A primera vista, no tienen nada en común. Pero un ingeniero agrónomo que trabaja en el Mercado Central entre lechugas y papas, una madre de cuatro hijos de Los Molles, San Luis, una artista plástica pampeana y un joven gerente de una empresa de comunicación están unidos por la solidaridad con el destino de los refugiados. Y por eso, decidieron convertirse en "llamantes", para ayudar a quienes escapan de la guerra.
El programa Siria, que admitía la radicación en el país de familias de ese origen que tuvieran lazos con la Argentina, comenzó a admitir que fueran invitados y recibidos por quienes no tuvieran con ellos lazos de sangre.
Es así como un grupo de gente iniciado por Mariano Winograd, de origen judío, comenzó a tener vínculo diario, telefónico o a través de internet con sirios que quisieran venir a vivir a la Argentina y con quienes estuvieran dispuestos a recibirlos. Y a preparar una red de contención para que el proceso fuera exitoso.
¿Por qué venir a la Argentina? "¿Y por qué no?, digo yo. No sé que tiene nuestro país, si es Messi, Maradona o el mate, pero evidentemente ellos saben que aquí hay todavía libertad, que pueden construir su futuro", se sonríe Mariano, y cuenta su historia."Soy un ingeniero agrónomo de 60 años, estoy divorciado y tengo tres hijos. A mi no me conmovió tanto, como a otros, la imagen de Aylan, el chiquito sirio ahogado, sino los llantos, los gritos, los perros doberman, los policías, y la pseudo periodista húngara haciéndole una zancadilla a un migrante. Me evocó el Holocausto judío. Entonces quise hacer algo positivo para que el enojo no quedara en una mera úlcera".
Winograd llamó a su amigo Felipe Álvarez de Toledo, entonces encargado de negocios de la embajada argentina en Siria, a quien conocía de la universidad. Ell diplomático le explicó que podía ayudar trayendo a una familia y eso hizo. Pero después, un sacerdote argentino le envió desde Alepo veinte sobres con información. Cada uno le "quemaba" las manos: contenía la historia de un grupo que quería emigrar. Tuvo que buscar una salida para ellos. Lo siguieron, recibiendo sirios, su prima Liliana y un colega del Mercado Central. El compromiso llevó a Winograd a crear Refugio Humanitario, una organización, que convoca y apoya a quienes quieran convertirse en "llamantes".
Los requisitos
¿Qué se necesita para ser llamante? En realidad, casi nada. "Simplemente ser un argentino que por algún motivo cree que tiene que asumir un compromiso con esto. Estar dispuesto a recibir una familia siria que puede ser de una sola persona o de seis. Hay que tener un domicilio, no es ni siquiera necesario propietario. También tener un trabajo legítimo, una certificación de ingresos, para evitar cualquier situación de trata de personas", explica.
En realidad, el rol de llamante no es nuevo. "Cuando vinieron nuestros abuelos ya existía la famosa carta de invitación que llegaba al pueblito perdido allá lejos llamando a alguien para emigrar", recuerda Winograd.
A pesar de que el Programa Siria empezó tímidamente en el 2014, con un puñado de migrantes, se prevé que en este año entren unos tres mil.
Un hijo iraquí
Susana Núñez vive en San Luis, cerca de Merlo, y se dedicó por completo a sus hijos. Pero a través de Facebook recibió un pedido desesperado que le cambió la vida. "Era un chico iraquí que me pedía desde Babilonia que lo ayudara a difundir imágenes de la destrucción de la ciudad por el Estado Islámico. Lo hice, y busqué cómo ayudarlo aún más, pero la situación es muy complicada porque la Argentina no tiene representación diplomática en Irak, y los trámites de visado tienen que hacerse desde un consulado argentino. De todos modos, para buscar orientación me comuniqué con Mariano y formé, junto con otros puntanos de todas las extracciones, entre los que hay una cacique huarpe, el nodo San Luis de Refugio Humanitario", rememora Susana, satisfecha.
"Se ha lanzado un corredor humanitario. Estamos cooperando con el gobierno provincial para que lleguen las primeras familias en marzo. El alojamiento será en la Universidad de la Punta, o en un complejo de departamentos, recibirán un subsidio, atención sanitaria, escolarización para sus hijos", detalla.
Sus propios hijos no la entendían: "Pensaban que era un esfuerzo inútil, llamados telefónicos a toda hora, mensajes, conexión constante a la computadora. Porque una empieza a dejar de lado sus propios problemas personales para ayudar Pero ahora me apoyan".
Susana asegura que su origen inmigrante (mezcla de portugueses, españoles, italianos) no tiene nada que ver con su dedicación: "Veo el sufrimiento de esas personas, tengo empatía, me pongo en su lugar. El chico iraquí me dice mamá".
