“Creo que Lucca vino a entregarnos un megáfono”, dice Bárbara Anderson. Y con esa frase parece resumir no sólo su historia, sino el alma misma de Los dos hemisferios de Lucca, la película basada en su vida y estrenada en Netflix.
El filme, una coproducción entre México e India dirigida por Mariana Chenillo, se basa en el libro del mismo nombre, escrito por Bárbara. Relata la lucha junto a su esposo, Andrés Bianciotto, para mejorar la vida de su hijo Lucca, quien nació con parálisis cerebral. “Lo que iba a ser una película chiquitita, medio documental, terminó siendo una historia global”, cuenta con orgullo en diálogo con TN.
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Bárbara Anderson nació en Argentina, donde inició su carrera periodística. En 2002 emigró a México, país en el que consolidó una trayectoria exitosa en medios internacionales. “Mi vida era maravillosa. Llegué a dirigir la unidad latinoamericana de Time Inc.”, recuerda. Todo parecía perfecto: un matrimonio de ensueño, una fiesta en Cancún a la que asistió toda su familia llegada desde su Córdoba natal, y un futuro prometedor.
Sin embargo, el nacimiento de Lucca lo cambió todo. “Me puse a buscar fotos y tenía la última foto sonriendo, subiendo las escalinatas del hospital, con la panza, muy contenta, y fue la última vez que me reí en años. Fue el verdadero giro en mi vida”, asegura.

Ese momento marcó un antes y un después. Fue un parto complicado, seguido de un diagnóstico inesperado que detrás de términos técnicos como leucomalacia periventricular bilateral, ocultaba una dura realidad: Lucca había nacido con parálisis cerebral debido a complicaciones durante el nacimiento. Un sistema médico que en lugar de brindar contención, generó confusión: “No hay un solo médico que te explique nada, no hay ningún terapeuta que te acompañe. Es una situación muy única, pero que requiere muchísimo apoyo”.
La culpa como motor
Bárbara se creyó culpable de lo sucedido durante el parto. “Usted no pudo pujar, el último pujo no fue posible, entonces lo tuvimos que arrancar a Lucca”, le dijeron los médicos. Durante seis años cargó con ese peso. “Hice terapia y no lograba encontrar qué había dentro mío que me llevaba a estar muy triste con Lucca”, recuerda.
Pidió una entrevista con el obstetra que había asistido al nacimiento y, finalmente, pudo entender lo ocurrido: había sido el parto más difícil de su carrera. En realidad, Bárbara no pudo seguir pujando debido a una falla médica en la cánula de la peridural, que se desvió hacia el corazón y los pulmones, provocando un paro cardiorrespiratorio.
La verdad siempre libera. El amor por su hijo la había impulsado desde el primer instante, pero era la culpa la que había encendido el motor. “Es gasolina. O sea, cuando vos tenés una culpa y tratás de exorcizarla, es como si te pusieran, no sé, nafta súper”, explica.

La inclusión y la visibilización también en la pantalla
La película muestra la transformación de Lucca, pero también la de Bárbara. En esa camilla de parto, ambos enfrentaron la muerte y de algún modo, compartieron el nacimiento. “No solamente nació Lucca ese día. Nació una Bárbara muy diferente. Yo no sabía que podía hacer las cosas que terminé haciendo”, confiesa.
Bárbara se volvió activista por los derechos de personas con discapacidad. Fue contundente con la producción: “Si vamos a hacer una película sobre parálisis cerebral, el actor tiene que tener parálisis cerebral. Sino no va a ser genuino”. Esa decisión representó un enorme desafío: “No había actores de entre 7 y 9 años con parálisis cerebral, menos aún que pudieran irse un mes a la India”.
Realizaron un casting en ocho ciudades de México, donde audicionaron 200 chicos, hasta que encontraron a Julián Tello, quien en ese momento no era actor. Tras la experiencia de la película, hoy es su profesión.

También logró que el padre fuera interpretado por Juan Pablo Medina, actor con una prótesis en la pierna, visibilizando otra discapacidad de forma orgánica, sin victimismo.
Familia discapacitada
La historia cuenta el enorme esfuerzo económico y emocional de criar a un hijo con discapacidad. “Es como si hubiera tenido trillizos”, dice Bárbara, quien tuvo que modificar la dinámica familiar por completo: “Tenía el triple de gastos con la mitad de los ingresos. Porque uno de los dos tiene que dejar de trabajar”.
Y muestra, con una ternura brutal, la manera que una familia entera se transforma cuando llega una discapacidad: cada miembro, cada rutina, cada proyecto se resignifica. Cuando se analizan las estadísticas de discapacitados, hay que multiplicarlas por cada miembro de su familia.
Tratamiento experimental
La película muestra los viajes a la India en busca de un tratamiento experimental. “Cuatro años de esfuerzo en la vida real, no nueve meses como parece en pantalla”. Bárbara es clara: “No está aprobado científicamente para neurología. A mí me funcionó, fuimos cuatro veces. Cada condición es única”. Su honestidad es tan contundente como su lucha.

Un crítico implacable
Cuando Lucca vio la película, fue el más crítico. “No sabía que daba tanto trabajo. No sabía que usaba tanto la silla de ruedas. Tampoco sabía que habían llorado tanto por mí. Les quiero pedir perdón”, les dijo. Bárbara se quebró: “No es tu culpa. Así fue nuestra vida, y la hubiéramos hecho una y mil veces”.
Los dos hemisferios de Lucca no es solo cine. Es una herramienta. Un espejo. Un altavoz: “Llego yo con mi discapacidad y este megáfono. Les pido encarecidamente que más gente conozca quiénes somos, porque nadie nos ve”.