En tiempos en que el sueldo alcanza para menos y las tarjetas ya no resisten, el ingenio popular toma las calles -esta vez-, para vestirse. Las ferias de ropa usada, surgidas en la Argentina como respuesta a la crisis del 2001, experimentan hoy un nuevo auge.
No se trata solo de ahorrar: detrás de cada perchero, cada campera colgada o cada par de zapatillas, hay tramas de necesidad, resiliencia y comunidad. Y un modelo que se inscribe en una tendencia global: la moda circular.
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“Vengo a ver si encuentro una camisa linda para un evento esta noche”, cuenta Jorge, de 61 años, mientras camina entre los puestos de la feria de Parque Centenario. “No vengo por si es nueva o usada. Si me gusta, lo llevo. A un shopping hoy no se puede ir porque la tarjeta se te va a las nubes. Acá hay mucha diferencia”, remarca.

En los parques de Buenos Aires, la ropa usada encontró su lugar. Es la trinchera de quienes necesitan generar ingresos y también de quienes buscan vestir bien por un precio posible.
Según datos de Fundar, mientras en 48 países la ropa se abarató en un 32% en los últimos veinte años, en la Argentina aumentó en esa misma proporción. La diferencia se explica por múltiples factores: desde políticas impositivas desfavorables hasta una estructura arancelaria proteccionista.

“Desde fines de 2022, la ropa viene abaratándose en términos relativos: sus precios suben menos que el nivel general de precios de la economía”, explica a TN el economista Gustavo Ludmer.
“Lo que ocurrió —y está bastante estudiado— es que se encarecieron mucho los servicios en relación con los bienes. Por eso, aunque la ropa no suba tanto, igual se hace difícil comprarla: la gente no llega a fin de mes porque los gastos fijos aumentaron muchísimo”, detalla el especialista.
Y agrega: “Hoy, la inflación de servicios ronda el 60% interanual y la de bienes, el 30%. Eso tiene que ver con el abaratamiento del dólar, el ingreso de importaciones y los ajustes en tarifas que estaban muy subsidiadas”.
A la medida del rebusque: ¿Cómo funciona la venta de ropa por kilo?
A la venta por unidad se suma una nueva modalidad: la venta por kilo. Un sistema práctico, económico y comunitario. María “Maru” Machado decidió emprender bajo esta forma de comercializar y le puso a su local un nombre que no tardaría en multiplicar seguidores en las redes sociales: “La Kilo Vintage”.
“Trabajé mucho en comunicación, pero siempre me atrajo el mundo de la indumentaria. En diciembre de 2023 me encontré con el dilema de o me fundo o me reinvento. Y decidí traer un modelo que se usa mucho afuera: vender ropa por kilo”, cuenta.

La diferencia con otros modelos similares está en el detalle: “Acá está todo colgado, limpio y curado. Nada de revolver pilas de ropa. La gente elige lo que quiere, lo pesa y se lo lleva. Hoy el kilo está a $35.000”, explica Maru.
También destaca la compra comunitaria: “Dos personas pueden juntar prendas para llegar al kilo. Dentro de ese kilo, pueden incluir hasta dos accesorios. Es económico y divertido. La gente ya sabe lo que va a pagar desde que entra, y eso genera confianza”.

El proceso es verdaderamente circular: “Vamos a rescatar placares cuando una casa se vende, o la gente viene a traernos lo que ya no usa. Se trata de mirar el armario, ver qué no usamos y darle otra oportunidad. Comprar lo que realmente necesitamos”.
Para Maru, este modelo también rompe con los mandatos de la moda rápida: “Lo que te llevás es único. Nadie más va a tener esa prenda. Volvemos a la individualidad, a elegir por gusto propio y no por seguir una tendencia efímera. La moda circular viene a ocupar ese lugar: un consumo más consciente y accesible”.

