A tono con el lugar, uno de los testigos apeló a una cita bíblica para describir lo que acababa de pasar: “Fue el abrazo del hijo pródigo”, dijo en referencia al pasaje del Evangelio de Lucas, que narra la parábola de Jesús sobre el joven que pidió su herencia a su padre, se marchó y la malgastó, pero tiempo después regresó hambriento a su casa y su progenitor lo acogió y organizó una fiesta por su vuelta. Se refería al afectuoso saludo que se dieron, el 1º de septiembre de 2014, en El Vaticano, Diego Armando Maradona y el papa Francisco.
¿A cuento de qué el testigo de marras echó mano de las Sagradas Escrituras? La historia se remonta al año 2000 cuando el astro del fútbol mundial pasó también por El Vaticano y, junto con su madre y su esposa, se encontró con Juan Pablo II, quien les dio un Rosario a cada uno y cuando se lo entregó a él, le dijo: “Este es especial para vos”. A lo que Maradona respondió con otra pregunta: “¿Por qué especial? ¿No somos todos iguales ante los ojos de Dios?”, lo que provocó un momento de indisimulable tensión.
Poco tiempo después, Diego sería particularmente duro –de hecho, incluyó un exabrupto- con El Vaticano en general y con Juan Pablo II, en particular. En declaraciones formuladas a la televisión argentina estando en Cuba, afirmó: “Qué hdp… Vive debajo de techos de oro y después besa la tierra de los países pobres”. Parecía entonces que, pese a su fe católica inculcada por su amada madre, la Tota, la vuelta del genial futbolista a la Iglesia parecía imposible. Imposible hasta la llegada de su compatriota Jorge Bergoglio al papado.
Desde entonces, Maradona respondió gustoso a las tres convocatorias que le formuló la fundación pontificia Scholas Occurrentes para participar de los partidos por la paz en el estadio Olímpico de Roma. En el último, en 2016, jugó los 80 minutos y quince de ellos los compartió con su hijo italiano, Diego Jr., con quien hasta ese momento no tenía trato y que, a partir de esa ocasión, trabó una relación que lo acompañó hasta sus últimos días. De hecho, Diego Jr. quería asistir a su sepelio, pero el haber contraído el COVID se lo impidió.
Del primer encuentro, junto con la imagen del abrazo, quedó como título de las crónicas una exclamación de Maradona para sellar el gesto: “Dos potencias se saludan”. Luego, ante los numerosos periodistas, afirmaría: “Me da mucho placer que un argentino esté haciendo las cosas tan bien en un lugar tan importante como El Vaticano después de haber tenido muchos papas que se preocupaban por la política y no por los chicos con hambre”. Tras el segundo encuentro, diría: “El primer hinca de Francisco soy yo”.
// El papa Francisco le mandó un rosario bendecido a la familia del Diez
Pero hubo una pregunta que le realizó un periodista, tras la primera cita en la que especialmente vale la pena detenerse: “¿Qué te dijo el Papa?”. A lo que Diego respondió: “Que me estaba esperando”. Como “el hijo pródigo”, decimos nosotros. Pero no se trata de una vuelta a la Iglesia Católica, como quien vuelve a integrar una membresía. Con aquella expresión, Francisco acaso quería significar el deseo de Maradona de regresar a sus raíces religiosas y desde allí intentar mejorar su vida.
No faltarán quienes se pregunten por qué tanta dedicación del Papa a Maradona con todo su pasado disipado. Convendría recordar que Francisco es fundamentalmente un sacerdote y que un sacerdote debe ocuparse centralmente de los que se cayeron en la vida –que, en mayor o menor medida, somos todos (incluyendo a los sacerdotes)-, no para abrazarlos en el error, sino para ayudarlos a levantarse con la ayuda de Dios. Esa debe ser la apuesta hasta el último instante en la vida de una persona.
Terminamos con tres frases de Diego que resumen sus encuentros con Francisco: “Cuando (el Papa) me abrazó pensé en mi madre (ella ya había muerto) y dentro de mí recé”; “Estoy contento de haber vuelto a la Iglesia”; y la tercera, que se refería a una situación que nadie hubiese querido que ocurra, pero que aporta sosiego: “¡Ahora me puedo morir tranquilo!”.