Que haya sido candidato por un partido que se proclama marxista-leninista y “mariateguista”, no quiere decir que Pedro Castillo profese esas ideologías. Su historia lo muestra como alguien con ambiciones que se abre paso montando el vehículo que tenga a mano. De hecho, inició su vida política en Perú Posible, el partido centrista y prolibre mercado que creó y lideró el economista liberal y expresidente Alejandro Toledo.
Como candidato de esa fuerza política fue candidato a alcalde en elecciones que perdió. A la notoriedad política la alcanzó como sindicalista docente, al encabezar una prolongada huelga contra el gobierno de Pedro Pablo Kuckzynski. Por esa notoriedad y por ser un docente rural con imagen personal acorde a ese origen humilde y campesino, es que le ofreció la principal candidatura el Partido Perú Libre, cuyo líder y fundador, Vladimir Cerrón, no puede postularse por su imagen de ideólogo extremista y por las sentencias por corrupción que arrastra desde que gobernó el departamento Junín.
Las acusaciones lucubradas en el fujimorismo de vínculos con Sendero Luminoso, rebotaron contra la historia de Castillo, quien de joven había participado en las “rondas campesinas” que tomaron las armas para defender sus aldeas y propiedades del asedio guerrillero.
Pedro Castillo avanzó en el tablero político ocupando casilleros ideológicamente disímiles. Por eso no le costó emprender el giro de ultimísimo momento hacia el centro, dando garantías de respeto a la propiedad privada y la economía de mercado.
Sus promesas tenían elementos de izquierda radical, como reformar la Constitución de 1993 para eliminar los resguardos a la economía de mercado, pero también tenían propuestas conservadoras, incluida la promesa de retirar a Perú del Pacto de Costa Rica para restablecer la pena de muerte. Pero en lo económico, era claramente un discurso de izquierda dura y filo-chavista.
La pregunta sería por qué giró abruptamente al centro cuando ya se había llevado a cabo el ballotage, después de haber realizado toda su campaña con un discurso que prometía nacionalizaciones, estatizaciones y regulaciones de todo tipo, moderándolo apenas levemente en el trayecto a la segunda vuelta.
Una respuesta puede ser que estrenó un discurso centrista después de efectuadas las dos votaciones, para tranquilizar a sectores de poder que podrían ejercer las presiones sutiles que intentará Keiko Fujimori para revertir en la Justicia Electoral su probable derrota en las urnas.
La candidata de Fuerza Popular ya mostró esa carta y la jugará si los números terminan sentenciando su derrota.
Cuando un resultado es tan cerrado porque la diferencia es ínfima, se hace posible ejecutar un fraude suave, mediante la presión invisible y muda que hace que la revisión de actas impugnadas y votos anulados se implemente con la subjetividad que permita inducir el resultado.
Cuando Keiko mostró esa carta, el entorno de Castillo mostró la suya: el giro hacia el centro. Entre otras cosas, el equipo económico de Castillo, encabezado por Pedro Francke, se comprometió a respetar “la autonomía del Banco Central de Reserva” destacando “su gran labor manteniendo la inflación baja durante más de dos décadas”. A renglón seguido, el comunicado asegura que “no hemos considerado en nuestro plan económico estatizaciones, expropiaciones, confiscaciones de ahorro, controles de cambio, controles de precios ni prohibición de importaciones”.
¿Con cuál de los dos discursos gobernará Castillo si alcanza la presidencia? ¿con el radicalizado discurso de la campaña electoral? ¿o con el discurso del giro abrupto hacia el centro?
La otra pregunta es: ¿le alcanzará para desalentar un fraude suave que le arrebate la victoria?
* Claudio Fantini, columnista invitado, es periodista y politólogo. Profesor y mentor de la carrera de Ciencias Políticas de la Universidad Siglo 21.