y la tristeza que ha producido la pandemia”. Luego, se alude a una preocupación permanente de la Iglesia que también la crisis sanitaria agrado: “La creciente desigualdad social, el aumento de la pobreza, la problemática del acceso a la vivienda”. También se incluye una situación que derivó de la cuarentena: “la crisis educativa”.
“Asimismo -se señala-, le expresaron al presidente su preocupación por el aumento del consumo de drogas durante la pandemia y por los distintos proyectos para legalizar las apuestas on line en distintos lugares del país, una problemática nociva, especialmente para la población de alta vulnerabilidad”. Varios obispos ya se pronunciaron sobre esta modalidad del juego que equiparan con “tener un casino en cada casa”.
Finalmente, el comunicado dice que los obispos que integran la conducción del Episcopado le transmitieron “la necesidad del cuidado de la vida en todas sus etapas de desarrollo, desde la concepción hasta la etapa natural”, en una implícita alusión a un proyecto sobre eutanasia, que presentaron días pasados el senador Alfredo Cornejo y los diputados Jimena Latorre y Alejandro Cacace, todos del radicalismo.
Hubo, además, un sugestivo recordatorio a Alberto Fernández. “Se le expresó al presidente -se agrega en el texto- la importancia de que, tal como o manifestó en su discurso después de las elecciones del 14 de noviembre, se lleguen a acuerdos fundamentales y superiores que hagan detener la continua confrontación que se vive en nuestro país, ya que en un clima así es muy difícil salir adelante”.
En efecto, apenas dos horas después de cerrado el comicio, el presidente anunció que a comienzos de diciembre enviaría al Congreso un proyecto económico plurianual con el fin de que sea consensuado con la oposición. Hasta ahora, ese proyecto no se conoce y, por la poca disposición que demostró el oficialismo para debatir el presupuesto, no parece que tenga un futuro venturoso.
Es sabido que la Iglesia desde la crisis de 2001 viene pidiendo sin éxito a toda la dirigencia política acuerdos sobre políticas de Estado en grandes temas como la pobreza y la educación. El anuncio del envió del plan plurianual pareció abrir una lucecita de esperanza sobre un primer avance en esa línea con una iniciativa puntual que los obispos no quieren que se apague.
De todas formas, en la Iglesia no se llaman a engaño. Después de una actitud consensual con la oposición que tuvo el Presidente en el inicio de la pandemia, optó por un estilo confortativo, en línea con su vicepresidenta. Ese giro no solo disgustó a los obispos, sino también al Papa, a lo que se sumó el empeño presidencial en la legalización del aborto.
En síntesis, los canales oficiales (porque os informales nunca se cortaron) de diálogo entre la Iglesia y el Gobierno se restablecieron. Pero los señalamientos de los obispos al presidente revelan que es una relación condicionada por muchas situaciones. Cómo la Casa Rosada vaya afrontando cada uno de ellos marcará el desarrollo del vínculo.
Algo es seguro: Si alguna vez Alberto Fernández pensó que se iba a meter a la Iglesia en el bolsillo, el reciente encuentro con los obispos fue una clara demostración de que eso no es posible.