"¿Querés recibir una siria?"
"Como casi todos los argentinos, desciendo de inmigrantes italianos y españoles", dice Carlos Díaz, gerente de una empresa de monitoreo de medios-. "Todos vinimos de algún otro lado y es importante acordarse de eso. Siempre me gustó que la Argentina fuera un país abierto. Podría serlo todavía más, pero lo es".
A sus 28 años, se contactó con Refugio Humanitario para averiguar de qué manera podía ayudar. "Yo puedo recibir un sirio, porque me sobra un cuarto en mi departamento de Palermo, les dije. Pero los núcleos familiares más chicos eran de dos personas. Había una pareja de novios. ¿Querés recibir una siria en tu casa?, le pregunté a mi mamá, y me dijo que si", explica.
Así es como Carlos se convirtió en llamante, y completó los trámites para traer a los dos: Alá, un programador de 24 años y Wafa, su novia, profesora de inglés, de 20. "Son de Latakia, una ciudad del norte de Siria. Me dijeron en la dirección de Migraciones que todo el papeleo puede demorar unos seis meses, un plazo razonable, aunque hay casos que precisan procesos más urgentes", se conforma. Una inspección en su casa fue superada sin inconvenientes, además de su entrevista en Buenos Aires y la de la pareja en la embajada en Damasco, Siria.
En los últimos años, la demanda de visas para viajar a la Argentina aumentó un 40%. Es lógico, porque la colectividad siria en la Argentina es la segunda en importancia después de Brasil en Latinoamérica.
Para cuando lleguen, Carlos ya tiene preparadas para Ala y Wafa entrevistas de trabajo que consiguió a través de sus amigos. "Algunos de ellos están pensando convertirse en llamantes también", admite. Tiene una sorpresa para cuando lleguen los nuevos inmigrantes : "Una explosión les inutilizó su computadora, y les conseguí una, que pude traer de mi oficina".
Cariñosa y cabeza dura
Ana Inchaurraga es cabeza dura por lo vasca, y hospitalaria por lo italiana. "Voy para adelante y no acepto un no como respuesta, y en casa - vestigios de la guerra- se recicla toda la comida y donde comen dos comen tres, además de que somos muy de abrazarnos", dice esta artista plástica pampeana de 37 años, que es además directora de Derechos Humanos de la provincia.
"Durante mucho tiempo quise ayudar de algún modo a otros. Pensé en adoptar un niño haitiano o sirio, pero me di cuenta de que era algo muy difícil y que existe el tráfico. Entonces, me puse en contacto con Refugio Humanitario. Te sensibilizás. Entrás en relación con sociedades, religiones, culturas diferentes. Y hay ahí mucha angustia, mucho sufrimiento, muchos derechos vulnerados. Me ofrecieron varias opciones. Primero, ser llamante de una chica que era artista plástica, como yo, y de un muchacho que es músico y estudiante de biología, por una cuestión de afinidad. Después, de un matrimonio con un bebé que ya salió de Siria y está en los Emiratos Árabes, pero prefiere la Argentina porque los dos se sienten discriminados e inseguros", relata a borbotones.
Por último, le llegó un gran desafío. Se trata de un chico de 19 años que no es sirio sino de Yemen, y que está solo en Malasia, con la visa a punto de vencer y sosteniéndose con sus escasos ahorros en un hotel. "Yo quiero una vida lejos de la muerte, tengo mucho miedo. Vos sos mi camino, mi única esperanza", le dice a Ana, a veces en español, otras usando el traductor de Google. Perdió todo contacto con su familia. No puede trabajar porque está indocumentado, y no sabe en quién confiar. "Piensa que cualquiera lo puede denunciar, incluso desconfía de Naciones Unidas", transmite su "tía" argentina, como la llama. Las dificultades son muchas, pero la principal es que el caso no entra dentro del Programa Siria. Pero eso en realidad no importa. La terquedad y la calidez de Ana van a traerlo a La Pampa, eso es seguro.
No todos comen perdices
"Acá nadie vino de vacaciones. Todos llegaron escapando de la pobreza, la guerra, la discriminación. Y juntos hicimos un país que puede tener muchos defectos pero tiene una pequeña virtud, nuestro preámbulo de la Constitución, que dice para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo", señala Winograd.
¿Todas las historias de llamantes tienen final feliz, Mariano?
-No todas tienen final feliz, son como la vida. ¿Todos los matrimonios lo tienen? No, no seamos ingenuos, esto es un vínculo humano, la gente que viene de allá tiene un desgarro muy grande. Pero vale la pena todo mlo que se hace por los chicos que llegan. Cuando los ves hablar español y jugar al fútbol te das cuenta de que es así.
¿Querés ser llamante? Podés encontrar información: