En un mundo cada vez más acelerado, la invitación a volver a lo esencial gana terreno. Salir de los espacios cerrados para entrar en contacto con la naturaleza es mucho más que un paseo: es un acto de cuidado profundo hacia el cuerpo y la mente. De hecho, en los últimos años, se empezó a hablar de ecoterapia, un enfoque terapéutico que utiliza la interacción con entornos naturales como recurso de sanación emocional y física. Bajo esta mirada, caminar por un espacio verde, cuidar una huerta o simplemente respirar aire puro pueden ser considerados verdaderos tratamientos de bienestar.
De todos modos, no es algo completamente novedoso. En muchas culturas ancestrales la naturaleza fue considerada medicina: desde los rituales de conexión con la tierra de los pueblos originarios hasta el concepto japonés de shinrin-yoku o “baño de bosque”, donde caminar entre árboles es visto como una práctica terapéutica. Hoy, la ciencia respalda lo que la intuición humana siempre supo: que rodearse de verde calma, regula y nutre.
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Los especialistas coinciden en que apenas veinte minutos en un parque son suficientes para reducir el cortisol, la hormona del estrés, y mejorar la concentración. Incluso mirar por la ventana un paisaje natural puede favorecer el bienestar emocional. No se trata solo de un respiro en la rutina: es una forma de recordar que somos parte de un ecosistema más amplio, que nuestro cuerpo responde a la luz del sol, al ritmo de las estaciones y al contacto con la tierra.

Yoga y ejercicios bajo el cielo abierto
“Cuando realizamos yoga o meditación en la naturaleza absorbemos el prana, o energía vital, no solo del aire más puro, sino también del sol”, explica María Laura Ahmed, formadora de formadores de yoga en Siddhis, y terapeuta floral.
Las clases al aire libre, dice, ayudan a conectar con los ciclos naturales y equilibrar el chacra raíz, el centro energético asociado a la seguridad y la confianza. “Cuando este chacra está en armonía reducimos miedos y nos sentimos sostenidos por la madre tierra”, añade.
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Sin embargo, la búsqueda de bienestar a través de la naturaleza no es solo una práctica individual: también se refleja en las ciudades, que cada vez más incorporan espacios verdes como parte de sus políticas de salud pública. Parques urbanos, terrazas con vegetación, huertas comunitarias e incluso programas de caminatas guiadas en plazas entre los distintos gimnasios, forman parte de esta tendencia global que entiende al verde como una inversión en salud y calidad de vida.
En lugares densamente poblados, tener contacto con árboles, flores o simplemente con un pedazo de césped no es un lujo sino una necesidad. De esta manera, los barrios con más espacios verdes no solo presentan mejores indicadores de salud física y mental, sino también un mayor sentido de comunidad y pertenencia entre sus habitantes.
La evidencia detrás de la conexión verde
La intuición de que “estar en contacto con la naturaleza hace bien” hoy tiene un sólido respaldo científico y hasta organizaciones de salud mental la recomiendan. La ONG británica Mind comprobó que la ecoterapia puede marcar una diferencia significativa en el bienestar: ayuda a reducir la depresión, disminuir la ansiedad y el estrés, mejorar el estado de ánimo y la autoestima, e incluso fortalecer la resiliencia emocional. También destacan que estar al aire libre brinda una sensación de conexión con la tierra, ofrece una perspectiva diferente de la vida y facilita que cuerpo y mente se relajen.

Más allá de los estudios, Ahmed propone prácticas simples que cualquiera puede incorporar en la rutina cotidiana. Caminar descalzo sobre el pasto, respirando profundo y sintiendo los pies enraizados en la tierra, puede ser un primer gesto de reconexión. Otra opción es exhalar suavemente por la boca, con un sonido parecido a un “shhh”, como un hilito de aire que ayuda a liberar tensiones acumuladas. También recomienda sentarse con las piernas cruzadas y los ojos cerrados, dejándose envolver por los sonidos del entorno —el canto de los pájaros, el viento entre las hojas— sin analizarlos ni juzgarlos, simplemente como testigos.
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“Estos ejercicios nos devuelven al momento presente y nos recuerdan la unión entre cuerpo, mente y emociones. Ese estado de interiorización de los sentidos, llamado pratyahara, es la antesala de la meditación”, explica.
La mirada de la psicología
Más allá de la tradición cultural o las prácticas espirituales, la psicología también reconoce el poder sanador del contacto con la naturaleza. No se trata solo de una sensación agradable, sino de un efecto real sobre el cuerpo y la mente que la ciencia y la clínica observan con claridad.
La psicóloga Beatriz Goldberg, especialista en vínculos, explica que “pisar el pasto o simplemente salir al aire libre genera endorfinas, es un cable a tierra”. Según destaca, durante la cuarentena se revalorizó especialmente ese contacto, porque se hizo evidente cuánto se lo necesitaba. “No es casualidad que siempre se dijera que la gente del campo vive mejor, o que cuando uno está mal se aconseje ir al mar o a la montaña. Ese contacto vital con la naturaleza fortalece el sistema inmunológico y funciona como un antídoto contra el estrés”, señala.
En su experiencia, el verde y el aire libre inciden directamente sobre la psicología cotidiana: ayudan a eliminar pensamientos negativos, reducir la ansiedad y recuperar la vitalidad. “Nos cuesta encontrar el momento para frenar entre tanta vorágine, pero cuanto mejor funciona el sistema inmunológico, mejor podemos vivir. Y la naturaleza es clave en ese proceso”, concluye.
Una pausa necesaria
Cada vez más especialistas en salud mental reconocen que el contacto con lo natural debería formar parte de las recomendaciones básicas de bienestar, al mismo nivel que la alimentación equilibrada o el ejercicio físico. En algunos países, incluso, ya se habla de “recetas verdes”: médicos que prescriben a sus pacientes tiempo en parques o caminatas al aire libre como parte del tratamiento para el estrés o la depresión. La idea es sencilla pero poderosa: la naturaleza, siempre disponible y gratuita, puede convertirse en un recurso terapéutico accesible para todos.
Para quienes viven rodeados de cemento, Ahmed propone un gesto simple: mirar el cielo, observar las nubes moverse o sentir el aroma del pasto después de la lluvia. “Aunque no siempre podamos salir al verde o al mar, la naturaleza está ahí, recordándonos que somos parte de ella y que en esa conexión podemos encontrar paz y equilibrio”.