Las mulas, tradicionalmente usadas como transporte militar en terrenos difíciles, volvieron al campo de batalla. A pesar de que la guerra moderna está dominada por drones, ciberataques y artillería de precisión, estos animales recuperaron su importancia gracias a su resistencia, naturaleza incansable e inteligencia. “Lo viejo funciona”, como dicen en El Eternauta.
Este resurgimiento no es nostalgia sino una respuesta práctica a las limitaciones de la tecnología. El conflicto en Afganistán desde 2001 es un claro ejemplo. Allí, el terreno extremadamente montañoso y accidentado, bien aprovechado por los talibanes, mostró las dificultades de los vehículos terrestres convencionales y la vulnerabilidad de los helicópteros.
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Las unidades militares, especialmente las Fuerzas de Operaciones Especiales, necesitan transportar equipos pesados, municiones y suministros por áreas remotas, inaccesibles para vehículos motorizados. En este escenario, la mula demostró ser una solución eficaz, capaz de llegar donde la tecnología más avanzada no lo consigue.
Esta historia incluso llegó a Hollywood con la película 12 Strong de 2018, conocida en Argentina como Tropa de Héroes. Basada en el libro de no ficción Horse Soldiers, de Doug Stanton, el filme narra la historia real de un equipo de élite estadounidense que, tras los ataques del 11 de septiembre, utilizó mulas en Afganistán para combatir a los talibanes.

Antes de este redescubrimiento, se intentó reemplazar a las mulas con robots, pero el proyecto fue un fracaso. El desarrollo estuvo a cargo de la empresa Boston Dynamics, con financiamiento millonario de DARPA (Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa de EE. UU.) y el Cuerpo de Marines. El robot cuadrúpedo LS3 (Legged Squad Support System) podía cargar hasta 180 kilos, tenía una autonomía de 32 kilómetros y contaba con la habilidad de trepar por terrenos montañosos.
Sin embargo, el LS3 funcionaba con un motor a combustión lo que resultaba muy ruidoso, una gran desventaja si se busca pasar desapercibido en combate. Estos robots de cuatro patas dejaban una firma acústica, térmica y visual mucho mayor que la de los animales, lo que hacía que todo el regimiento fuera más fácil de detectar y atacar. Estas limitaciones fueron un factor más para que se reconsiderara el valor de la mula en escenarios donde las máquinas evidenciaban sus debilidades.
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Aunque la mecanización de los ejércitos tras la Segunda Guerra Mundial había desplazado a las mulas, y con ello se perdió gran parte del conocimiento sobre su manejo en Argentina, este particular saber se mantuvo vigente.
Un ejemplo es el Regimiento de Infantería de Montaña 21, que en otros tiempos llegó a albergar más de 1000 mulas y hoy, aunque cuenta con 83, mantiene intactas las tradiciones de cría y entrenamiento. Actualmente, los animales provienen del Regimiento de Caballería de Exploración de Montaña 15, en Campo de los Andes, Mendoza.
Debido a esta continuidad en los saberes, no es raro que ejércitos extranjeros, como el chileno o el estadounidense, le hayan pedido -en varias ocasiones- colaboración al Ejército Argentino para reintroducir recuas de mulas en sus cuarteles.

Las nuevas mulas llegan al Regimiento en estado salvaje: son intratables y se las considera indóciles. Amansarlas requiere mucha paciencia y esfuerzo, un proceso que dura al menos seis meses. Pero el trabajo con la mula es para toda la vida: una vez que se deja montar, se necesita establecer un vínculo, seguir trabajando con ella para que sea útil.
La dedicación es tal que cada soldado tiene su mula. Este hecho fomenta un vínculo de confianza e incluso de afecto, crucial para que el animal responda a las órdenes. A las mulas que no se dejan amansar del todo les espera el destino de ser cargueras, transportando armamentos, víveres y equipos que pueden pesar hasta 130 kilos.
Las mulas son estériles y la causa es genética: como es una cruza entre una yegua y un burro, tiene 63 cromosomas (32 del primero y 31 del segundo), y el número impar suele derivar en la esterilidad de la especie. En consecuencia, la reproducción de este animal suele llevarse a cabo por inseminación artificial.
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Ya sean concebidas de forma natural o inducida, las mulas nacen con lo mejor de cada mundo del que provienen: llegan con la fuerza del burro y la inteligencia del caballo. Esas son dos características heredadas que son solo para empezar. Porque la mula suma sus propias particularidades. “Cuidado que son karatecas”, me avisó el teniente coronel cuando me subí a Vizcacha, mi mula.
¿Qué me quiso decir? Que son animales que patean con las cuatro extremidades. Generalmente hay que tener cuidado cuando uno pasa por detrás de cualquier equino porque son propensos a patear con los cuartos trasero. Pero la mula es especial: si está en un mal día te puede patear en forma clásica con las de atrás, y de costado con las de adelante. También cabecean y muerden. En resumen: mejor caerles bien.
La famosa frase “terco como una mula” puede ser injusta. Después de acompañar en Neuquén la marcha de las mulas durante 9 horas me di cuenta que si bien pueden ser obstinadas, lo son por las razones correctas. Nadie las va a llevar a hacer lo que no quieren o creen peligroso. Y eso no es terquedad sino inteligencia.
La mula, un híbrido resultante del cruce entre yegua y burro, es una figura constante en la historia de los conflictos armados. Su uso alcanzó el apogeo durante la Primera Guerra Mundial, cuando ejércitos como el ruso, el alemán y el francés movilizaron millones de estos animales. Con el avance de la tecnología en la segunda mitad del siglo XX, los vehículos motorizados desplazaron a los animales del frente.
Sin embargo, hoy muchos ejércitos modernos vuelven a tener mulas en sus filas. En Alemania, por ejemplo, la Brigada de Infantería de Montaña 23 cuenta con unos 50 mulos (provenientes de Murcia, España, y conocidos por su robustez y docilidad) que fueron movilizados en Kosovo y Afganistán.
Por su parte, Francia, que las había retirado oficialmente del servicio en 1975, inició su reintroducción en 2020 en el 7º Batallón de Cazadores Alpinos. Del otro lado del mundo, el ejército indio ha mantenido una de las mayores poblaciones de mulas militares, especialmente útiles en las regiones del Himalaya.