El avance de la inteligencia artificial tiene un costo que suele quedar afuera de los balances y análisis. No se trata del precio de las tarjetas gráficas ni del consumo de agua, sino del calor. Y tan importante es el tema que ya se convirtió en uno de los problemas más delicados para la infraestructura que sostiene a la IA.
La clave de este asunto está en los servidores que procesan la información y los pedidos a la los modelos de lenguaje (chatbots, herramientas de IA como ChatGPT o Gemini, por ejemplo). Estos equipos consumen cantidades enormes de energía y devuelven ese gasto en forma de calor.
Leé también: Qué son y cómo funcionan los Data Centers, el corazón de Internet
La adopción masiva de estas aplicaciones disparó las temperaturas internas de los grandes centros de datos, que ven sus capacidades de enfriamiento cada vez más limitadas. Y cuando la refrigeración falla, los sistemas se detienen.

La causa de ese fallo fue el calor: los servidores de la empresa dedicados a IA funcionaban tan al límite que un desbalance térmico hizo que colapsaran.
La IA y la refrigeración de los centros de datos
Los métodos de refrigeración por aire, habituales en centros de datos durante años, quedaron cortos frente al calor que generan los servidores actuales. Por eso, buena parte de la industria está migrando hacia sistemas de enfriamiento líquido, mucho más eficientes para remover calor de componentes densos, como GPU y chips diseñados para IA.
Esta adopción crece rápido, aunque no sin algunos problemas: riesgos de fugas, corrosión de componentes y un uso intensivo de agua que obliga a cuidar cada gota y empieza a preocupar en zonas donde el recurso es limitado.
En la actualidad, varias empresas buscan reducir ese impacto. Microsoft presentó un sistema de circuito cerrado que reutiliza el agua sin depender de reposiciones constantes. Otros operadores comenzaron a explorar cómo aprovechar el calor residual para calefacción o procesos industriales, con la idea de convertir un problema en un recurso. Y en China, ya están avanzados los planes de construcción de centros de datos bajo el agua.
Leé también: Elon Musk quiere construir data centers de inteligencia artificial en el espacio
Soluciones paliativas
Los apagones por calor, por ahora, no tan son frecuentes, pero el tema preocupa. El crecimiento de la IA lleva a los data centers a operar cada vez más cerca de su límite térmico y los riesgos de una caída, que deje fuera de línea a plataformas de trading, medios o sistemas de almacenamiento en la nube, aumentan día a días.
En este escenario, las empresas de tecnología avanzan en múltiples direcciones al mismo tiempo: optimizan sus sistemas de enfriamiento, rediseñan centros de datos y prueban alternativas que hasta hace pocos años eran impensadas.
Pero todas esas soluciones conviven con un límite que se vuelve más evidente a medida que crece la demanda: cada nueva generación de modelos requiere más capacidad de cálculo y, en consecuencia, más energía para operar sin interrupciones.
La carrera por chips más potentes y modelos más grandes sigue avanzando, pero la infraestructura que los sostiene enfrenta su propio límite físico. Mientras no haya una solución definitiva para manejar el calor, la industria seguirá lidiando con un problema que está tan lejos de resolverse como cerca de multiplicarse.



