Darío Botte tenía 14 años cuando vio por primera vez a Los Piojos en el escenario. Acababan de sacar el disco Tercer arco y el adolescente lo escuchaba sin parar en un cassette. Fue su primer recital y quedó impactado. “Quiero ser rockero”, le dijo esa noche a su mamá al volver a su casa de Longchamps. “¡Casi me mata! Me dijo que tenía que estudiar, laburar y crecer primero”, recordó entre risas a TN. Y fue más o menos lo que hizo: tras varios años en una multinacional, fundó en 2011 su empresa de alimentos congelados, Trigal, pero sin perder de vista su amor por la música. Cuando no está en las oficinas de su compañía, Botte recorre escenarios como guitarrista de Felipe Barrozo, miembro histórico de Intoxicados.
Darío no lo vive como una dicotomía. Ambos mundos conviven todo el tiempo en él, no hay músico sin empresario, ni empresario sin músico. Detrás de ambas carreras, hay una misma historia de esfuerzo y la premisa de nunca renunciar a los sueños.
De llevar medialunas en el baúl del auto a tener más de 100 empleados
Cuando Botte fundó Trigal hace 13 años, era nada más que él mismo repartiendo en su auto medialunas congeladas a hoteles, empresas de catering y pequeños comerciantes. Acababa de renunciar a los 28 a una exitosa carrera como jefe de ventas en Pillsbury, una de las principales empresas alimenticias del mundo, y “no tenía ni un peso” pero sí todas las ganas de emprender y “trabajar para él mismo”.
Con el tiempo su distribuidora creció y comenzó a agitarle el sueño de dejar de entregar mercadería de otros: quería que este su logo en las cajas. Y fue así que comenzó a producir medialunas con una máquina, “y luego otra maquinita, y cada centavo que tenía lo ponía en alguna máquina”, dijo el empresario, que abrió hace poco una sucursal en Chile, desde donde planea lanzarse a la conquista de América Latina.
Hoy Trigal es una de las empresas líderes en el rubro, cuenta con más de 100 empleados y colaboradores y una producción de 200 toneladas por mes entre medialunas, empanadas y hasta donuts y chipá. Tiene tres plantas de producción y otras dos en obras. “Cada fábrica tiene una categoría de producto: una se dedica a empanadas, tartas y comidas congeladas, una se dedica a todo lo que es medialunas y panes congelados y otra se dedica todo lo que es pastelería congelada”, explicó el empresario que en 2023 facturó $5.000 millones. “Estamos en obra con una planta libre de gluten y una línea de pan francés automatizada”, además de estar planificando la apertura de un primer local a la calle en CABA, para “hablarle directamente el consumidor final”.
Paralelamente a su carrera en el mundo empresarial, Botte siguió creciendo como músico. Aunque parecía oponerse a los deseos rockeros de su hijo, su mamá le terminó comprando una guitarra “de muy mala calidad” en varias cuotas y cómo no tenía con qué pagarse clases, Darío aprendió a tocar “con revistas usadas” que buscaba en las ferias del barrio. Armó una banda con compañeros del cole y desde entonces nunca dejó la guitarra. “Inclusive en mis años de multinacional, tocaba en los eventos in company”, recordó Botte.
“Nunca deje de tocar, ese siempre fue mi cable a tierra, mi manera de conectar conmigo y desconectarme del resto”, sostuvo Botte sobre lo que la música representa para él.
Fue cuando quiso grabar un disco con su propia banda, Sexta a fondo, que Darío conoció a Felipe Barrozo, quien se dedica también a la producción. “Que me produjera un Intoxicado era todo un lujo”, dijo Botte. “Me empezó a preparar para mejorar mi nivel de guitarra y un día me dijo ´tengo un acústico donde tengo que tocar temas de Intoxicados, ¿vamos?”. Botte no lo podía creer. “Llegamos y el lugar estaba lleno de gente. Pensaba: ‘¿qué hago acá en el escenario con él, que lo miraba desde la valla cuando era chico?’”, recordó el empresario.
Leé también: Confesiones del último dandy porteño: “Busco transmitir los valores del buen vestir masculino”
Luego, el manager de la banda empezó a sacar fechas y le ofreció sumarse. “Nunca pensé que de grande a los 40 años recién iba a tener la posibilidad de profesionalizar mi hobby”, dijo Botte, que se acostumbra a tocar los fines de semana y llegar lo más fresco posible el lunes a las oficinas de Trigal.
Botte dijo que si la faceta empresarial lo ayudó con la organización, el mundo del rock barrial le enseñó a estar “más desestructurado” y a “improvisar”. “Empecé a entender que no se puede tener el control de todo, que hay que tomar las cosas con un poquito más de calma y disfrutar”, sostuvo.
“Antes por ahí me volvía loco, ahora entiendo que las cosas pueden fallar. Por ejemplo el otro día me explotó una caldera en una planta, estaban todos nerviosos y yo les decía ‘tranquilo, los especialistas lo van a arreglar’. Eso me enseñó la música, que pase lo que pase, el show debe continuar”, cerró.