Puesteras que resisten: historias de trabajo
Gabriela tiene su puesto de venta de ropa vintage en Parque Centenario desde 2010. “Me gusta que lo que ofrezco esté en excelente estado. Son prendas únicas. No hay cambio, no hay variedad de talles. Pero tengo mi gente, los que vuelven. Eso me hace feliz”, cuenta.
La feria fue su forma de reinventarse después de una lesión laboral. “Compré los fierros, el puesto, y arranqué. Esto me ayuda a levantarme todos los días. Siento que sé hacerlo. Mi compañera —mi perra— y mi amiga que trabaja en un kiosco con su hermana me ayudan a pagar el alquiler del puesto que es de $12.000. Algunas semanas apenas cubrimos los gastos, pero seguimos”.

Asimismo, Mercedes encontró en la feria su sostén: “Vendí ropa usada durante 28 años. Compro prendas, pero también hay muchas donaciones. Incluso hay chicos que trabajan en la calle, revisan contenedores, y me venden la ropa limpia que encuentran”.
Para ella, lo esencial es mantener precios accesibles: “Una zapatilla buena, aunque esté un poco despegada, puede costar entre $5000 y $8000. Busco que la gente se la pueda llevar”.
Además, cuenta que muchos donan ropa como forma de sanar una pérdida: “Vino un hombre con una valija a regalarme ropa hermosa y me contó que era de su hijo que había muerto hace poco. Esas historias me ponen la piel de gallina”, dice la feriante entre lágrimas.

La feria de Parque Centenario tiene más de 20 años. Myrna Naranjo Leyva, actual presidenta, relata que hoy reúne a 500 puestos y funciona bajo la Mutual Creación Alternativa de Trabajo.
“Es nuestra familia. Hay gente que llega a las cinco de la mañana a hacer la fila con la esperanza de conseguir un lugar para vender. Pero no tenemos espacio para todos, y eso nos duele. Porque el trabajo dignifica”, reconoce.
“En cada puesto hay un pedazo de historia. Un puente entre quienes necesitan vender y quienes no pueden pagar el precio de góndola“, resume.

Lucía, de 28 años, revisa con paciencia una pila de pantalones en una manta. Es diseñadora gráfica y empezó a comprar ropa usada hace un par de años, primero por necesidad, ahora también por convicción.
“Vine por una campera y terminé llevándome cinco cosas que me encantan. Todo por menos de lo que me saldría una prenda en un local. Además, me gusta pensar que le doy una segunda vida a algo que todavía sirve”, cuenta a TN.
Sebastián, estudiante universitario de 23 años, también recorre los pasillos de la feria con atención. “No podría vestirme como me gusta si tuviera que comprar todo nuevo. Acá encuentro cosas originales, diferentes y es muchísimo más barato”.

La moda circular: una necesidad que se vuelve tendencia
Carlos Fernandes, director comercial para América del Sur de The LYCRA Company, conoce de cerca el pulso de la industria textil regional.
Consultado por TN, define la moda circular como “todo aquello que permite reutilizar o reciclar productos y materias primas para convertirlos en nuevos productos para el mercado”.
Sin embargo, admite que en la Argentina, a pesar del creciente interés de los consumidores, el camino aún es largo: “Todavía estamos lejos de alcanzar un nivel maduro de circularidad”.

Para Fernandes, el concepto de prenda sustentable va más allá de lo visible: “Se trata de reducir el uso de recursos, minimizar la huella de carbono y evitar dejar residuos contaminantes. Pero el problema es que todo eso ocurre antes de que la prenda llegue al consumidor, por lo que muchas veces es difícil verificarlo”.
Por eso insiste en un criterio concreto que las personas sí pueden reconocer: la durabilidad. “Esa es una de las claves. Que la prenda dure más tiempo, que resista más usos”.
La crisis económica actual, sin embargo, impone barreras. “La pérdida de poder adquisitivo afecta directamente al consumo de moda sustentable. Hoy es más cara que la moda convencional, porque aún no hay una producción a gran escala y los controles y certificaciones encarecen los costos”, señala.
Aunque es optimista respecto al futuro: “Con el tiempo esa diferencia se va a ir achicando. Cada vez más personas podrán acceder y ser parte de un consumo más responsable con el planeta”.
Créditos
Foto y video: Leandro Heredia
Datos: Damián Mugnolo
Diseño gráfico: Sebastián Neduchal - Iván Paulucci
Edición periodística: Paola Florio