Las redes sociales, los videojuegos online, las plataformas de streaming y los nuevos modos de comunicación han modificado profundamente la forma en que los más jóvenes se vinculan, aprenden y se entretienen. Sin embargo, lo que no ha cambiado —y no debería cambiar— es la responsabilidad de las familias en la construcción de espacios seguros, tanto en el plano físico como en el virtual.
Madres, padres y cuidadores cumplen un rol clave que no puede ser delegado: el de acompañar, dialogar y educar desde la presencia. No se trata de controlar cada movimiento ni de imponer desconexiones forzadas, sino de generar instancias reales de conversación sobre los peligros del entorno cibernético. Grooming, ludopatía, estafas online, sobreexposición: los riesgos son muchos y, aunque no siempre se vean, están ahí. Y cuando las familias se mantienen al margen, el peligro se potencia.
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La buena noticia es que no están solas. Iniciativas que combinan herramientas digitales, juego y educación —como Human Shield - The Game o The Human Shield for Teens— demuestran que es posible llegar a los adolescentes desde un lenguaje que les resulta familiar. En lugar de sermonear, se trata de mostrar. En vez de prohibir, de construir criterio.
Las actividades lúdicas no solo captan la atención de niñas, niños y jóvenes: también permiten que los mensajes se graben más profundamente, generando decisiones más conscientes frente a los desafíos online del día a día.
Acompañar para enseñar
Pero para que estas herramientas sean realmente efectivas, es indispensable incluir a los adultos. Cuando las familias, los docentes y los referentes de actividades extracurriculares se suman activamente a los programas de concientización, se rompe la idea de que “eso es un tema de los chicos”.
Todos debemos entender que la seguridad informática es un asunto colectivo, y que el mayor riesgo no es el ciberacoso o una aplicación con acceso a datos: es la desconexión emocional. Esa distancia invisible que hace que los adultos no sepan lo que ocurre en la vida online de los menores hasta que es demasiado tarde.
Formar a las familias en este terreno ya no es una opción: es una urgencia. La tecnología no va a esperar a que estemos listos. Por eso, cuanto antes entendamos que acompañar es educar y que educar es cuidar, más seguros estarán nuestros hijos e hijas frente a los desafíos del mundo digital.
(*) Javier Queimaliños es director de BTR consulting, especialistas en ciberseguridad.