Chacarita sigue consolidándose como uno de los barrios más dinámicos de la gastronomía porteña. En agosto abrió sus puertas Silvino, un bistró que rápidamente se ganó un lugar entre los vecinos y los curiosos que llegan atraídos por su propuesta: una cocina honesta, artesanal y sin artificios, que rescata el espíritu de compartir alrededor de la mesa.
Detrás del proyecto está el chef Gaspar Natiello, reconocido por su amor por el producto y su experiencia en cocina de mar, junto con el equipo de emprendedores gastronómicos que ya dejó su huella con espacios como Madre Rojas, Sifón y Ostende. El resultado es un restaurante pequeño, acogedor y con una fuerte identidad, pensado para disfrutar en buena compañía.
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Una carta breve, sabrosa y de temporada
El nombre del bistró homenajea a un personaje entrañable —Silvino— que simboliza a esas personas que siempre tienen tiempo para cocinar y agasajar a los suyos. Esa idea se refleja en cada detalle del lugar: mesas de madera estilo Thonet, cerámicos clásicos, un gran espejo lateral, botellas de vino en cada rincón y una iluminación cálida que invita a quedarse. La música alterna entre lo clásico y lo moderno, reforzando el aire familiar y relajado que respira el salón.

Ubicado en el local donde antes funcionaba Sede Whisky, el espacio está ingeniosamente distribuido con una cocina a la vista, una barra con banquetas, mesas bajas al estilo bistró y algunas más altas al fondo, ideales para grupos. Es un ambiente que evoca lo tradicional, pero con un espíritu joven y actual.
La cocina de Natiello se basa en productos frescos y recetas clásicas reinterpretadas. La carta es corta y cambia con cada estación, siempre acompañada por la selección de vinos del sommelier Elías Aguilar Ruiz.
El recorrido comienza con una sopa de temporada de cortesía, un gesto que marca la filosofía de la casa: dar de comer con generosidad.

Luego aparecen entradas como el paté de pollo con dulce de peras, pickles de pepino y mostaza antigua, servido con pan tostado, un plato que apela directamente a la nostalgia.
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Entre los principales destacan propuestas reconfortantes como el estofado de ternera con puré de papas sedoso, chauchas, albahaca y cajú; o la papa rosti bañada en salsa bearnesa, acompañada por panceta crocante, polvo de alcaparras y pak choi salteado.

Los amantes del mar encuentran opciones como la pesca del día con alubias blancas y caldo de tomate asado, el ajoblanco con calamar, pickles de uvas blancas y aceite de perejil o los langostinos en salsa beurre blanc con pan de maíz.

El capítulo dulce también tiene su estrella: “la parte rica del flan”, una reversión del postre clásico que llega relleno con un cremoso de dulce de leche.
Más allá de los platos, lo que define a Silvino es su intención de recuperar un gesto simple pero cada vez más valioso: cocinar para otros con dedicación.