La bohemia glamorosa y under de la postdictadura tuvo un punto de encuentro llamado Paladium. La discoteca en la que podías encontrarte a Marta Minujín y al pájaro Caniggia, a Susana y a Maradona entre drag queens, artistas del Di Tella, rockeros y cientos de personas con ganas de divertirse que se agolpaban en la puerta sobre la calle Reconquista.

En su esquina con Paraguay, donde hoy hay un hotel de una cadena internacional, se levantaba una gran usina, un galpón con enormes ventanales que había albergado motores y se encontraba vacío. El lugar por el que pasaba Juan Lepes, padre de Narda, cuando levantaba la vista y decía a sus amigos: hay que hacer algo ahí.
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Era un grupo de amigos que solía encontrarse en la barra del Bárbaro, sobre Tres Sargentos, de los artistas Jorge de la Vega y Luis Felipe Noé. El bajo porteño era un gran escenario en ebullición. Y la noche de la recién nacida democracia sucedía entre esas calles cercanas al Luna Park, Cemento y el Parakultural. Hasta que Lepes lo hizo: con sus socios compraron el galpón y tras seis meses de trabajo inauguraron Paladium.

Uno de esos socios era José Luis Novick, padre de Francisco, que está estrenando en el Bafici su documental Una noche en Paladium. Un rescate emotivo de lo que significó ese lugar para una generación brillante. Allí presentaron Oktubre los Redondos, tocaron Charly García, Riff y Soda, Las Bay Biscuits y Virus, y Los Violadores, entre muchos otros. Básicamente pasaron por su escenario todos los músicos del rock naciente.
Paladium se pensó como sala de música en vivo y encontró su alma, y pasó a la historia, como discoteca. Un lugar que corría el telón aterciopelado a los que entraban para asombrarlos con su espacio de techos altísimos y tubos metálicos que llevaban a gradas, frente a la pista. Willy Lemos era una bellísima mujer, distinta cada noche, que descendía escalinatas iluminada como una gran estrella y daba la bienvenida.

“No había cholulismo. A nadie le importaba lo que hacían los otros. Si eran famosos o no”, se escucha en la película. Inevitable pensar en Paladium como símbolo de otra vida cultural, tanto más interesante que esta. Acaso por sentir algo de ese perfume, hecho de under y charm, por respirar el aire de ese momento tan único, de libertad recuperada y razzias, de desprejuicio y aparato represivo para nada desmantelado, es que el público de hoy, que en su mayoría no había nacido cuando Paladium existió, agotó las funciones de la película. Nostalgia de lo no vivido.

Francisco Novick, el director, podría ser uno de ellos. Nació en 1993, el año en que Paladium fue demolido. No conoció el lugar y sabía muy poco de su existencia, aunque su padre era uno de los socios fundadores. “Cuando me fueron contando anécdotas y conocí a algunos personajes me obsesioné —cuenta a TN—. Había algo muy loco ahí, de la locura artística, de cierta rebeldía que falta mucho en esta Argentina que vivimos. A medida que fui conociendo la historia me di cuenta que había una película, una historia que no se había contado, y que al tener yo acceso directo a los protagonistas, podía contar”.

Si en la Argentina el archivo suele ser un problema para los documentalistas, un trabajo sobre la noche porteña de los ochenta suena a problema doble. Por supuesto, lo valioso de Una noche en Paladium, son sus testimonios. Las voces de los que sí estuvieron ahí, o tuvieron que ver con su existencia.
Lepes, por supuesto, y su hija chef, Oso Smoje, Franklin Soffer, Cecilia Absatz, Pichón Baldinú, Renata Schussheim, Deni de Biaggi, Rocambole, Isabel de Sebastián, Willy Lemos, entre varios otros. Dos de ellos ya no están: Jorge Dorio, con imperdibles participaciones desde una mesa del Florida Garden, y el artista Carlos Masoch, más conocido como Douglas Vinci, figura mítica de la radio Rock&Pop que falleció este 2 de abril, a los 72 años.

“Fue un proceso muy largo, de búsqueda de archivo, de armado de la peli —dice Novick—. En algún momento me di cuenta de que no tenía suficientes imágenes: prácticamente no había video de Palladium, lo poco que había está en la película. Entonces se me ocurrió que, como no había imágenes, tenía que crearlas, y mezclarlas con el poco archivo que había. Por eso hicimos hace dos años la fiesta, creamos Palladium por un día. Y usamos esas imágenes como si fueran de los ochenta, aunque las grabamos en 2023. Fueron tres mil personas disfrazadas de los ochenta, una gran performance masiva que me sirvió para recolectar material. Ahora, en el marco del Bafici, hacemos esta otra fiesta, para encender la llama de Palladium y ver qué pasa. Me gusta imaginar que esto dispare algún proyecto, porqué no”.